El refrán "tanta paz lleves como descanso dejas" no se aplica a la expresidenta de la Comunidad de Madrid, que ha iniciado un proceso para denunciar la conjura contra un joven conductor temerario.
En anteriores episodios de “Una rubia muy neoliberal”, Esperanza Aguirre decide renunciar a la Presidencia de la Comunidad de Madrid y retomar su carrera como abogada bajo el epíteto de “la terrible colegiada 100.446”. El primer caso al que se enfrenta es la defensa de Ángel Carromero, el dirigente de Nuevas Generaciones del PP que se vio involucrado en un trágico accidente de coche en Cuba en el que también viajaban Oswaldo Payá y Harold Cepero, destacados anticastristas que resultaron desgraciadamente muertos. Junto a ellos se encontraba el sueco Jens Aron Modig, representante de las juventudes de la democracia cristiana sueca, y el propio conductor, Carromero, que resultaron ilesos. Si bien cualquier accidente mortal es lamentable, este caso pronto empezó a adoptar giros sainetescos en los que, admitámoslo, Aguirre se mueve como pez en el agua ya que se cruzaron las acusaciones, los juicios políticos de sal gruesa, las ruedas de prensa paralelas y se soltaron muchas frescas. Pero mientras Aron Modig explicaba que estaba en la Isla para hacer entrega de 4.000 eurazos para la oposición y corroboraba cada afirmación del gobierno, mientras la familia de los fallecidos evitaba investigar el caso y el gobierno encarcelaba a Carromero, Aguirre hacía algo sorprendente: como buen zorro político, callaba y miraba a las gallinas cacarear.
¿A qué estaba esperando la insigne pleitista para poner a funcionar su cardado y su aparato fonador? A que Carromero estuviera en el ombligo de esta jauja democrática que es España, es decir, en Madrid, para, con todos los garantes que la Santa Madre Constitución ofrece a cualquier ciudadano que no sea inmigrante o hincha del Rayo Vallekano, soltar esa lengua que tantas alegrías nos ha dado... pero ¡chist!, callemos, que Esperanza va a hacer su alegato final:
“Señoría, miembros del jurado... las semanas pasadas hemos oído muchas cosas en este tribunal que situaban a mi defendido, el Sr. Carromero, en un escenario conspirativo para derrocar al dictador Castro intentando politizar una simple excursión de cristianos demócratas en un país de infieles. Nada se ha dicho, sin embargo de esos misteriosos coches de color negro que les salieron al paso y que, según mi defendido, tenían... ¡¡matrícula de Moscú!! ¿Necesitan alguna prueba más? No, señores del jurado, porque ustedes son inteligentes y no se dejan manipular, pero yo les voy a dar un dato más: ¿qué me dirían si les digo que esos coches estaban conducidos por sindicalistas liberados norcoreanos, eh? Sí, estimado jurado, existen muchos puntos oscuros en este caso: el mal estado de una carretera gratuita, el mal funcionamiento de unas urgencias públicas, el secuestro de ciudadanos por parte de los trabajadores de Metro de Madrid y, sobre todo, la herencia de Zapatero.
Mientras esto ocurría yo callaba, ¿se imaginan el sufrimiento de una defensora de las libertades occidentales al tener que callar ante la impunidad despótica de un régimen que tortura, que tuvo a mi cliente encerrado sin representación legal, con las comunicaciones escritas intervenidas y con todas su actividades anotadas y registradas por los funcionarios? ¿Se imaginan un mundo en el que un representante de Nuevas Generaciones fuera tratado como un inmigrante en un CIE o como un manifestante en régimen de FIES-5? Ese mundo terrible existe y es un destino turístico por explotar. Por eso, ustedes tienen la oportunidad, aquí y ahora, con su voto, de gritar ‘¡No!, ¡no queremos más gulags ni terror comunista!... Queremos libertad, libertad política, religiosa, de movimiento, y por encima de todo, queremos libertad para poder fumar en los casinos. Ese es el mundo que queremos’. Hoy, amigos, pueden hacer historia”.
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