La última incontinencia verbal del
alcalde Javier León
de la Riva, en referencia a la ministra
de Sanidad Leire Pajín, sorprendió
a todo el mundo, menos a
quien es de Valladolid.
- JAVIER LEÓN DE LA RIVA
Desde su
llegada a la alcaldía, León de la
Riva ha impuesto una forma de hacer
totalmente autoritaria que le ha
llevado a no dialogar con ningún
interlocutor social, zanjando toda
oposición a sus planteamientos
con la frase “sobre este tema no admito
discusión”.
Acostumbrado a
hacer de Valladolid su cortijo, algo
que le ha valido innumerables sentencias
en contra por actuaciones
urbanísticas contrarias a las leyes,
en abril de 2007 protagonizó uno
de sus mayores excesos verbales
cuando, durante una visita a una
obra, un joven le recriminó su actuación
y él respondió “mira el valiente
cómo da la cara; qué machotes
son estos hijos de puta”.
Quizás lo más llamativo, por el
revuelo mediático que causó, fue la
orden de carga policial contra las
miles de personas que celebraban
la noche de San Juan en la playa
fluvial de Las Moreras, fiesta que
se viene haciendo desde hace muchos
años. Menos repercusión han
tenido decisiones como la recuperación
para la fachada del Teatro
Calderón de una placa que conmemora
la fusión entre Falange
Española y las Juntas de Ofensiva
Nacional Sindicalista (JONS).
Otro
episodio recordado fue su participación
junto con tropas de la
Legión en una procesión de
Semana Santa, en la que además
se empeñó en sacar un paso de
gran valor artístico pese a que llovía
abundantemente, sin reparar
en el daño que la escultura sufrió
por la lluvia.
Ya dejó patentes sus ideas desde
sus tiempos de estudiante en la
Facultad de Medicina, a la que según
fuentes consultadas solía acudir
con pistola. Ligado a organizaciones
falangistas, era conocido
por reventar violentamente asambleas
de estudiantes (preparó un
escándalo en un homenaje a
Antonio Machado, se opuso a la
creación del Sindicato Democrático
de Estudiantes, etc.).
Ya como alcalde promulgó una
ordenanza eufemísticamente denominada
“antivandalismo” que
encubría la vulneración de los derechos
de reunión, manifestación y
libertad de expresión, como dictaminaron
los tribunales. Expedientó
al Jefe de Inspección Tributaria por
inspeccionar al Real Valladolid y
determinar que debía pagar cien
millones de pesetas en impuestos
(de nuevo los tribunales fallaron
en contra del la actuación del alcalde)
y tuvo problemas con miembros
de su propio partido por el cobro
de dietas cuando era diputado
regional.
Todo ello le ha valido en Valladolid,
el sobrenombre de “Javier
Corleone de la Riva”.
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