Durante los más de dos años que llevaban
en el Centro de Estancia Temporal
para Inmigrantes (CETI) de Ceuta, los 37
bangladesíes vieron cómo trasladaban a
migrantes de otras nacionalidades a la
península, y cómo deportaban a otros
compatriotas a Bangladesh, con deudas
que, una vez allí, jamás podrían pagar.
Durante los más de dos años que llevaban
en el Centro de Estancia Temporal
para Inmigrantes (CETI) de Ceuta, los 37
bangladesíes vieron cómo trasladaban a
migrantes de otras nacionalidades a la
península, y cómo deportaban a otros
compatriotas a Bangladesh, con deudas
que, una vez allí, jamás podrían pagar.
A finales de agosto de 2007, el grupo
decidió huir del CETI y se estableció en
un campamento clandestino en los montes
colindantes, con el objetivo de evitar
su deportación y luchar por el derecho a
una vida digna en el Estado español.
Ese mismo mes, la red de apoyo Ferrocarril
Clandestino viajaba a Ceuta para
conocer su situación. A su regreso, la
red decidió acompañarles en su desafío.
La iniciativa la aportaron el grupo de migrantes
bangladesíes, mientras la red ponía
sus recursos al servicio de sus verdaderos
protagonistas, intentando añadir
una dimensión más global: la denuncia
de las fronteras allí donde existan.
Muchos colectivos y particulares vinculados
a la red aunaron esfuerzos. Una
campaña de recogida de firmas (con más
de 4.000 suscriptores), una concentración
en la Puerta del Sol y otra frente al Senado,
así como dos encierros simbólicos
–uno en la parroquia de Entrevías y otro
en la oficina de extranjeros del Ministerio
de Trabajo– fueron la cristalización de esta
batalla. Mientras, los compañeros permanecían,
con toda su fuerza y energía,
en los montes de Ceuta.
Nuevos compañeros de viaje
En el camino, una experiencia compartida
de lucha entre migrantes y nativos.
Gracias a ella aprendimos a borrar estereotipos,
a contagiarnos por “otras formas
de hacer política” que no siempre
coinciden con la nuestra, y descubrimos,
en nuestro impulso, a personas con una
valentía insuperable, ahora nuevos compañeros
en nuestro viaje.
Muy pocos esperábamos al principio
que esta batalla llegara a buen puerto.
Pero la fuerza demostrada en las acciones
que se emprendieron (con ayuda, sin
duda, de una cobertura mediática que,
esta vez, jugó a nuestro favor) culminó en
negociaciones directas con el Ministerio
del Interior. De ellas se obtuvo el compromiso
del traslado de estos 37 ciudadanos
bangladesíes a la península y la concesión
de permisos de residencia para todos
ellos. Hace un par de semanas, tuvimos
la oportunidad de reunirnos todos
juntos para celebrar este final feliz (mejor
dicho, agridulce, pues a fecha de hoy
otros 70 migrantes viven en los montes
de Melilla en las mismas condiciones, pero
nuestra fuerza no ha dado para una
nueva lucha). Juntos nos escuchamos,
compartimos vivencias de lo que fue la
lucha a uno y otro lado del estrecho y pudimos
poner cara a esas voces que tantas
veces habíamos oído al otro lado del teléfono.
Juntos pudimos, sobre todo, dejar
constancia que ahora somos más, que las
futuras batallas serán compartidas.
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