Formada por lo mejorcito de cada casa, la discreta Fundación Transición reivindica aquellas sobremesas de antaño en las que se decían cosas como que la Constitución no tiene parangón.
Lo superficial, a veces, es tan complejo que se hace difícil de entender. Por ejemplo, ¿sabrían ustedes decirme, así, de repente y sin Google, la diferencia que hay entre lo vintage y lo retro? ¿A que no, a que les costaría?
Esfuércense y jueguen a que tienen un día tonto y les apetece hacer algo superficial y vulgar, como cantó Alaska cuando no lo era, y quieren saber esa insignificante diferencia. Que quieren, de verdad, saber si ese jarrón que heredaron de su tía es vintage o es retro, o sea, si pueden lucirlo como un objeto chic o mejor se lo lleva usted a la casa del pueblo.
Pues aquí estoy yo para ayudarles poniéndoles un ejemplo claro y sencillín, muy de esos que utilizan Mariano Rajoy o Soraya Sáenz de Santamaría. Ya saben, de esos de “España es como una mesa después de comer y nosotros tenemos que limpiar las migas que otros dejaron” o un “España es como un río que fluye al mar y tenemos que dejarla fluir y fluir” o como uno de sus preferidos, utilizando a la familia, “España es como una gran familia, con sus cosas de gran familia”.
Vayamos a ello, pues. Eso sí, en vez de una familia, utilicemos a una típica fundación. ¿Es, por ejemplo, la Fundación Transición Española algo vintage o algo retro? ¿O, por el contrario, es algo tan retro y tan vintage que resulta hasta modernita?
En su página web, la Fundación nos recibe con un acogedor “el propósito fundacional de los promotores no es otro que el de contribuir a fomentar el conocimiento de la Transición española, así como a conservar, divulgar y defender los valores y principios que la inspiraron” y termina con un precioso “los promotores de la Fundación entienden que la Constitución de 1978 representa un logro histórico sin precedentes en nuestro país, que ha permitido a los españoles alcanzar unos niveles de libertad, prosperidad, igualdad y presencia internacional sin parangón”. Ese “sin parangón” nos da la pista definitiva, es vintage; se trata de una de esas expresiones que tan de moda estuvieron en aquellos años, tan proclives al acento agudo, como “Tarancón al paredón” o “Yo para ser feliz quiero un camión”. Mola.
Porque lo vintage es algo que fue diseñado y fabricado en el pasado y a eso hace referencia. La Fundación Transición, por tanto, encaja perfectamente en el concepto. Y, tranquilos, ahora les explico el porqué no es retro. No es retro porque lo retro es algo que evoca al pasado pero que no necesariamente pertenece a él. Esto sería un poco más el Gobierno. Otro día tocamos este concepto, si eso.
La Fundación Transición es vintage, como esos vestidos que amas y odias a la vez. Que fueron bonitos y de su tiempo y les reconoces su valor, pero que ya no están para ponértelos.
Pues sí, ahí radica la diferencia, en ser o parecer; se es vintage y se parece retro. La Fundación Transición es vintage, tan vintage como esos vestidos que amas y odias a la vez. Que sí, que fueron vestidos bonitos y de su tiempo y les reconoces su valor, pero que no, que ya no están para ponértelos. Y mucho menos para presumir con ellos.
En su seno derecho la Fundación Transición tiene muchos nombres vintages: Soledad Becerril, Joaquín Leguina, Florentino Pérez, Martín Villa, el marqués de Oreja... Y también muchos apellidos: que si Calvo-Sotelo, que si Areilza, que si Arias-Salgado.
Y no sólo eso. En la Memoria 2011 de la fundación, por ejemplo, se celebra el cambio de gobierno como esperanza de un nuevo talante que habrá de llegar. Y el talante y la esperanza sí que es algo vintage en este país. Ya no hay duda posible.
Ofrecen también su ayuda a cuantas transiciones mundiales necesiten de sus consejos. Hasta a la mismísima Primavera Árabe estaban dispuestos a atender. El rollito internacional que tiene todo lo vintage, claro. Pues eso, no nos liemos, que la Fundación Transición Española es vintage. Sigamos atentos a esta moda de recuperar lo antiguo pero cuidado, no nos pasemos de modernos.
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