Miles de indígenas latinoaméricanos celebraron por
cuarto año consecutivo el Día de la Resistencia Indígena,
como forma de reclamar el recuerdo de las atrocidades de
la conquista y la vigencia de las desigualdades.
- // CRIST
Para la mayoría de los hispanohablantes,
un hecho histórico de tanta
trascendencia como la ‘invasión de
Abya yala’, no significa casi nada.
Sin embargo, ése sería uno de los
probables nombres que tendría ‘el
descubrimiento de América’ si esta
historia no hubiera sido escrita por
los vencedores.
La celebración del 12 de octubre
es otro ejemplo de la importancia de
las palabras. La denominación de
Día de la Raza, como se conoce en
buena parte de Latinoamérica, o de
Día de la Hispanidad, tal como se celebra
en el Estado español, hace años
que no contenta a un movimiento indígena
con influencia creciente que
se resiste a recordar la colonización
como “un simple descubrimiento o
encuentro entre dos culturas”, tal como
señala la Confederación de Organizaciones
Indígenas de Ecuador
(CONAIE). En una nota de prensa
previa al último 12 de octubre, la CONAIE
añadía que “la mentalidad colonial
y sus formas de atropello y genocidio
no han cesado hasta el presente
siglo XXI”. Las multinacionales
han suplantado en muchas ocasiones
a los apellidos de resonancias
peninsulares, aunque no ha sido así
en las diferentes oligarquías latinoamericanas,
que salvo excepciones,
siguen haciendo gala de su pureza
racial y su linaje directamente enlazado
con la tradición española.
En las celebraciones oficiales del
Quinto Centenario, en 1992, el movimiento
indígena pareció despertar
después de un largo letargo con multitudinarias
manifestaciones en todo
el continente. Frente al discurso del
‘encuentro de dos mundos’ se extendió
el del ‘encontronazo’, el ‘etnicidio’,
la esclavitud, la encomienda, la
marginación, la apropiación de las
tierras comunales...
Aquel 12 de octubre de 1992, miles
de indígenas tomaban la ciudad de
San Cristóbal de las Casas, en Chiapas,
y derribaban la estatua del conquistador
Diego de Mazariegos. Dos
años después, los zapatistas en armas
recogieron el testigo de las resistencias
indígenas a la ocupación
española: “Somos producto de 500
años de luchas”, dijeron entonces.
Sin embargo, no fue hasta principios
del siglo XXI cuando un país
latinoamericano, Venezuela, cambió
la denominación de este día señalado.
“No queremos hablar más
del Día de la Raza, descubrimiento,
pueblos nuevos o bárbaros o de
civilización o barbarie”, explicó
Raúl Vivas, coordinador del Proyecto
Guicaipuro. “Todos estos
términos son nociones de carácter
colonialista que se han venido imponiendo
a través de los textos de
educación formal e informal”, dijo
Vivas aquel 12 de octubre de 2002,
cuando el Gobierno de Hugo
Chávez rebautizó la celebración
como el Día de la Resistencia
Indígena.
El Gobierno boliviano de Evo
Morales ha seguido los pasos de
Venezuela y también ha dedicado el
día a aquellos indígenas como Tupac
Amaru, Tupac Katari, Bartolina Sisa,
Micaela Bastidas, Tomas Panire,
Lautaro... que desafiaron al Imperio
español. Y así lo celebraron en una
convocatoria compartida por movimientos
indígenas a lo largo de todo
el continente que igual que entonces,
siguen resistiéndo.
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