ARGENTINA
Coplas por la identidad



01/04/06 · 22:49
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A los pies del cerro de
los Siete Colores,
paraje de ensueño
declarado recientemente
Patrimonio de la Humanidad,
se celebró el pasado
14 de enero el 23º Encuentro
de Copleros de Purmamarca.
Esta pequeña localidad de poco
más de 200 habitantes, situada
en la provincia de Jujuy,
recibió en sus rústicas calles a
cientos de personas de todo el
noroeste argentino.

En 1984, un grupo de vecinos
impulsó un encuentro folclórico
con el objetivo consciente
de disipar la atmósfera
creada por la dictadura militar:
miedo generalizado, sospechas
ante posibles confidentes
y restricciones policiales
sobre el derecho de reunión.
Las coplas cantadas unían a
los habitantes asustados y recelosos
de los diferentes valles,
y ayudaban a mantener
vivas unas tradiciones populares
agazapadas ante el vendaval
dictatorial.

Selva Bilte fue una de las
manos que hace 23 años alzaron
este encuentro desde las
profundidades de los sentimientos
de un pueblo reprimido.
“Se trata de un encuentro
autogestionado en todos
los aspectos”, afirma orgullosa
esta incansable luchadora
de 62 años. “No es algo comercial,
ni tampoco un concurso.
Y es completamente
ajeno a la cultura oficial, que
suele funcionar como propaganda
partidista”, asegura.
El dinero necesario para su
organización proviene de las
aportaciones de los vecinos,
al igual que la carne y la bebida
tradicional, fermento de
agua y maíz hervidos, que
ofrecen a los participantes.
Un mes antes de la fecha
elegida para su celebración,
comienzan a preparar los
carteles y a difundir el encuentro.
Una difusión obviada
por las oficinas de turismo
y los medios de comunicación
oficiales, que castigan
así su independencia, su crítica
y su autogestión.

“No recibimos subvenciones
ni patrocinios de ningún
tipo. No vamos a permitir
que venga la Coca Cola a llenarnos
de banderines”, sentencia
Selva Bilte.
Después de comer, los copleros
liberan sus canciones
en una plaza pública ante vecinos
y visitantes. “Copla que
se canta ya no tiene dueño”,
aseguran en Purmamarca.
Las viejas paredes de adobe
vibran con cada palabra.
Un año más el polvo se levanta
en torno a los corros de
copleros. Niñas, niños, ancianas
y ancianos, hombres y, sobre
todo, mujeres, cantan la vida
cotidiana de sus pueblos.

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