El consejero delegado del Santander no deja sus labores
pese a una pena de multa, prisión e inhabilitación.
Primero, los hechos: el Tribunal
Supremo condena al consejero delegado
del principal banco español
(Alfredo Sáenz, del
Santander) a ocho meses de prisión,
multa e inhabilitación especial
para cualquier empleo relacionado
con la banca. El motivo:
delitos por falsa acusación y estafa
procesal. Su reacción: Alfredo
Saénz decide agarrar la sentencia
y emplearla como un práctico e ingenioso
sustitutivo del papel higiénico
(hablamos en lenguaje figurado,
por si algún representante
legal del Santander está leyendo
esto).
- SAÉNZ. El Supremo no tuvo en cuenta la pasión por el trabajo de este prohombre.
Dicho de otra forma: recurre
al Tribunal Constitucional,
continúa con las mismas funciones
y se olvida del problema. Ante
todo, mucha calma. No dejes que
una sentencia judicial te estropee
el desayuno.
A continuación, algunas hipótesis:
La resistencia a alejarse del
puesto puede constituir todo un
trastorno psicológico. Quienes padecen
sus síntomas se convierten
en eso que libros de autoayuda de
los aeropuertos llaman workalcoholic
(curro-alcohólicos, o “personas
adictas a sus trabajos, hasta
tal punto que esto afecta a su salud,
su vida social y familiar e incluso
a sus funciones fisiológicas”).
Ni los fallos judiciales, ni la
crisis monetaria, ni el fin del mundo
del calendario maya apartarán
de su deber a este sacrificado banquero.
Nuestro hombre reúne los requisitos
para protagonizar un best
seller de 500 páginas o una película
de intriga. Hablamos del ejecutivo
mejor pagado del ránking español,
alguien inmune a los zarandeos
de la crisis (por dar números:
en 2009 recibió 10,2 millones
de sueldo, un 10% más que el año
anterior).
Tenemos un banco; el
Santander, cuyos directivos poseen
la inhabitual suerte de salir airosos
de procesos judiciales (a su
presidente, Emilio Botín, le archivaron
en 2008 un procedimiento
en su contra). Y tenemos una intrincada
trama de complot y persecuciones.
Los hechos se remontan
a 1994. Sáenz aterrizó en la
presidencia de un Banesto agonizante
tras la caída de Mario
Conde.
El banco se rompía en pedazos
y para recuperar parte del
dinero que se escapaba de la entidad,
Sáenz presentó una querella
por estafa y alzamiento de bienes
contra cuatro adversarios a sabiendas
(según dictamen judicial)
de que eran inocentes.
Pero ni libro ni película. Ni tampoco
la portada de ningún periódico
de tirada nacional. Puede
(una hipótesis) que alguna relación
tenga en todo este asunto que
el Santander sea uno de los principales
anunciantes del país; o que
sus páginas de publicidad (otra hipótesis)
sirvan para algo más que
dar a conocer los tipos de interés
o lo mucho que corre el coche de
Fernando Alonso.
Con tanto silencio,
el consejero delegado puede
seguir aconsejando y delegando
sin muchas preocupaciones (su
caso sólo lleva 17 años en los juzgados,
y el recurso de amparo le
permite prorrogarlo otros dos). Y
si algún día, Dios no lo quiera, debe
dejarlo, su retiro no será del todo
traumático. Cuando llegue el
momento fatídico, Sáenz deberá
apretarse el cinturón con una jubilación
valorada en 87,5 millones
de euros. Para que luego digan
que las pensiones están en crisis.
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