- Foto: Indymedia Bélgica
Cualquiera que se haya interesado
un poco por la historia
reciente del movimiento okupa,
autónomo y juvenil, y vea
estas fotos, pensará de primeras que
- Foto: Indymedia Bélgica
Cualquiera que se haya interesado
un poco por la historia
reciente del movimiento okupa,
autónomo y juvenil, y vea
estas fotos, pensará de primeras que
DIAGONAL ha decidido dedicarle la
contraportada a la Memoria Histórica.
¿A que parece Hamburgo o Berlín
en los ‘80? Pues te engañó tu primera
impresión. Tampoco se trata de jóvenes
tercermundistas desesperados, ni
de los recurrentes 1 de mayo en
Londres, ni siquiera de ‘violentos antisistema’
italianos, españoles o griegos,
ni de ‘kale borroka’ en Bilbao.
Se trata de Copenhague, la capital
danesa. Es decir, el norte de Europa,
el supuesto paraíso social. El reino de
los subsidios, del pleno empleo, de las
generosas becas y las multinacionales
simpáticas. Del Estado del bienestar,
la democracia y la paz. Por no irnos al
tópico de rubios y rubias con ojos azules,
sonrisa permanente y aspecto radiante.
Del recurso de los socialdemócratas
cuando su interlocutor
apuesta por el cambio político radical:
“¡Mira qué bien viven en los países
nórdicos!”.
Pero el paraíso no existe, por lo menos
en este mundo, y bien lo saben los
encapuchados de las fotos, a los que
vemos defendiendo Ungdomshuset,
su “casa de la juventud”. Un espacio
que los okupas consiguieron ganar
hace 24 años al Ayuntamiento, que lo
vende ahora a una secta cristiana.
Ahora Ungdomshuset está librando
su “batalla final”, como ellos la llaman,
y las fotos son de los choques
del 16 de diciembre, saldados con 300
detenidos. Si recordamos los precedentes
sobre casos de desalojo (en el
Estado español tenemos unos cuantos),
podemos prever que su batalla
no tendrá un final feliz del todo.
De todas maneras, el combate de
Ungdomshuset no sólo significa para
ellos la oportunidad de defender sus
principios de igualitarismo y democracia
directa, sino que nos da pistas a los
demás. Por ejemplo, nos permitirá distinguir
entre el estereotipo nórdico, y
la Dinamarca de la calle dispuesta a
plantar cara. Es decir, los encapuchados
que hoy se rebelan en Copenhague
contra ese insoportable bienestar.
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