¿Existe un look de izquierdas? ¿Hay vida más allá de las camisetas del Che? Nuestra ‘cool hunter’ de guardia responde a ésas y otras preguntas.
- Lucía Muñoz
Igual os parece un poco prematuro, e incluso puede que repelente, pero cuando tenía unos diez años y los niños de mi clase pintaban avioncitos y muñequitas, yo, que tenía una madre que tarareaba Gallo rojo, gallo negro mientras pasaba el aspirador, dibujaba ideales señoras del PP con trajes rancios de tweed de inspiración Chanel y aguerridas militantes de IU con la melena al viento. Os juro que es truestory de la buena, palabrita.
Las primeras iban cargadas de bolsas de grandes firmas y las segundas portaban botes de laca sin CFC. Qué tierno ¿verdad? Desde entonces me persigue la obsesión por la “sociología de la indumentaria ideológica”, que es como he bautizado a esta disciplina del “dime cómo vistes y te diré cómo piensas”.
¿Por qué sabía yo a tan temprana edad en qué consistía el look de izquierdas? ¿eh, eh? Porque mi madre me llevaba a manifestaciones, y esta niña era muy observadora, y además está claro que, por mucho que intentemos ir de pasotas estilísticos otorgándole importancia cero a las pintas, el look contestatario existe, como Teruel, y deberíamos protegerlo y reivindicarlo, como Teruel, no negarlo y hacernos los guays y los contraculturales. Si un madero o Cristina Cifuentes pueden disfrazarse de antisistema –con mayor o menor éxito, normalmente da ascopena de verlos, debería existir una comisión de estética con personal shoppers de guardia y apuntarnos sus números en el brazo, al igual que hacemos con los abogados de la comisión de legal– es porque los looks antisistema se dan de facto. ¿Os acordáis de aquel reportero de Intereconomía en la Acampada Sol comentando que “por aquí no se ve a ninguna persona de derechas”? Pues eso.
Y como de momento a esta Jane Goodall no le han entrado las ganas de infiltrarse en una mani del Foro de la Familia para analizar especímenes del reverso tenebroso en su hábitat natural, he decidido centrar mis esfuerzos en analizar lo que estos ojitos vieron durante el 12M15M. Llamémoslo look de izquierdas. Sí, no os echéis las manos a la cabeza. No tengáis miedo a llamar a las cosas por su nombre, que eso de la inclusividad y el “aquí cabemos todxs” está super out. Tan out como las pancartas con palito. El accesorio estrella de esta temporada son las pancartas con cuerdecita para llevar colgadas de la mochila, y los paraguas-sombrilla con octavillas a modo de charms. Sin duda hemos ganado en comodidad con respecto a hace un año.
Y si hace un año era apabullante la densidad de pantalones colganderos por metro cuadrado, más apabullante ha sido, en esta ocasión, y con la llegada de las buenas temperaturas, la proliferación en el seno de las protestas del 12M15M de esa tribu a la que llamo Beliebers revolucionarias.
Por su uniforme las reconoceréis: en la cara llevan pintado un “#15M” gigante y a veces margaritas. Visten zapatillas de basket, mochililla de cuerdas, vaqueros cortos y tank top. Se desgañitan coreando los lemas y las canciones que se traen preparadas de casa. Da gusto oírlas, aunque los militantes históricos las miren con recelo por una mera cuestión de puretismo. “Maldita posmodernidad” piensan. Sí, os hablo de esos señores barbudos enfurruñados, que visten de colores parduzcos y tristones porque el compromiso político es incompatible con ir guapo por la vida, eso es así. Lo primero es la lucha, cuando consigamos derrocar al sistema ya si eso nos paramos a pensar en qué nos ponemos. Y, hablando de ello, un consejo para cuando llegue el apocalipsis del capitalismo: haced por que os pille con una muda limpia. Vuestras abuelas estarán orgullosas (y tranquilas, que es lo importante).
*filosofafrivola.blogspot.com.es
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