- VIVIENDO EN 20 METROS CUADRADOS. La señora Luisa Martín (izq.) y Adelaida Salas, las más longevas de la corrala / Fotos: Juan Carlos Rojas
“¡De aquí no nos vamos!”, aseguran
las ocho vecinas del 7 de Ventorrillo,
en el barrio de Lavapiés, que siguen
- VIVIENDO EN 20 METROS CUADRADOS. La señora Luisa Martín (izq.) y Adelaida Salas, las más longevas de la corrala / Fotos: Juan Carlos Rojas
“¡De aquí no nos vamos!”, aseguran
las ocho vecinas del 7 de Ventorrillo,
en el barrio de Lavapiés, que siguen
resistiendo al desalojo de sus viviendas,
muchas de ellas de apenas 20
metros cuadrados. Las mujeres tienen
una edad comprendida entre los
45 y 84 años y llevan toda la vida en
la antigua corrala. “Antes éramos 45
inquilinos, éramos como una familia,
por lo bueno y por lo malo”, cuenta
María Solís, una de las vecinas. “En
el patio se celebraban los cumpleaños
y se jugaba a las cartas”, recuerda.
Ahora la fachada permanece cubierta
con una red verde y los obreros
derriban las paredes y los tabiques
de los pisos ya vacíos.
El año pasado, el edificio, perteneciente
al Conjunto Histórico de la
Villa de Madrid y del Área de Rehabilitación
Preferente del barrio de
Lavapiés, fue comprado por la inmobiliaria
Sistema 23, que quiere reformar
el inmueble para ofrecer al mercado
pisos más amplios y caros.
Desde entonces les han hecho la vida
imposible a las vecinas a base de
golpes, ruido, polvo y suciedad.
“Ésta no es una lucha política, ni
personal, es una lucha social por
nuestros derechos”, afirma Chelo,
inquilina del edificio. “No somos valientes,
es pura necesidad, hay que
levantar la voz contra la especulación
inmobiliaria”, agrega. Su vivienda
se encuentra en la tercera
planta, junto a las de su hermana
Esperanza, que vive con la hija y
Ángela, su madre. A esta última le
ofrecieron 2x1: mudarse junto con
su hija y su nieta a una casa con una
habitación menos. Ni ella ni Ernestina
aceptaron. “Hemos aguantado
una guerra, una posguerra y ahora
aguantaremos también esto”, explican
las más longevas de la corrala,
Adelaida Salas y Luisa Martín, de
82 y 83 años respectivamente. Luisa
vivió en este edificio con toda su familia
desde 1937. “Llevo aquí toda
la vida y ahora ¿qué soy? ¿Una okupa
en mi casa? Soy una Pasionaria”,
afirma la señora Luisa. Las vecinas
del Ventorrillo han contratado abogados
y han pedido ayuda a la cámara
oficial de inquilinos de Madrid
y al Defensor del Pueblo. Están en
marcha varias iniciativas de apoyo:
se han presentado denuncias ante
el Área de Gobierno de urbanismo
e infraestructuras del Ayuntamiento
de Madrid y el mes pasado, en los
locales del Sindicato de Oficios
Varios de Madrid, la CNT organizó
un debate sobre mobbing y especulación
urbanística centrado en ‘el 7
de Ventorrillo’ como forma de solidaridad
con las afectadas.
Todas a una
La mayoría de las mujeres tienen
contratos de alquiler de renta antigua
que les permiten vivir en sus 20
metros cuadrados con sus bajas
pensiones. Son contratos indefinidos
por lo que no se las puede
echar. El problema es para las que
firmaron un contrato después de
1985, cuando se aprobó la ‘ley
Boyer’ por la que se puede echar a
un inquilino avisándole con dos meses
de antelación. Éste es el caso de
la señora Luisa, de Consuelo –que
perdió el juicio el 19 de septiembre,
pero ahora está en vía de recurso– y
de Ramón, el antiguo portero que
ahora está postrado en la cama.
“Todavía no hemos recibido ninguna
notificación y sigo pagando el recibo”,
cuenta María Jesús, que se
ocupa de su padre Ramón. “Es una
especulación pura y dura: no han
hecho ningún arreglo. En cambio
tengo grietas en las paredes”, dice.
Entre todas las vecinas sólo existe
una regla: no se hace nada que no
quieran todas. Han compartido toda
su vida en la corrala, ahora comparten
la resistencia frente a la especulación
inmobiliaria.
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