Rigurosamente incierto
Sochi: homofobia 'on ice'

Los juegos olímpicos de invierno se han inaugurado con polémica por la represión de la diversidad sexual que practica sistemáticamente el Gobierno de Putin. Una homofobia más sutil ha llegado de parte de ídolos del patinaje, una disciplina que ha aprovechado la ocasión para tratar de retirarse el sambenito de "mariquita".

10/02/14 · 14:07

Como ya sabrán, la localidad costera de Sochi, ciudad de vacaciones al borde de todo lo negro (me refiero al mar), el lugar donde Stalin colocara su dacha favorita Villa Purga y donde Putin veranea, recibe a la élite del patinaje artístico internacional. Seres heteros, digo etéreos, que nos deleitan a las aficionadas del deporte reina con sus cabriolas efectistas, como la aguileña Toe Loop o la peonzática Camel Spin. Movimientos vistosos que se ven subrayados por unas lentejuelas aquí, un pantalón ajustado allá y una capa chillona que acaba casi siempre agitada por una banda sonora que está entre un recopilatorio de los 80 de Teletienda y unas fiestas del Orgullo. Vaya, una cosa como muy marica que parece maridar muy mal con el vodka.

Porque si algo ha dejado claro el Gobierno ruso es que sus leyes no bromean e institucionalizan la represión del feminismo, de la disidencia política y, en este caso, de la homosexualidad al perseguir la “propaganda gay a menores” y acabar bloqueando muestras de afecto y de defensa, justificando la violencia social. Ahora bien, lo que queda un poco más turbio es la reacción de los y las patinadoras visitantas. Después de investigar descubro horrorizada que el patinaje artístico ha sido uno de los deportes más reacios a condenar las políticas antigay rusas. Y que ese silencio se corresponde además con una sutil homofobia interna en la disciplina que intenta por todos los medios quitarse el sambenito de mariquita (algunas no saldríamos de casa) subrayando los aspectos atléticos y favoreciendo una vestimenta más austera.

Claro que los silencios atraen a los bocazas, bocazas como el patinador Jeremy Abbot, que causó gran polémica cuando al ser preguntado por las leyes antigays salió con una reflexión sobre interiorismo: “Yo no voy a ir a casa de alguien en plan: 'Uhm, no me gusta nada como la has decorado'” (gays apaleados = papel de pared chillón). Así como el famosísimo y ya retirado Johnny Weir, una verdadera estrella gay de la pista helada que nos dejó del mismo estado (heladas) al afirmar que no haría boicot aduciendo desde respeto al folclore nacional hasta que Elton John también iba a ofrecer un recital en breve y terminando con que a él, allí, nunca le habían pegado. Y si eso lo dice una diva que no dirá nuestro simpático heterazo Javier Hernández, ganador europeo, abanderado de la comitiva española, quien quitó hierro con las siguientes palabras: “Mejor que los homosexuales se corten un poco estos días de los Juegos y luego que sigan con su vida”. Vamos, lo de siempre: maricones, cortarse, que esto no es Chueca.

Si a eso le sumamos la actuación inaugural de las TATU y que cualquier uniforme de colorines se ha tomado como un guiño a la bandera gay, una no puede estar más confusa. Así que para no marearlas voy a dejar unos elementos para el debate: los deportistas, a pesar de llevar los colores nacionales hasta en el tanga, no son políticos pero representan simbólicamente a los países; los deportistas son personas, los gays y lesbianas son también personas. Mi conclusión: los países y las personas no deberíamos dar la espalda al sufrimiento de los demás aunque lo hagamos ejecutando un movimiento bellísimo.

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comentarios

2

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    LM
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    12/02/2014 - 9:08pm
    Creo que era de coña
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    guinaldo
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    12/02/2014 - 10:04am
    No me parece nada profesional tachar al patinaje de marica. El tono del articulo es bastante despectivo al respecto y no se corresponde con el mensaje de tolerancia que entiendo la autora quería dar.
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