Los sindicatos sujetarán los cirios,
los empresarios mandarán coronas
de flores excusando su ausencia y
Botín realizará una discreta llamada
de condolencia a los más allegados.
Aunque se requiera invitación para
el velatorio del día 20 de noviembre,
tengan por seguro que no será una
velada emocionante y que quien
asista al besamanos lo hará sólo por
compromiso. Muchas de las caras
conocidas del PSOE ya han justificado
su ausencia y otros preparan
sus argumentos: “Esa noche tengo
una cena con los chicos de Enel” o
“no insistas, Alfredo, que no voy ni
loco” son algunas de las respuestas
de quienes hace sólo cuatro años
enarbolaron el archisabido “enhorabuena
y qué hay de lo mío”.

DESCANSE EN PAZ. “Es lo mejor para todos” parecen pensar los socialistas españoles. Foto: Moncloa.

No es que nadie quiera apuntarse
en las listas del PSOE para las próximas
generales; el ministro de
Interior, Antonio Camacho, el mismo
que considera un peligroso antisistema
a cualquiera que reciba golpes
por parte de la policía irá en las
listas porque, no en vano, es uno de
los pretorianos de Rubalcaba. Pero
hay unos cuantos socialistas que no
están dispuestos a soportar durante
cuatro años los triunfalismos de una
Soraya Sáenz de Santamaría o un
Cristóbal Montoro. Manuel Chaves*,
Alfonso Guerra, Carmen Calvo ya
han expresado que preferirían no hacerlo,
Elena Salgado le ha dicho a su
partido que prefiere un billete de ida
a Europa y dicen que el propio
Zapatero sopesa vivir la era popular
en casa.

Pero la cosa no pinta tan mal para
los que se queden. En fin, puede que
la bancada socialista se quede reducida
a su mínima expresión; puede
que más y más gente se convenza de
que lo mejor es que el PSOE se disuelva
de una vez; quizá se produzcan
otras engorrosas primarias de
ésas de las que surgen los tránsfugas
del mañana o comiencen a brotar casos
de corrupción como ajustes de
cuentas por parte de la competencia,
pero nadie les quitará lo bailao a
quienes salgan elegidos. Una oposición
blanda, tiempo para cosechar
sueldos vitalicios y disfrutar de horarios
cómodos, sin responsabilidades
y por la sombra; una belle époque
después de la tormentosa gestión de
la crisis es lo que les espera a los que
se sumen al carro del perdedor.

Exceptuando a estrategas del futuro
propio, a nadie le apetece aparecer
por el velatorio del 20 de noviembre
y los que se apuntan dicen poco
convencidos que con Rubalcaba todo
es posible. Y algo de razón tienen,
porque es posible incluso que los periódicos
afines presenten al candidato
como un indignado con su propio
Gobierno a cuenta del techo del déficit.
Los milagros del maquillaje pueden
conseguir que de aquí al 20 de
noviembre el PSOE de Rubalcaba
parezca una candidatura con un programa
de Gobierno y, ¿por qué no?,
puede que aun consigan que nos creamos
que están listos para seguir. Al
fin y al cabo se trata de que las personas
que asistan al entierro pongan
cara de haber perdido algo.