De cómo un megacasino puede favorecer a la humanidad en múltiples formas y de lo cansado que es cuidar de un cachorro en Alcorcón.

Soñé que Eurovegas se quedaba en España, no se iba a Japón, donde comen pescado sin cocinar (qué prehistórico), las prostitutas sólo cantan, te sirven sake y bailan muy lento (y aún así hay gente que paga por eso) e iban con los nazis en la Segunda Guerra Mundial.
En mi sueño la decisión de Sheldon se dirimía en un duelo final entre Ignacio González y un señor de Japón, pongamos que era el emperador o algo así que suene épico porque la batalla fue épica, salía Mazinger Z y todo. No les quiero aburrir con los detalles escabrosos de la pelea, como que en el momento en el que creía que Nacho había perdido resucitaba milagrosamente y empuñaba la katana del japonés (chino en España) hundiéndola en su cráneo y desgajando en dos la figura del frágil nipón que otrora se alzaba victorioso en su traje de robot japonés del futuro. Las vísceras caían y Nacho, victorioso, engulló el corazón de su oponente mientras éste yacía inerme. Así fue como nació Conan, al grito de ¡Viva Las Vegas!
Entonces Adelson corrió hacia Ignacio y justo antes de fundirse en un tórrido beso musitó “oh, Ignacio, bájame los impuestos que no me apetece tributar como el resto del mundo” e Ignacio lo hizo porque el amor es más fuerte que Hacienda. Mientras tanto yo, en el sueño, me comía un yogur helado mirando hacia otra parte porque entendía que un momento en el que dos personas hablan de impuestos es un momento íntimo para una pareja.
Diez años después (que en mi sueño parecían cinco segundos) Eurovegas estaba en marcha y ¡oh, qué época más gloriosa! Era un sueño mío pero parecía de Milton Friedman. Ningún trabajador dado de alta en la Seguridad Social, Sheldon Adelson tributando lo que le daba la real gana, gente blanqueando dinero y Alcorcón feliz porque por fin el índice de paro había descendido. Los croupiers repartían cartas, los de seguridad velaban por la seguridad y los ingenieros ingeniereaban por Alemania (Aquí se nota que es un sueño, los ingenieros españoles ponen cafés en Alemania).
Tampoco había sida, se inventó una vacuna contra el cáncer, las mujeres superaron el techo de cristal y el baño se limpiaba sólo. El mismo dios lo tachó de recuperación milagrosa, de panacea universal y de hostia en verso, y nos regaló por nuestro buen comportamiento un cachorrito. Lo saco yo a hacer sus cosas porque el resto del mundo se cansó a la segunda semana del puto perro de los cojones que no hace más que morderme el sofá y llenarme de babas.
Fue una época dorada literalmente porque abrías el grifo y manaba oro. Esto, no lo negaré, era un pelín incómodo. A ver, que el primer día te hace ilusión pero ya no hace tanta gracia cuando te vas a lavar un corte en la mano.
Pero ya saben, cuanto más brilla una ciudad más profundas son sus sombras. Apareció por entonces Stalin 2, una versión mejorada y con más bigote de Stalin, que amenazaba nuestra sociedad perfecta sin desigualdades sociales con comunismo. El comunismo es, para aquellos que no estén familiarizados con el término, un señor de Cuenca que quiere que todos seamos pobres para que él no parezca que lo es. Afortunadamente, Sheldon se había podido construir un traje metálico con los beneficios de Eurovegas y derrotó al comunismo. Toda la humanidad bailó fraternalmente agarrada de la mano y dios nos regaló otro cachorrito. Esta vez el resto del mundo se superó a sí mismo y no se cansó del perrito a la segunda semana, ocurrió en la primera. Putos cachorritos.
También soñé que Madrid ganaba los Juegos Olímpicos.
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