El sistema de producción capitalista, así como el
modelo de consumo que de él se deriva, es
incompatible con el respeto al medio ambiente.
La construcción supone nada
menos que el 13,2% del
PIB en el Estado español.
Pero bajo esta cifra aparentemente
positiva, ¿qué se esconde?
Tomando el ejemplo de la
construcción, recorreremos qué
implicaciones ambientales tiene el
modelo de producción capitalista
sobre el medio ambiente.
PRODUCCIÓN A GRAN ESCALA
Actualmente se está alcanzando
una cada vez mayor especialización
regional en la producción, junto con
una “deslocalización productiva”.
Aquí nos estamos especializando
en la “producción inmobiliaria” a
partir de materiales (y compradores)
venidos de todo el mundo. Y todo
ello está suponiendo un transporte
de mercancías a distancias y
en volúmenes crecientes.
Tremendamente asociado al urbanismo
desaforado y al crecimiento
del transporte, vemos cómo las
carreteras proliferan por doquier,
acabando con numerosas especies.
Pero no sólo se transporta por carretera,
gran parte del comercio internacional
se hace por barco (y
avión), que requieren la construcción
de superpuertos y aeropuertos
cada vez más impactantes.
El mayor problema del transporte
motorizado es el aumento de
emisiones de CO2 (el principal causante
del cambio climático), además
de otros compuestos responsables
de la lluvia ácida y de otros
contaminantes atmosféricos.
En lugares alejados de los centros
de consumo, la producción implica
que los bienes deban ser empaquetados,
con lo que la producción de basura
no para de crecer. Y el transporte
de los productos a mayores distancias
aumenta el riesgo de accidentes.
Además se está sustituyendo la pequeña
producción, con un alto grado
de integración en el medio, por la
producción a gran escala, que es
fuertemente impactante. ¿Dónde
quedaron esas construcciones con
materiales de la zona?
El actual modelo urbanístico también
es incompatible con la autosuficiencia,
de manera que la producción
a escala mundial de alimentos
produce la especialización regional
en monocultivos. Éstos suponen la
pérdida de diversidad biológica. Por
otra parte, el sistema agrícola y ganadero
industrial conlleva la utilización
indiscriminada de pesticidas y
abonos químicos que están contaminando
los campos de cultivo y las
aguas; además de suponer la utilización
irracional de recursos hídricos.
En la ganadería, se maltrata a los animales
y se les alimenta con cualquier
cosa que les haga engordar lo más
rápido posible (hormonas, piensos
animales). Las consecuencias sobre
el medio y nuestra salud están saliendo
continuamente a la luz: vacas locas,
pollos con dioxinas...
CONSUMO DESMESURADO
Para su expansión, el sistema capitalista
necesita el continuo aumento
del consumo. Y las segundas
viviendas y subsiguientes, así
como el turismo, también son formas
de consumo.
Este consumo desaforado produce
que los recursos naturales se utilicen
hasta su agotamiento, como está
ocurriendo con muchas maderas tropicales
utilizadas en la construcción,
presionando fuertemente sobre los
ecosistemas (las especies silvestres
se están extinguiendo casi 10.000 veces
más rápido de lo que lo harían de
forma natural). Las consecuencias
inmediatas son la ruptura del equilibrio
de los ecosistemas y la pérdida
de la información que contienen.
Además, más consumo supone
más basura (en los Estados del
Centro, la generación se ha casi triplicado
en los últimos 20 años).
Basura que luego termina ocupando
grandes extensiones o siendo
incinerada (con la liberación de
dioxinas y otros contaminantes).
Por último, se está produciendo un
mayor desplazamiento de la población
hacia los núcleos urbanos (en la
actualidad algo más del 30% de la población
mundial habita en núcleos
urbanos que superan el millón de habitantes,
y en el Centro la cifra supera
el 75%). Las ciudades requieren
para su funcionamiento de un gran
aporte de recursos externos y generan
una gran cantidad de residuos,
siendo una forma de vivir fuertemente
agresiva con el medio.
POLUCIÓN EXTERNALIZADA
La brecha entre Centro y Periferia,
lejos de reducirse, está aumentando.
Una de las repercusiones de este proceso
en la Periferia es una mayor presión
sobre sus ecosistemas, donde se
puede decir que el Centro tiene contraída
una inmensa deuda ecológica.
Y el urbanismo refleja esta deuda al
utilizar la mano de obra barata que
migra desde la Periferia y al basarse
en recursos baratos de esos mismos
países, donde también impacta el
cambio climático, producido principalmente
por los países ricos.
Desde los organismos que regulan
el comercio internacional (FMI, BM,
OMC, G-8...) se está obligando a dirigir
las economías de la Periferia hacia
la exportación de sus recursos, a
los que se somete a una explotación
salvaje. Una de las consecuencias es
la creciente desertificación del suelo.
Además, las desigualdades existentes
están obligando a los Estados
de la Periferia a poner legislaciones
ambientales muy laxas para atraer a
las multinacionales. Así, lo que en el
Centro está prohibido o muy mal visto
se externaliza a la Periferia. Estos
procesos también están teniendo un
efecto rebote sobre las normativas
ambientales del Centro.
BENEFICIOS A CORTO PLAZO
El predominio del ámbito económico
supone que las decisiones políticas
que se adoptan se centren en la obtención
de beneficios monetarios, relegando
los aspectos sociales y ambientales
a un segundo plano. Esto
es meridianamente claro cuando vemos
las reformas en curso de las leyes
del suelo en las distintas comunidades
autónomas, o cómo los ayuntamientos
recalifican todo lo recalificable
para que pueda ser edificado.
Por otra parte las multinacionales
tienen cada día más poder, que utilizan
para obtener más beneficios a
costa de cualquier cosa.
Desde la esfera económica es lógica
la dinámica destrucción-reconstrucción
en la que se centran las políticas
‘ambientales’ que emanan de
los distintos poderes. Una lógica que
choca con la irreversibilidad de muchos
de los desastres ambientales.
Pero no sólo eso, también es fundamental
que los parámetros que utilizamos
para medir el avance de nuestras
sociedades son económicos (el
aumento del PIB por encima de cualquier
otro), y estos indicadores suelen
dar señales positivas con la destrucción
del entorno (por ejemplo, el
PIB aumenta con la quema de un
bosque y la recalificación posterior
del suelo como urbanizable).
Dentro de la economía, la financiera
ha cobrado un papel absolutamente
predominante. El boom inmobiliario
español está íntimamente relacionado
con la economía financiera,
que está invirtiendo en m2 por ser
lo que está dando tasas de rentabilidad
mayores. Podría parecer que la
especulación en bolsa tiene poca incidencia
sobre el medio, pero no es
así: si la economía productiva busca
el beneficio a corto plazo, la financiera
extrema los plazos cortos. Esto implica
que se deban mover cantidades
muy grandes de dinero constantemente
y sin importar dónde se invierten
ni de dónde se retiran. La preponderancia
de la economía financiera
es la que explica las recientes
crisis, que suponen la destrucción de
gran parte del sector productivo y
arrojar a la pobreza a cientos de miles
de personas y a Estados enteros.
La relación entre pobreza y subordinación
respecto al Centro y degradación
ambiental es directa.
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