La entrevistada repasa la coyuntura política de Brasil en torno a las elecciones de 2010 y los principales retos del MST para construir una Vía Campesina Internacional.
DIAGONAL: ¿Cómo valora el
MST la coyuntura política brasileña
actual?
ROSANA FERNÁNDEZ.: El contexto
de lucha de clases en Brasil
continúa cada día más fuerte, especialmente
desde los años ‘90, en
que [el entonces presidente] Collor
de Mello inició el proceso privatizador
que luego continuó
Cardoso. La llegada de Lula a la
Presidencia supuso una conquista
de la clase trabajadora. Sin embargo,
la esperanza que el pueblo organizado
del campo y de la ciudad
tenía, se esfumó cuando la política
gubernamental dio continuidad al
proyecto neoliberal, incentivando
aún más la especulación de las
empresas, bajo el dominio del capital
financiero internacional. En
el caso del campo, se había comprometido
a llevar a cabo la reforma
agraria. Pero estamos llegando
al final del segundo mandato y
los asentamientos que se han conseguido
para las familias han sido
conquistados mediante la lucha
permanente. La reforma agraria
prometida se ha quedado en mero
discurso.
A la vez, las grandes empresas
nacionales e internacionales están
acaparando más tierra para monocultivos
de exportación (caña,
eucalipto, pino, soja...) por no hablar
de las grandes áreas de experimentos
con transgénicos, de soja y
maíz. Todo esto apoyado con ayudas
fiscales, para continuar explotando
los bienes de nuestro país.
D.:¿Cómo veis el futuro electoral
en Brasil?
R.F.: Es pronto para tener una visión
clara del proceso electoral de
2010. Hay muchas especulaciones
sobre posibles candidaturas, tanto
de extrema derecha como de la izquierda.
El Partido de los Trabajadores,
la izquierda gobernante,
mantiene el propósito de asegurar
un sucesor para Lula. Sin embargo,
la derecha se está articulando
con fuerza para evitarlo.
Creemos que el proceso electoral
debe ser entendido como una
estrategia dentro del proyecto de
transformación social que anhelamos.
Podemos acumular fuerzas
conquistando algún gobierno, sea
municipal, de Estado o federal, pero
sin la pretensión de que sea ahí
donde se resuelva el problema de
la clase trabajadora. Aprovecharemos
el momento electoral para politizar
el debate y evidenciar un
proyecto popular para Brasil,
construido por varias fuerzas de
la izquierda.
D.: ¿En qué nivel de desarrollo se
encuentra la reforma agraria?
R.F.: En Brasil no existe política
de reforma agraria. Lo que ha
existido han sido políticas de asentamientos,
como respuesta a la
presión que los movimientos sociales
hacen para que el Gobierno
federal adquiera latifundios, a través de la compra directa o la expropiación.
La lucha por la tierra es una constante
en la historia brasileña. Entendiendo
que la sola conquista de
la tierra no resuelve el problema de
los agricultores, es necesario que
haya una política de reforma agraria
en la que se garanticen los subsidios
para la producción, créditos
para infraestructuras, vivienda digna,
educación, salud, ocio... Un conjunto
de cuestiones necesarias para
que una familia pueda vivir en la
tierra conquistada.
D.: ¿Cómo valoran las jornadas de
lucha que organizaron en el mes de
agosto en todo el país?
R.F.: Fue otro paso importante por
recolocar la cuestión de la reforma
agraria en el debate público, implicando
al Gobierno. Hubo logros políticos
importantes, como la expropiación
de un área emblemática del
Estado de Minas Gerais en la que
habían sido asesinados cinco compañeros,
la fazenda Alegria.
D.: Ante el panorama mundial de
deterioro ambiental, ¿qué dificultades
y qué líneas de trabajo tienen
para fomentar la agroecología?
R.F.: Ésta es una cuestión muy
compleja. Es necesario entenderla
dentro de todo un proyecto de reforma
agraria popular que estamos
debatiendo, en el marco general
de la relación del ser humano
con la tierra, con todas las formas
de vida. Es un debate que, en
primer lugar, cada compañera y
compañero necesita mantener en
su propia conciencia, ya que hemos
sido formados en la visión capitalista
de explotación de los
otros seres y de la naturaleza. Es
necesario deconstruir algunos vicios
y reconstruir nuevos valores.
Otro elemento es la formación y
capacitación técnica en la línea
agroecológica, que es preciso intensificar,
especialmente formando
a jóvenes agricultores para poder
esparcir la idea en la práctica
en las áreas de asentamientos.
También el propio Gobierno debería
crear políticas de incentivos
para este tipo de producción en la
agricultura familiar y campesina.
D.: Es frecuente escuchar noticias
sobre la violencia policial en las
favelas. Menos frecuente es tener
noticias sobre la represión en el
campo. ¿Qué tipos de violencia sufren
las personas sin tierra?
R.F.: La primera violencia es la negación
del derecho a la tierra, garantizado
en la Constitución. A
partir de ahí, la violencia llega de
mano de las fuerzas represoras del
Estado contra quienes buscan,
mediante la organización social,
ejercer ese derecho. Todos los movimientos
sociales sufren de alguna
manera violencia institucional.
El MST, desde su origen, sufre violencia
directa de las milicias armadas
privadas de los terratenientes
o de la propia policía cuando desaloja
los latifundios ocupados.
Si hablamos de violencia física,
registramos altos índices de
muertes, masacres de trabajadores...
Pero existe también una
violencia psicológica, para disuadir
a las personas de organizarse.
Es la satanización del movimiento
organizado, tachando de
alborotadores a quienes forman
parte de él. Este tipo de violencia
la ejercen sobre todo los medios
de comunicación de masas.
Además, sufrimos la criminalización
de los movimientos sociales
y de sus líderes. Ahora están
tramitando en el Senado y la
Cámara Federal una propuesta
de fiscalizar todas las entidades
jurídicas del MST para imposibilitar
cualquier colaboración con
instituciones gubernamentales
en favor de los trabajadores.
D.: ¿Cómo os planteáis las relaciones
con los movimientos sociales
urbanos?
R.F.: Uno de los grandes desafíos
que tenemos como clase trabajadora
brasileña es la unidad
del campo y la ciudad. De hecho,
el MST está construyendo relaciones
políticas con distintos movimientos
urbanos. Creemos que
son grandes defensores de la lucha
por la tierra, especialmente
las centrales sindicales. Aunque
también es complejo hablar sobre
esto, porque en Brasil hay
una división enorme entre las organizaciones
de trabajadores. En
el campo, por ejemplo, existen al
menos 90 movimientos sociales,
y en las grandes ciudades, unas
siete centrales sindicales, además
de sindicatos y movimientos
autónomos.
D.:. ¿Qué líneas de acción tiene
previstas el MST?
R.F.: Son muchas y en diferentes
frentes. En primer lugar, construir
el Proyecto Popular para Brasil.
Para ello, defendemos no sólo el
reparto de la tierra, sino también
un nuevo modelo de agricultura
que produzca alimentos sanos para
el pueblo, cuide de las semillas
y sustituya los agrotóxicos por la
agroecología y la producción cooperativa.
Otra línea es elevar el
grado de escolarización en el campo,
desde la infancia a los cursos
de enseñanza superior.
Ampliar la fuerza social del movimiento
en número y en aumento
de la conciencia política e ideológica
es otra línea, articulándonos
con la clase trabajadora de América
Latina, especialmente en la
construcción de la Vía Campesina
Internacional.
D.: ¿Cuáles son para ti los motivos
para la esperanza
R.F.: Me gustaría responder a esta
pregunta con un poema de
Casaldáliga: Confesiones del latifundio:
Por donde pasé/ planté la
alambrada/ planté la quema provocada/
Por donde pasé planté la
muerte matada/ Por donde pasé
maté la tribu callada/ la siembra
sudada/ la tierra esperada... Por
donde pasé/ conforme a la ley/
planté la nada.
Los motivos para la esperanza
son los contrarios de las Confesiones
del latifundio de Casaldáliga:
la tierra para los sin-tierra,
el cuidado de la naturaleza,
el respeto a las etnias, los alimentos
saludables... plantar la vida.
MST, SIN PAUSA
El MST organizó en agosto
unas jornadas de lucha por la
reforma agraria con ocupaciones
de organismos públicos y
empresas de agronegocio,
entre otras acciones. Estas jornadas
se enmarcaron en el
seno de Vía Campesina Brasil
y centraron el foco crítico en
las políticas productivistas del
Gobierno del PT, especialmente
el impulso del agronegocio
en detrimento de la agricultura
campesina, que supone el
75% del empleo rural.
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