Las calles están totalmente libres de propaganda electoral a dos semanas de las presidenciales más trascendentales de la historia de Rusia. Como si los partidos, expectantes ante el evento, quisieran evitar cualquier conato de revuelta o ver mancillados sus carteles electorales. Además la gente “sabe” que está todo decidido de antemano.
- Manifestaciones en Bruselas contra el fraude electoral de diciembre en Rusia. Foto: Max Mayorov.
En la campaña de los grandes medios y en la subcampaña de internet los principales candidatos se alejan de los movimientos de protesta: se ensancha la brecha entre clase política y pueblo y se reduce la distancia entre Putin y los demás candidatos.
En esta subcampaña las fuerzas putinistas, organizaciones abiertamente afines a Rusia Unida y otras “populares”, echan balones fueras agitando el fantasma de una revolución naranja conducida por el tándem Obama-Clinton que conduciría a un caos similar al del 93, cuando los tanques bombardearon el parlamento y la represión dejo unos 124 muertos oficiales y el el posterior caos socieconómico. Algunos videos dicen incluso que los que no aceptan los resultados del 4 de diciembre y protestan están buscando una víctima mortal para justificar una posterior revolución.
Este discurso surge del nacionalismo nacido en torno a la figura de Vladimir Putín, que conjuga una visión idealista de la época zarista con una nostalgia despolitizada de la URSS: la necesidad de una Rusia fuerte frente a EE UU y la incertidumbre de una Rusia sin Putin. Esto al fin y al cabo refuerza el sentir popular sabedor del fraude electoral: no hay alternativa.
El otro frente alternativo son los mítines y distintas formas de manifestaciones: mientras se acusa a la oposición de recibir dinero del extranjero, los partidarios de Putin viajan gratis a los mítines de Moscú, como el de la colina Poklonnaya del 4 de febrero, donde se reunieron unas 80.000 en una concentración organizada para 15.000. Putin personalmente se ofreció para abonar la sanción administrativa de … 25 euros. ¿Más circo? Tres jóvenes de una organización putinista que disfrazadas de hamster protestaban frente a la embajada estadounidense sufrieron una “detención blanda”.
Según las encuestas oficiales, Putin va en cabeza y su popularidad aumenta, lo que aleja la posibilidad de una segunda vuelta. Su discurso televisivo es de natalidad, justicia social y fuerza, mientras su partido baraja algunas medidas electorales como la recuperación de la “organización juvenil pioneros” y la eliminación del examen estatal de acceso a la universidad.
Los otros candidatos
Segundo es estas encuestas es el independiente Mijail Prorojov, antiguo líder de “Pravoe” (Causa Justa), joven gigante de 2,05 metros que tiene intereses en la metalurgia, la automoción (va a lanzar un cohe hibrido ruso en 2013) y el baloncesto. Su discurso se centra en la lucha contra la corrupción y la lucha elaborar leyes por la incompatibilidad entre cargos públicos y negocios.
Le sigue Gennadi Ziuganov, con el mencionado programa del Partido Comunista y dispuesto a aceptar en su gobierno a gente de “Cpravedlivaya Rossia” (Rusia Justa) comandado por Mironov. Estos, a pesar de distanciarse del movimiento ;Elaya Lenta, apoyan a la “Liga de los Votantes”, movimiento nacido el 18 de enero por iniciativa del bloguero Alexei Novalny y otros 15 intelectuales y “personalidades no políticas” de Moscú y san Petersburgo orientadas a vigilar los comicios del 4 de marzo. Alexei destaca la importancia creciente del voluntariado y el activismo, reflejada en el seguimiento de los actos de protesta y la colaboración frente a Putin.
Su reto es controlar los 97.000 distritos electorales. Esta oposición sin partido reunió el 4 de febrero a unas 60.000 personas en la plaza Bolotnaya, epicentro de las protestas por unas elecciones limpias.
Cabe mencionar también a Zhinirovski, por el Partido Democrático Liberal y con un discurso ultranacionalista cercano a la xenofobia, que refleja muy bien el nacionalismo nostálgico de superpotencia que viven los líderes rusos: pide la gratuidad de los tratamientos de fertilidad para aumentar la natalidad, pues la tendencia demográfica negativa es una de las principales preocupaciones estratégicas.
Nadie es capaz de anticipar lo que sucederá no el 4 de marzo, sino el 5, y a la mayoría parece que le da igual.
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