Las presiones del mercado llevaron al sector textil, un
campo en el que el 80% de los asalariados son mujeres,
a ensayar una liberalización que ha multiplicado
los beneficios de los grandes productores y expandido
un modelo de producción basado en la presión sobre
los salarios y la constante amenaza de la deslocalización
de fábricas. Desde hace más de una década
ONG y sindicatos denuncian las condiciones de trabajo
en los suministradores que trabajan para compañías
como Inditex, Carrefour o El Corte Inglés.
Desde que en 1764 el británico James
Hargreaves inventara la Spinning
Jenny, una máquina hiladora
multibobina que propulsó la Revolución
Industrial y la conversión de miles
de agricultores en obreros urbanos,
la industria textil ha servido como
laboratorio de las distintas fases
del capital. No resulta extraño, por
tanto, que la actual crisis en el sector
del textil comenzase unos años antes
del hundimiento de Lehman Brothers.
En el sector del textil y la confección
el comienzo de la crisis se fecha
en 2005, año en que se extinguieron
los últimos acuerdos multifibras,
destinados, a juicio del ex jurista de
Naciones Unidas, Alejandro Teitelbaum,
a proteger las inversiones del
capital. Estos acuerdos quedaban superados
por el Acuerdo sobre Textiles
y Confección (ATC), firmado en
2004 y que supuso la liberalización
del sector y la multiplicación de las
maquilas.
Desde entonces, la producción
de tejidos y ropa en China y
otros países como Hong Kong, México,
India o Bangladesh compiten con
la Unión Europea y Estados Unidos
con una fórmula basada en salarios
bajos, que se sitúan en torno al 5 o
10% de lo que se cobra en países desarrollados;
plazos cortos de entrega
(que se consiguen gracias a jornadas
de 14 y hasta 18 horas); horas extras
que a menudo no se cobran, y represión
de los sindicatos o de iniciativas
de Negociación Colectiva. Este modelo
de producción, que describió
hace diez años la periodista Naomi
Klein en el libro No Logo, el poder de
las marcas ha modificado el sector
de forma que, como explica Isidor
Boix, secretario de Acción Sindical
Internacional de la Federación de
Industrias Textil-Piel, Químicas y
Afines de CC OO, “en estos momentos
el mercado del vestido en los 30
países más desarrollados se cubre
esencialmente con la producción de
160 países en vías de desarrollo”.
Boix ha explicado a DIAGONAL
que el final de los acuerdos multifibras
supuso “la continuación de un
proceso de reconversión industrial”
por el que las pequeñas y medianas
empresas han visto reducido su papel
en el mercado frente a las grandes
corporaciones, capaces de distribuir
masivamente productos a muy
bajo coste. Según refiere el informe
Pasen por caja de la campaña ropa
limpia, el mismo tipo de pantalón de
vestir que en los años ‘80 se vendía a
23 euros en una gran superficie hoy
puede encontrarse por menos de
cuatro. El resultado de la liberalización
ha sido que empresas como
Inditex, que agrupa a ocho marcas
de las que Zara es la más conocida,
han crecido de forma espectacular
en este periodo. En 2001, Inditex,
propiedad de Amancio Ortega, tenía
un valor en bolsa de 9.160 euros, a
día de hoy esta cifra ha ascendido
hasta 32.637,5 millones. Mientras las
tiendas de moda se expanden por el
mundo, la producción de su ropa
prosigue el proceso de deslocalización:
“las empresas importantes subcontratan
cada vez más, deslocalizando
la producción hacia Portugal
y también hacia Marruecos, Turquía,
China o Bangladesh”, explica Boix.
La otra cara: paro en el Norte
Catalunya, València y Galiza son las áreas más importantes de los sectores del textil y la confección en el Estado español. En la comunidad gallega más de cien empresas han cerrado. Una gran parte de éstas producían prendas para el grupo Inditex, Adolfo Domínguez o Verino. El trabajo se acaba en las fábricas y talleres gallegos. En 2008 y 2009 se destruyeron 4.400 empleos, el 25% del total. En Catalunya, zona especializada en tejidos e hilos y primera productora del Estado, en dos años se han perdido 15.200 empleos en los sectores textil y de la confección. Más de 1.200 fábricas se han cerrado, 456 en el sector textil y 773 en la confección.
Mientras en campos como la construcción
se ha experimentado una leve mejoría en 2009 con respecto a
2008, la caída de empleo en el textil
y la confección se ha acelerado a lo
largo del último año. Como refiere
Boix, en mayo de 2010 el trabajo en
este sector ha caído un 9% con respecto
al año anterior. En 2004 había
232.000 personas trabajando en el
textil y la confección, en 2009 eran
casi cien mil menos.
Del Sur al Norte
A las malas cifras de empleo en el sector se suma que, tradicionalmente, la confección es un campo en el que la economía sumergida representan importante papel tanto en los países del Sur como en los del Norte. “Demasiadas veces desde la red de producción de las grandes marcas se producen subcontrataciones en cadena que llegan hasta la economía sumergida”, relata Boix, quien considera que por este motivo los compromisos de responsabilidad social corporativa deberían llegar “hasta el último eslabón de la cadena de producción” sea en el norte o en el sur.
Como señala Isidor Boix, un significativo
aumento de los salarios en
los países del Sur repercutiría poco
en el precio de las prendas, sin embargo
para las productoras seguiría
siendo imposible competir con los
salarios. Por ello, para Boix la solución
pasa por mejorar la eficiencia
de las empresas radicadas en
España, para lo que son necesarios
avances en los derechos sociales en
general y sindicales en particular.
Además, concluye este sindicalista,
“la acción en los países del Sur es
particularmente importante y sólo se
producirá al nivel que sería necesario
cuando los trabajadores del Norte
asumamos que nos interesa el avance
de los derechos en el Sur, cuando
la solidaridad se asuma como un elemento
esencial de la defensa de
nuestros propios derechos”.
La necesidad de mayor control
La mayoría de las empresas del sector textil se limitan a adoptar acuerdos que no les comprometen a sancionar a las empresas que incumplen sus códigos de conducta. Para la campaña ropa limpia, es necesario que las empresas participen de Iniciativas multipartitas (o Multistakeholder Initiatives) que incluyan auditorías independientes a las empresas subcontratadas, visitas sin previo aviso y entrevistas a los trabajadores en condiciones de confidencialidad.
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