LIBIA // CONTROL DE FRONTERAS, PETRÓLEO E INTERESES FINANCIEROS MARCAN LA POSICIÓN DE ROMA Y PARÍS EN EL CONFL
Tensión entre Francia e Italia

Los gobiernos de Francia e Italia se disputan el papel
de protagonista en la colonizacion de Libia mientras
complacen a sus electores más xenófobos.

- Análisis: El embrollo de la guerra en Libia

- Otra guerra por petróleo

20/04/11 · 8:00
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GUERRA EN LIBIA: Los rebeldes al inicio del Los rebeldes al inicio del conflicto conquistaron posiciones de Gadafi y se hicieron con tanques de las fuerzas militares.

La idea de “misión humanitaria” que
los países europeos están llevando a
cabo en Libia ha quedado muy clara
en las palabras del ministro de
Asuntos Exteriores italiano Franco
Frattini: “Reconocimos los rebeldes
de Bengasi como interlocutores –ha
explicado el político conservador– el
consejero delegado de [la petrolera
estatal] Eni, Paolo Scaroni está tomando
contactos con el Consejo nacional
transitorio para reanudar la
cooperación en campo petrolífero”.

Italia, que hasta el último ha intentado
salvar su relación privilegiada
con Gadafi (un vínculo que
ha consentido a Eni controlar la
mayor parte del flujo de crudo que
llega de Libia a Europa) ha cambiado
de bando con un solo objetivo:
garantizar su abastecimiento energético.
No podría ser de otra manera:
la Liga Norte, el partido xenófobo
que ejerce de socio principal del
desgastado Gobierno de Silvio
Berlusconi, ha dejado bien clara su
idea sobre las relaciones con
Tripolí: “No puede ser que los otros
países se lleven el petróleo y nos
dejen a los clandestinos” dijo un
portavoz de la formacion autonomista
en referencia a los refugiados
políticos. A unas semanas de
las elecciones municipales, la frustración
de los liguistas es máxima:
mientras miles de migrantes procedentes
del Norte de África siguen
desembarcando en las costas italianas,
ha fracasado el intento del ministro
transalpino de Interior, Roberto
Maroni (de la Liga Norte) de
quitarse el problema de encima enviándoles
a otros países. Se lo había
sugerido su líder Umberto
Bossi, que frente a los periodistas
propuso una sencilla solución: Los
inmigrantes? “Fuera por mis cojones”.

Mientras, Bruselas se negaba
a sostener las políticas del ejecutivo
italiano, Francia, preocupada
por el deseo de muchos norteafricanos
de reunirse con sus parientes,
simplemente decidió cerrar las
fronteras [ver análisis página 9].
La situación de Libia ha contribuido
a enfriar las relaciones entre París
y Roma: si en un lado de los Alpes,
Berlusconi, preocupado por sus varios
juicios, está a merced de su aliados
más xenófobos, por el otro,
Sarkozy ha decidido ganar popularidad
en los sondeos electorales desempolvando
la vieja idea de “grandeur”
colonial francesa, y guiñando
el ojo a los electores ultraderechistas
del Front National. Así que cuando
Paris ha protagonizado una intervención
militar bastante mal vista por
Roma (que quería favorecer una
transición de Gadafi con el fin de garantizar
sus intereses) el gobierno
italiano ha intentado poner piedras
en el camino de los franceses invocando
a la OTAN. Posteriormente,
Roma ha pasado al contrataque, buscando
cualquier manera para enviar
la mayor parte de los migrantes recién
desembarcados hacia Francia.
El resultado es una guerra sucia, que
se juega sobre la piel de miles de personas
que en estos días se amontonan
en la frontera de Ventimiglia, en
la costa de Liguria, y buscan cualquier
modo para cruzar el confín.

Los intereses de la guerra

En la intervención en Libia hay varios
intereses en juego. El más evidente
es el petróleo: Francia, excluida
de los contratos de extracción
durante el régimen de Gadafi, busca
otra oportunidad para sus empresas.
Pero no sólo: las participaciones
estratégicas de las entidades
financieras libias son el premio gordo
de la guerra humanitaria. Quien
se garantice un Gobierno amigo en
Trípoli podrá controlar, sólo en Italia,
participaciones empresariales por
más de 36.000 millones. Si a esto le
añadimos que en estas semana el ministro
de Economía transalpino,
Giulio Tremonti, está invirtiendo millones
de euros de dinero público para
evitar que dos empresas italianas
(el grupo lacteo Parmalat y la eléctrica
Edison) caigan en las manos de
inversores galos, el cuadro queda
más claro: tanto en los mercados financieros
como en el cielo de Trípoli,
Roma y París juegan una guerra que
es todo menos que humanitaria.

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El embrollo de la guerra en Libia

Brabo,
desaparecido

Al cierre de esta edición el fotógrafo
asturiano Manu Brabo
seguía desaparecido en Libia,
después de que el régimen de
Gadafi aseguróel 10 de abril
que no estaba entre los detenidos
que habían llegado a Trípoli
desde Bengasi. Según la
familia de este fotoperiodista,
la diplomacia española está
informando puntualmente
sobre su paradero, pero la falta
de una embajada en Libia dificulta
el trabajo de búsqueda
de Brabo. Se da la circunstancia
de que el Gobierno de Libia
había reconocido el viernes 8
de abril, que Brabo se encontraba
entre los detenidos y
había adelantado, a través de
un portavoz, que el fotógrafo
sería liberado «muy pronto».

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