IMPUESTOS // LA REBAJA BENEFICIA AL CAPITAL Y A LAS RENTAS ALTAS
Una solemne bobería

En plena explosión
económica y de los
beneficios empresariales,
el Gobierno propone una
desigual bajada de los
impuestos que pone en
peligro el gasto social.
¿Qué pasará cuando
lleguen las ‘vacas flacas’?

21/04/06 · 21:12
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Joan Mateu

Aunque en política ya no es
legítimo sorprenderse por
nada, resulta extraño que
el Gobierno haya anunciado
una nueva reforma fiscal que,
aunque sólo sea porque supone una
reducción de los ingresos públicos,
es retrógrada. Cuando la relación
entre los gastos públicos sociales y el
PIB es inferior en nuestro país a la
media de la Unión Europea en más
de seis puntos; cuando hace apenas
unos meses se desencadenó una
campaña propagandística sobre que
la sanidad pública era deficitaria (¿y
por qué precisamente la sanidad?)
para elevar los impuestos especiales
sobre el alcohol y el tabaco; cuando
se quiere desarrollar una ley de
Dependencia, cuya falla fundamental,
entre otras muchas, es que no va
acompañada de su correspondiente
presupuesto; cuando, en fin, son
tantas las carencias de los servicios y
las prestaciones públicas, no se entiende
cómo un Gobierno socialista,
que intenta parecer progresista y enmascarar
su conformismo y adaptación
al orden social vigente, se adentra
innecesariamente en el terreno
pantanoso de reducir los impuestos.

Si a ello además se añade que la
reforma proyectada en sus contenidos
vuelve a ser muy negativa, cuando
los empresarios contabilizan beneficios
exultantes y el sistema fiscal
se resiente de una gran regresividad
y de una escandalosa aplicación (el
fraude no se ataja y crece), el círculo
del disparate político se puede decir
logrado. La bobería de que bajar los
impuestos es de izquierdas ha hecho
mella en el Gobierno, y cobra solemnidad
si sobre todo son los impuestos
sobre el capital y las rentas altas
los que se reducen.

La pérdida de recaudación estimada
por el Gobierno es de 4.000 millones
de euros, repartidos en partes
iguales entre IRPF y el impuesto de
sociedades, que son las figuras afectadas
por el anteproyecto de la reforma.
En el IRPF, el impuesto progresivo
por antonomasia, se reducen los
tramos, de cinco a cuatro, y los tipos,
destacando la disminución del tipo
máximo del 45 al 43%. Se achata la
progresividad, al punto de que se ha
estimado que un tercio aproximadamente
de los 2.000 millones de pérdida
de recaudación beneficiará al
1,5% de los contribuyentes con rentas
mas elevadas. Por otra parte, se
unifican los tipos de todas las rentas
provenientes del capital (se empeñan
en llamarlas del ahorro, como si
fueran retribuciones al esfuerzo y no
a la riqueza) y desaparece la distinción
que hasta ahora existía entre las
plusvalías obtenidas en menos de un
año, que se computan como renta
anual, y las de más de un año, que
sólo cotizaban por el 15% (a los especuladores
hay que facilitarles su tarea):
a partir de 2007 todas las rentas
del ‘ahorro’ tendrán un tipo general
del 18%, cuando un contribuyente
con una base liquidable de sólo
17.360 euros anules pagará el 24%.
La fiscalidad de la vivienda no sufre
ningún cambio (las promesas electorales
para los alquileres se evaporan),
salvo la supresión de las ayudas
para los dos primeros años del
pago de las hipotecas.

En lo que se refiere al impuesto de
sociedades, con el pretexto de Europa,
se va a reducir progresivamente
en cinco años el tipo medio sobre
los beneficios, desde el 35% al 30%,
eliminándose para compensar algunas
deducciones, pero con el resultado
global de una pérdida de recaudación
de 400 millones por año, hasta
los 2.000 a partir de 2011.

Con las modificaciones de la nueva
reforma se ahondará la regresividad
del sistema fiscal después de
los retrocesos que introdujo el PP.
La hacienda pública vive un momento
dulce por la sistemática contención
del gasto y la evolución favorable
de los ingresos por el avance
del consumo y del sector inmobiliario.
Pero este momento dulce
tendrá fin más pronto que tarde, y
es así como se resalta la inmadurez
e improvisación del Gobierno socialista
al tomar una situación transitoria
como definitiva y al aprovecharse
de una situación favorable
para hacer demagogia, socavando
las posibilidades de redistribución
del sector público en el futuro,
cuando, como debe insistirse, son
tantas las demandas sociales insatisfechas.
La frase del pan para hoy
y hambre para mañana es de justa
aplicación en este caso.

LAS REBAJAS TRAMO A TRAMO

1979: NACE EL IRPF
La reforma de Fernández Ordóñez,
entonces en UCD, instaura tras el
Franquismo un sistema fiscal de corte
socialdemócrata por su carácter progresivo:
a las rentas se les aplica un tipo
impositivo más alto según sean más
altas. La reforma establecía 28 tramos.

1990: TIEMPOS NUEVOS
La primera gran reforma del IRPF por
parte del PSOE fue impulsada por José
Borrell. Esta reforma bajó la progresividad
del impuesto al reducir a ocho tramos
la tarifa. Al mismo tiempo, se rebajaba
el tipo máximo del 56% al 50%.

2003: 'I DID IT MY WAY'
La segunda y última reforma del IRPF
fijó cinco tramos y bajó el tipo máximo
al 45%. El PP consagró la diferencia de
tratamiento en el IRPF entre las rentas
del capital y las del trabajo, estableciendo
para las primeras un tipo único
del 15%. Como resultado, los rentistas
aumentaron sus ganancias un 5,8%,
según el Instituto de Estudios Fiscales.

1998: LLEGA RATO
El PP establece seis tramos y baja el
tipo máximo y el mínimo a un 48% y a
un 18% respectivamente. Como consecuencia
de ello, un 1% de contribuyentes
-los más ricos- se benefició de la
misma reducción global que el 56% de
los más pobres.

2004: EN CAMPAÑA
La propuesta electoral del PSOE contemplaba
eliminar los tramos del
para crear un tipo único. La propuesta
sigue como horizonte del programa
fiscal del actual Gobierno.

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