Al-Assad ha advertido a Occidente que no dejará el país, mientras los manifestantes ven en la victoria de los rebeldes libios una esperanza para la intervención.
Texto de Alberto Romero
“Al-Qaddafi está acabado. El turnode Libia ha pasado. Ahora comienzael nuestro”, explica Yasmina,una profesora de secundariajubilada. Su declaración sintetizalo que supondría la confirmaciónde los peores augurios: quela sombra de una intervención militarextranjera se cierne sobreSiria. Yasmina es opositora. Todasu familia lo es. Sin embargo, lapreocupación se dibuja en susrostros cuando hablan del callejónsin salida al que se dirige supaís. “Los gobernantes no son patriotas.No desean el bien para elpaís”, apunta Abdelrahman, sumarido, militar también jubilado.En su opinión, la “tozudez” conque el régimen está gestionandolas protestas provoca que el futurode Siria se esté precipitandohacia la destrucción.
El mensaje de Al-Assad
La entrevista que ofreció el presidente
Bashar Al-Assad el pasado
día 21 fue entendida como un claro
desafío a las potencias extranjeras.
Días antes, en un anuncio coordinado,
EE UU, la UE, Reino Unido,
Alemania, Francia y Japón le exigieron,
por primera vez de manera explícita,
que renunciara al poder.
“Conocen una parte de nuestra fuerza,
pero hay otra que no conocen”,
subrayó Al-Assad, al tiempo que advirtió
de “las gravísimas repercusiones”
que provocará una intervención
militar extranjera.
La victoria de los rebeldes libios
ha dado un soplo de aire fresco a
los opositores sirios, como reconoció
el conocido disidente Michel
Kilo. El ministro francés de
Exteriores Alain Juppé recordó
que la toma de Trípoli por parte
de los rebeldes tendrá “consecuencias
considerables en Siria”.
“Al acabar con el frente libio, la
OTAN puede afrontar nuevos retos”,
explica Reda, traductor sirio,
en referencia al inicio de una operación
militar atlántica en el país.
En este sentido, Ankara cobró mucho
protagonismo en las palabras
de Al-Assad ya que a través de
Turquía, país socio de la OTAN, se
prevé que las fuerzas internacionales
podrían acceder en Siria.
Por su parte, las tropas estadounidenses
en Iraq se retirarán a finales
de este año. El retorno de las apostadas
en Afganistán también continúa
goteando. Aspectos considerados
cruciales para que la Casa Blanca
se determine a impulsar un conflicto
armado en Siria. “Nos encontramos
en un callejón sin salida.
El régimen no va ni a irse ni a dejar
de reprimir a los manifestantes.
Éstos, a su vez, no van a abandonar
la calle. Hay un absoluto
desentendimiento entre ambas
partes”, agrega Reda, para quien
la salida negociada de la crisis está
totalmente bloqueada. Y la falta
de diálogo llama a la fuerza.
“No sé exactamente lo que va a
pasar, pero estoy seguro de que
va a ser algo muy grande”, confiesa
turbado Hisham, un joven contable
de origen palestino. Al-
Assad lleva razón: las repercusiones
de un conflicto bélico serán
“gravísimas”. “Si Siria es atacada,
Irán, que tiene capacidad para
acabar con todo el Golfo, Hizbollah
y el líder chií iraquí Muqtada
Al-Sader también intervendrán.
Lo llaman la “luna chií”. Después
están Rusia y China. Hablamos de
una conflicto mundial”, advierte
Hafez, un artista alawí, eterno valedor
de su presidente. Como
apunta el analista libanés Khalil
Harb, “se trata de un conflicto entre
la sunna y la chía”.
Aunque el país consiga escapar de
la salida armada, escenario al que se
opone la práctica totalidad de la población,
ya sean fieles al régimen o
detractores, el daño ya está hecho.
Crisis económica
“Como mínimo, la situación económica
va a ser malísima durante al
menos cinco años”, apunta Mazen,
estudiante universitario. “No hay nada
de trabajo”, prosigue, “ya nadie
invierte en el país”. El evidente y vertiginoso
aumento de indigentes en
las calles de Damasco que puede
percibir cualquier observador refuerza
sus tesis. El turismo, que supuso
el 12% del PIB sirio en 2009, ha
desaparecido. Este periódico ha podido
saber que en determinados vuelos
de las aerolíneas sirias antes muy
concurridos el número de tripulantes
supera ya al de pasajeros.
Muchos comercios, entre ellos
agencias de viajes, han cerrado en
el centro de la capital. En el interior
de los hoteles reina el inmovilismo.
La ocupación ha caído en
picado. Puestos de venta improvisados
que carecen de permisos se
extienden por la ciudad. Las autoridades
hacen la vista gorda. “La
policía no los multa ni les echa
porque no quieren que aumente
el descontento de la ciudadanía”,
indica al respecto Yussuf, diseñador
gráfico de 31 años.
“Recuerdo que en Ramadán del
año pasado, para satisfacer la demanda,
teníamos el negocio activo
18 horas diarias. Este año con
tres o cuatro es suficiente”, se lamenta,
Muhammad, dueño de una
tintorería.
“La economía se está destruyendo
completamente. Y quien paga las
consecuencias es el pueblo, no el régimen”,
apunta Muhammad, un trabajador
en paro de 34 años. Probablemente
por esa razón la crisis en
la que se ha sumido el país es un nuevo
factor que juega en contra de la
supervivencia del régimen. A pesar
de que Al-Assad sigue contando con
apoyo popular, como concluye Rula,
contable en Damasco, “si la situación
sigue así, más y más gente se sumará
a las protestas”.
«Torturan a casi todo el mundo que es arrestado»
Llamémosla Khaula. Acepta hacer esta entrevista, pero si ocultamos su nombre y otros detalles de su identidad para preservar su seguridad.
Hablar en Siria aún sigue saliendo caro. Es una activista proderechos humanos. Pasó seis días en prisión hace un mes. Puede viajar al extranjero pero lo rechaza porque dice que una revolución sólo se vive una vez en la vida. «Y al final, venceremos», remacha optimista.
¿Cómo te trataron en la cárcel?
No había ventanas en la celda y las luces estaban encendidas las 24 horas del día. Perdí completamente la noción del tiempo. Prácticamente torturan a todo el mundo que es arrestado. Yo fui una excepción. Me trataron relativamente bien. La causa de este privilegio es que trabajo en una organización internacional que intercedió a mi favor. Las personas que contamos con apoyo en el exterior somos los que mejor trato recibimos.
¿Qué ocurrió durante tu arresto?
Me interrogaban tres veces todos los días, unas dos horas cada vez. En los interrogatorios, siempre me vendaban los ojos y esposaban. Es una técnica psicológica para intimidarte, para reducirte. Piensas que en cualquier momento te pueden pegar. La sala de interrogatorios a la que me llevaban estaba al lado de otra en la que torturaban a los presos. No es por casualidad o por falta de espacio. Es para asustarte. Podía oír perfectamente sus gritos y los golpes.
¿Cómo te trató la policía en los interrogatorios?
En una ocasión discutí con ellos sobre qué estaba haciendo el régimen y en el fondo sentí que sabían que llevaba razón, que la justicia está de nuestro lado.
Hacen lo que hacen porque están obligados a ello. No se plantean otra opción.
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