INCENDIOS FORESTALES // 2005, EL PEOR AÑO DE LA ÚLTIMA DÉCADA
Septiembre, ¿fin de campaña?

Un año más, septiembre ha marcado el fin de la campaña de incendios forestales: al balance del peor desastre durante la última década le ha seguido el desmantelamiento de la mayoría de los dispositivos activados durante el verano. Nuevamente, se ha dejado claro que de lo que se trata es de curar, no de prevenir. Partiendo de las cifras oficiales y de su experiencia, la autora de este artículo analiza comparativamente por comunidades las contradicciones de las campañas de incendios forestales, esclareciendo algunos de los mitos comunes más generalizados.

17/05/06 · 19:59
Texto de Eva Gabriel de Francisco, ingeniera de caminos
 
DEMASIADO TARDE. La falta de una adecuada política de prevención facilita que se repitan situaciones como la vivida este verano. // Grupo Especial de Prevención de Incendios (Cataluña)

El 2005 está siendo el peor
año de la última década en
cuanto a incendios forestales.
Hasta el 11 de septiembre
han ardido, según los datos provisionales
del Ministerio de Medio
Ambiente, 153.285 hectáreas, (ha)
forestales (66.054 arboladas). En total,
se han contabilizado 23.286 incendios,
15.111 de menos de una
hectárea y 36 mayores de 500.

Con septiembre termina, en la
mayoría de las comunidades autónomas,
la campaña de verano de incendios
forestales, y gran parte de
los dispositivos activados son desmantelados
hasta el próximo junio.
Probablemente dejemos de oír hablar
de ellos, pero durante todo el
año los incendios forestales seguirán
produciéndose y seguirán siendo
una gran amenaza para nuestros
montes.

¿Quién hay detrás de los incendios?
La mayor parte están originados
por actividades humanas. Más
allá de intereses inmobiliarios o especulativos,
el uso del fuego para el
control del matorral o la eliminación
de restos agrícolas está detrás de
gran parte de los incendios del noroeste
de la península. Allí, las medidas
que se han comenzado a tomar,
con más o menos intensidad según
las comunidades, han sido el acercamiento
y la colaboración entre ganaderos
y cuadrillas de prevención de
incendios para la realización de quemas
controladas durante el invierno
y la promoción de medidas alternativas
al fuego como los desbroces. Si
pensamos en otro tipo de causas,
más relacionadas con el incivismo y
la imprudencia, una aplicación mucho
más estricta de las sanciones por
negligencias o incumplimiento de
las normas podría acabar con la sensación
de impunidad que a menudo
rodea a los incendios.

Pocos medios, e ineficientes

A pesar de que las partidas presupuestarias
de muchas comunidades
destinadas a extinción tienen bastante
envergadura en el contexto de
la gestión forestal, generalmente están
destinadas a mantener operativos
durante un determinado periodo
de tiempo. La temporalidad de éstos
implica una precariedad laboral generalizada
que se ve acrecentada por
el predominio de subcontratas a empresas
privadas que a menudo no
dan una formación adecuada al personal
contratado. Aunque en algunas
comunidades la tendencia es
mantener cierto número de personas
durante prácticamente todo el
año mediante contratos tipo fijo discontinuo.
Ésta debería ser la tendencia,
y con ella se resolverían dos
grandes problemas: la falta de ejecución
de trabajos de prevención y la
temporalidad y precariedad laboral
del personal dedicado a la extinción.

“Limpiar los montes”

A menudo se propone como solución
“mantener limpio el monte” como
si de parques urbanos se tratase.
Esto es económicamente inviable y
ecológicamente inaceptable. La idea
de áreas “limpias” estratégicamente
situadas que creen discontinuidades
al avance del fuego sí está contemplada
en los planes de prevención de
incendios, pero frecuentemente no
se ejecutan por falta de medios económicos.
Podríamos decir que las
medidas de extinción se adaptan
mucho mejor que las de prevención
a las necesidades de los políticos .
Estas últimas deben repetirse periódicamente,
son poco vistosas (o vendibles)
y muy costosas en relación a
la superficie que ocupan. Por el contrario,
las medidas o dispositivos de
extinción son muy visibles e ‘inaugurables’
verano tras verano.

Pero más que los planes de prevención,
es la gestión y/o “uso” de
los montes la que puede reducir la
acumulación de combustible y, con
ella, gran parte de los incendios. Esta
gestión puede ser para la producción
de madera, actividades recreativas,
obtención de productos secundarios
(corcho, resinas, setas) y, en cualquier
caso, debe implicar un valor
añadido para la población que rodea
al monte. No hay que olvidar que
más de dos tercios de la superficie
forestal son de propiedad privada, la
mayor parte de los montes no tienen
una rentabilidad y las inversiones
que se realizan suelen ser deficitarias.
Si tenemos en cuenta la proporción
que Europa destina para ayudas
al sector forestal, que son apenas
las migajas (1 euro de cada 20)
de lo que se destina al agrario, tenemos
un panorama bastante desalentador.
El reto es encontrar las fórmulas
para que los montes sean valorados
no sólo en términos ecológicos
sino también económicos, y que sea
posible su gestión.

Ante este panorama, la actitud
puede ser la de optar por apagar lo
que se quema verano tras verano y
el resto del año olvidarnos -como
hasta ahora-, o comenzar a tomar
medidas. Pero no servirán medidas
precipitadas e ineficientes, como las
adoptadas tras tragedias como la de
Guadalajara. Medidas que, en un
año tan excepcional meteorológicamente,
debían haber sido pensadas
y tomadas meses antes. Se trata de,
una vez apagados los incendios y los
ánimos, reunir a políticos, técnicos,
propietarios, profesionales de la extinción,
ecologistas y demás sectores
implicados, y comenzar a tomar medidas
eficaces y a largo plazo. Es
conveniente profundizar en la investigación
de causas y, una vez conocidas,
tomar medidas reales para reducirlas.
Terminar con las conductas
temerarias y penalizarlas, a menudo
no se trata tanto de crear nuevas
leyes como de hacer cumplir las
que ya existen. Favorecer la contratación
de la mayor parte del personal
durante todo el año para favorecer
su profesionalización y su dignidad
laboral. También es imprescindible
el trabajo y coordinación de todas
las administraciones: Medio
Ambiente promoviendo la gestión y
uso de los montes; Agricultura ayudando
a controlar las prácticas de
riesgo de agricultores y ganaderos;
Justicia, desarrollando e intensificando
el trabajo de las fiscalías ambientales.
Pero de nada sirven los
planes, las políticas y las intenciones
si después no hay dinero ni continuidad
para que lleguen a ser efectivas.

LAS CAUSAS

60% es el porcentaje de
los incendios cuyas causas se
conocen. El 96% de éstos está
relacionado con la actividad
humana, y el 4% restante tiene
un origen estrictamente natural.

67% es el porcentaje de
incendios intencionados, dentro
de los relacionados con la actividad
humana. Las negligencias
provocan un 28% y los accidentes
un 5%.

63% de los intencionados
están relacionados
con la quema agrícola o
de pastos, un 12% fueron provocados
por supuestos pirómanos,
un 2,8% para facilitar
la caza, un 0,6% para modificar
el uso del suelo y un
0,12% para bajar el precio de
la madera.

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