El 20 de junio se inicia la cumbre de Río+20, en la
que bancos y transnacionales presionan a Naciones
Unidas para mercantilizar los bienes comunes.
- AGUA Y COMIDA. Imagen de una familia en Turba, norte de Darfur, Sudán. / Foto: Albert González Farrán / UNAMID
Del 20 al 22 de junio tendrá
lugar en Río de Janeiro la
Conferencia de Naciones
Unidas sobre Desarrollo
Sostenible –conocida como Río+20–
que reunirá los Gobiernos de 192
Estados para adoptar una nueva
gobernanza ambiental y lanzar el
concepto “economía verde” a la primera
línea política. Nuevamente se
pretende revalidar la fórmula del
“crecimiento económico sostenido”,
repitiendo la senda elegida en Río 92,
que ignoró los límites del planeta.
Para debatir el concepto de economía
verde en relación a la crisis
sistémica, desarrollar estrategias, fortalecer
las luchas comunes y la articulación
social en el Estado español
de cara a Río+20 y más allá, se
organizaron el 1, 2 y 3 de junio en
Barcelona las jornadas “¿Economía
Verde? ¡Futuro Negro!”, en las que
participaron un centenar de activistas
e investigadores.
Allí se expusieron
los complejos vínculos entre
la crisis climática, energética, financiera,
alimentaria, social y ecológica,
así como la importancia de
encarar la cuestión del control de
los recursos, los flujos de capital,
la regulación de los mercados financieros
para defender alternativas
reales al actual sistema de producción
y consumo.
Concepto de ‘economía verde’
Con el concepto de ‘economía verde’
se pretende legitimar el capitalismo
ante el impulso de cuestiones
como las revueltas de los países árabes,
el 15M, estudiantes chilenos,
movimiento Occupy, etc. El término
se viene imponiendo para confundir
a la opinión pública y dividir a los
movimientos de oposición. Pero, sobre
todo, sirve para definir los ajustes
estructurales y políticas en los
marcos regulatorios que buscan
mercantilizar desde los recursos
hasta las propias funciones de los
ecosistemas.
Río+20 podría sentar
así las bases para crear mercados
globales de “servicios ambientales”
(depuración del agua, regulación
del clima, biodiversidad...) que son
susceptibles de convertirse en activos
financieros. Un balón de oxígeno
para el proceso de acumulación
de capital en los mercados financieros
una vez se han agotado otras
burbujas como la inmobiliaria.
El documento Hacia una Economía
Verde que preparó el Programa
de Naciones Unidas para el Medio
Ambiente (PNUMA) –en colaboración
con Deutsche Bank (el sector
financiero europeo promovió su
Declaración del Capital Natural en
los preparativos de Río+20)–, pone
énfasis en la necesidad de darle un
valor monetario a todos los aspectos
de la naturaleza que aún quedan
fuera de los mercados, y señala
cómo se debe crear una nueva
industria de servicios ambientales
para favorecer su inclusión en los
mercados financieros.
Cumbres de falsas soluciones
Unos días antes de Río+20 se reúne
en México el G20, que agrupa a las
economías más grandes del mundo.
Las agendas de ambas cumbres refuerzan
un modelo de desarrollo basado
en la privatización de los bienes
comunes, la hiper financiarización
de la economía y la profundización
del esquema de libre comercio e inversiones.
La UE es uno de los bloques
negociadores que más presiona
para la apertura de la industria financiera
a nuevos mercados –como el
del agua–, o el mantenimiento y ampliación
de los existentes –como los
mercados de carbono–, lo que concuerda
con sus políticas comerciales
agresivas en los países del Sur para
acceder a sus recursos naturales. En
el terreno de la agricultura, la economía
verde supone profundizar la guerra
permanente entre los modelos
campesinos familiares –que siguen
alimentando a lamayoría de la gente
en el planeta– y las corporaciones de
la agroindustria que buscan el control
de los territorios, las semillas, el
agua y los saberes locales.
Río+20 corre el riesgo de legitimar
e impulsar el desarrollo
de tecnologías –como la biología
sintética, la nanotecnología y
la geoingeniería– que pueden causar
enormes impactos sociales,
económicos y ambientales si son
empleadas indiscriminadamente.
Una serie de disciplinas que de
nuevo se basan en la apropiación
de recursos naturales por parte de
grandes corporaciones y las alteraciones
a gran escala de los sistemas
naturales de la Tierra.
En lugar de incluir medidas como
la reducción del uso de energías
fósiles añade nuevas formas de
explotación con tecnologías “nuevas”
y nombres engañosos (“carbón
limpio”, etc.), Río+20 es parte de un
ataque a los bienes comunes, y abrirá
el camino a nuevas guerras por
los recursos y conflictos sociales por
el robo de tierras y los medios de vida
de miles de millones de personas.
Lo que evidencia que los Estados no
solucionarán esta crisis porque
no representan a la ciudadanía sino
a los intereses de las corporaciones
y de los mercados financieros.
Las voces críticas a nivel mundial
se están articulando y se expresarán
en la Cumbre de los Pueblos del
15 al 23 de junio. Un gran número
de colectivos y plataformas del
Estado español agrupados en torno
a la Alianza ’¿Economía verde?
¡Futuro imposible!’ Alianza por
una alternativa ecológica, social y
urgente al capitalismo , constituida
al calor de Río+20, visibilizarán
lo que sucederá en Río. También
se han sumado a las movilizaciones
convocadas por los movimientos
brasileños el 20 de junio.
El
propósito de esta jornada es exponer
y denunciar las causas estructurales
de las crisis y las falsas soluciones
que los creadores de las
mismas quieren imponer para refundar
el capitalismo. Asimismo
se pretende dar a conocer las propuestas
para erradicar la injusticia
social, económica y ambiental, y
ganar apoyo para ellas.
LOS AMIGOS
DE LA ONU
Para el empresario Stephan
Schmidheiny, que impulsó en
1995 el Consejo Mundial Empresarial
para el Desarrollo Sostenible
y que agrupa a 200 corporaciones
irresponsables y criminales, desarrollo
sostenible significaba producir
cemento con amianto. Por este
motivo fue condenado en febrero
por un tribunal de Turín a 16 años
de cárcel, como expropietario del
grupo suizo Eternit, responsable de
la muerte de 3.000 personas en
Italia, exobreros y habitantes de
cuatro localidades donde tenía sus
fábricas desde 1976 a 1986.
A
pesar de su trayectoria, el exsecretario
de la ONU para el Desarrollo
le nombró en 1992 asesor principal
de la industria para la preparación
de la Cumbre de la Tierra.
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