La lucha contra el cambio climático pasa por un cambio
del modelo energético. Contabilizar nuestro consumo y
contaminación puede ser uno de los primeros pasos.
El pasado mes de noviembre,
en la duodécima conferencia
de las Partes de la
convención de las Naciones
Unidas sobre Cambio Climático,
se hizo pública la iniciativa de plantar
mil millones de árboles. En realidad,
si quisiéramos restituir el número
de árboles a los que existían
hace cuatro décadas deberíamos
plantar 24.000 millones de árboles,
cuatro por cada persona de la Tierra.
Entonces, el Movimiento Mundial
para los Bosques Tropicales (WRM)
mostró su oposición a las plantaciones
forestales que “neutralicen” las
emisiones, plantaciones en el
Tercer Mundo que invaden bosque
tropical. Para el WRM “el uso de
combustible fósil ya debería ser
considerado una provocación ambiental
extrema que no puede ser
neutralizada de ninguna forma”.
Dentro de la Alianza con estos
planteamientos de protección de los
bosques tropicales y del cambio de
modelo energético de los países ricos
despunta el incipiente movimiento
de la Responsarbolidad, que
pretende que se calcule y se hagan
públicas las emisiones de la producción
y de cualquier tipo de desplazamiento
y servicio (unas emisiones
ocultas y fácilmente calculables).
En esta propuesta confluyen la
responsabilidad ambiental y la
prioridad ecológica de restituir la
cobertura arbórea del planeta. En
la medida en que la madera es un
recurso renovable, y un depósito de
carbono a efectos del cambio climático,
es un bien del que es necesario
autoabastecerse mediante
plantaciones en espacios agrícolas
abandonados o su introducción como
cultivos agroforestales, restituyendo
así el paisaje desaparecido
con la agricultura intensiva y mejorando
la biodiversidad.
La responsarbolidad se desarrolla
con la auditoría de emisiones destinada
a llevar a cabo un proceso CRC -Calcular, Reducir y Compensar- siguiendo
la misma jerarquía de las
tres RRR -Reducir, Reusar,
Reciclar-. El cálculo permite el conocimiento
de los consumos energéticos,
la reducción es un acción de eficiencia
y de ecoefectividad, y la compensación,
nunca completa, combina,
si es mediante la promoción de
energías renovables o la plantación
de árboles, un cambio de modelo.
Hacer los propios cálculos forma
parte de predicar con el ejemplo,
una acción que permite exigir
a terceros. Los locales de las entidades
ambientales deben ser los
primeros en llevar a cabo esas auditorías.
Mediante papeles contables
que deben estar en manos de
la tesorería, es fácil llevar a cabo
una primera auditoría. Si somos
capaces de hacerla después podremos
aplicarla a un vehículo, un
desplazamiento, la vivienda, y a
cualquier centro de trabajo.
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