SOBERANÍA ALIMENTARIA //
El recorrido kilométrico de los alimentos y su emisión de CO2

Según un estudio de dos universidades, el transporte de alimentos que llegan al
Estado español emite grandes cantidades de CO2 a la atmósfera. En muchas ocasiones
se importan de otros países los mismos productos que se exportan al extranjero.

04/06/12 · 10:00
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Foto: Edu Leon

En 2007 se importaron 29 millones
de toneladas de alimentos al
Estado español, cantidad equivalente
al consumo de los mismos
en los hogares ese mismo año. En
el mismo periodo, se exportaron
20 millones de toneladas.
Este flujo de alimentos es el resultado
de políticas comerciales neoliberales
que se fomentan desde la
Organización Mundial del Comercio
(OMC), tratados bilaterales de
comercio o la Política Agraria Común
(PAC). Su misión es apoyar a
la agroindustria y las multinacionales
de la alimentación en su necesidad
de reducción de costes a lo largo
de la cadena, sin que las consecuencias
sociales y ambientales se
vean reflejadas en los precios con
este modelo.

Impactos ambientales

La globalización económica que
promueve y necesita estos flujos
de alimentos y capital también globaliza
los impactos negativos, sociales
y ambientales. En 2007 la importación
de alimentos al Estado
español generó 4,74millones de toneladas
de CO2, un 66% más que
en 1995
, según un estudio de las
Universidades de Sevilla y Vigo publicado
recientemente por Amigos
de la Tierra
.
En el actual contexto de cambio
climático, los impactos de estas emisiones
agravan la situación y nuestra
deuda ecológica con el Sur, puesto
que son las poblaciones empobrecidas
de estos países las más susceptibles
ante estos cambios del clima.

Las causas de esta desigualdad
son varias. Por una parte, importamos
desde lejos porque es más barato,
no porque sea más sostenible o
enriquecedor para las poblaciones
de los países que exportan.
La práctica
totalidad de los productos
importados pueden producirse localmente
–salvo el café, cacao, ciertos
productos “exóticos”– o bien su
consumo puede ser drásticamente
reducido o sustituido por alternativas
locales. Esto incluye la gran
cantidad de piensos animales que
necesitamos para alimentar nuestro
modelo de ganadería intensiva, así
como el sobre consumo de carne y
derivados animales.

Un claro ejemplo de esta deslocalización
de la producción de alimentos,
que incluye elementos básicos
de la tan nombrada dieta mediterránea,
son los 7.330 km que recorrieron
de media los garbanzos que importamos,
principalmente de
México y Estados Unidos. A pesar
de ser un cultivo tradicional en el
Estado español, importamos el 87%
de los garbanzos que consumimos.

Otro ejemplo es el ir y venir de las
manzanas: se importan unas
250.000 toneladas y a la vez se exportan
otras 100.000.

Por otro lado, la globalización y
nuestro cambio de hábitos hace que
incluyamos en nuestra dieta frutas
y verduras fuera de temporada o
bien exóticas, que por tanto han de
ser importadas, y que en 2007 viajaron
una media de 5.013 kilómetros.
Este es el caso de la piña, cuya presencia
en los hogares españoles ha
aumentado muchísimo a pesar del
impacto social que su monocultivo,
en manos de grandes industrias
agroalimentarias como Del Monte
y Grupo Acon, tiene sobre la población
local en Costa Rica.

Dentro del preocupante proceso
de ocupación de tierras en el Sur para
abastecer el consumo del Norte
encontramos que más del 60% de
los alimentos importados por el
Estado español en 2007, último año
del que hay cifras completas, corresponden
a la partida de cereales y
piensos para animales, es decir, alimentan
a la ganadería intensiva.

Este modelo de ganadería es altamente
dependiente de la soja, una
leguminosa de alto contenido en
proteínas, cuyo coste es extremadamente
barato al no incluir los costes
sociales y ambientales de su producción,
como el desplazamiento de comunidades,
contaminación de acuíferos,
deforestación, y otros impactos
asociados al modelo de agricultura
transgénica. La dependencia
europea de la soja, provocada por
acuerdos comerciales con Estados
Unidos, hace que cada año se utilicen
11 millones de hectáreas en
países como Argentina y Brasil, el
equivalente a la superficie cultivable
de Alemania, para alimentar la
ganadería industrial europea.

La soja para el ganado es por lo
tanto de los alimentos con mayor
impacto ambiental, puesto que sólo
su transporte, casi 7.000 km de media,
supone la emisión de 768.000
toneladas de CO2
.

Por otro lado, la
entrada de maíz como cereal para
alimentación animal es otra importante
entrada de alimentos modificados
genéticamente. Todo sin informar
a las personas consumidoras,
al no existir la obligación de
etiquetar los derivados animales
(carne, leche, huevos...) alimentados
con transgénicos.

Por otro lado, la elección del medio
de transporte también afecta a
nuestra huella ecológica en el consumo
de alimentos. En 2007, el
0,3% de las toneladas importadas
viajaron en avión, mientras que en
tren se transportaron 0,5% de las
importaciones. El avión provoca
590 veces más emisiones que el
tren, 107 veces más el barco y 56
veces más que la carretera. Es decir,
el impacto ambiental de importar
un alimento en avión desde
Francia es equivalente a que ese
mismo alimento vaya y vuelva a
Francia 28 veces en camión, o más
de 250 veces en barco.

Estos datos muestran que el modelo
alimentario globalizado no sólo
plantea graves impactos sociales y amenaza la soberanía alimentaria de
los pueblos. También es un importante
factor que agrava la crisis climática,
y que tanto desde las políticas
públicas como desde los movimientos
sociales y organizaciones de
la sociedad civil se debe considerar.

La reforma de la Política Agraria
Común, las negociaciones internacionales
sobre el clima, los tratados
bilaterales de comercio o las políticas
de compra pública y ahorro de
emisiones no tienen en cuenta el
impacto climático del modelo agroalimentario
industrial, tampoco en
lo que respecta al transporte.

Por otra parte, crece otro modelo
de agricultura y alimentación alternativo,
con proyectos agroecológicos,
huertos urbanos, mercados
campesinos, grupos y cooperativas
de consumo desde los movimientos
sociales. Organizaciones ambientales
y campesinas reclaman un modelo
de agricultura local, social, de
pequeña escala, dirigido a mercados
locales, respetuosa con el medio ambiente
y en manos tanto de
agricultores como de consumidores
para garantizar la soberanía alimentaria
y dar respuesta a la amenaza
del cambio climático.

EL VIAJE DE LOS PRODUCTOS QUE CONSUMIMOS
_Café, té y especias
_ La distancia que recorren productos como el
café, el té y las especias es de un total de
6.227 kilómetros. Sobre el café y el té se imponen
unos precios de miseria a los productores
que permiten trasladar y vender en el llamado primer mundo estos alimentos.
El trasporte genera grandes cantidades de CO2 al aire.

Pescado y moluscos
_ En el estudio sobre el recorrido de alimentos,
Amigos de la Tierra señala que la pesca es
una de las actividades que mayor impacto tienen.
El pescado, los crustáceos y moluscos
recorren una media de 6.786 kilómetros al año. Estos alimentos provienen
desde caladeros africanos.

Cereales y derivados
_ Aunque el Estado español produce grandes
cantidades de cereales, éstas se exportan
fuera de sus fronteras y al mismo tiempo se
importan toneladas de estos cultivos procedentes
de otros países lejanos. En 2007 los cereales que llegaron a
los consumidores recorrieron 4.234 kilómetros.

Tags relacionados: Deforestación Ecología
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comentarios

1

  • |
    anónima
    |
    05/06/2012 - 10:43pm
    No solo con alimentos, pero con toda la producción humana. Las mismas ladrillos viajan del sur al norte y al revés. Vigas, cemento,tejas,coches, pan y vino etc. Del sur al norte y del norte al sur. Una lógica capitalista."el mercado manda" pero un despilfarro que ha producido polución, co2 y océanos llenos de basura y tóxicos!, un ser humano egoísta y un largo etc. Acabamos con el capitalismo y Rato con sus compañeros a la cárcel!
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