LOS PRESIDENTES DE VENEZUELA, BOLIVIA, ECUADOR, ARGENTINA Y NICARAGUA PLANTAN CARA A LAS MULTINACIONALES ESPAÑ
Rebelión en la cumbre de Santiago

La frase “¿por qué no te callas?” ya forma parte de la
historia de las relaciones entre el Estado español y Latinoamérica,
evidenciando un conflicto entre las dos orillas.

, Redacción
29/11/07 · 0:00


Las últimas semanas del rey Juan
Carlos no habían sido especialmente
buenas. “Es a mí a quien tiene
que dar un trato más humano”,
le decía en un almuerzo a Esperanza
Aguirre, cuando ésta le pidió
que tratara mejor a Federico
Jiménez Losantos. El periodista
había clamado por su abdicación
unos días atras. A principios de noviembre,
Juan Carlos volvía a tener
un disgusto: visitaba Ceuta y
Melilla y el rey Mohamed VI -que
lloró en brazos del rey de España
cuando murió su padre, Hassan II-
condenaba el “acto nostálgico y de
una era sombría y superada”. El
rey de Marruecos señalaba que la
visita podía “poner en peligro el
porvenir y la evolución de las relaciones
entre ambos países” al
tiempo que llamaba al embajador
marroquí en Madrid a consultas
“por un tiempo indeterminado”.

La mala racha, realmente, había
empezado antes. A finales de septiembre
de este año, la quema de
fotos ‘reales’ en Cataluña llevó al
rey a expresar su “preocupación”
por unos actos que atentaban
“contra la unidad de España”. Entre
el 16 y el 20 de noviembre, el
anuncio de las sanciones de 2.730
euros a los dos independentistas
catalanes y las multas de 3.000 euros
a cada uno de los autores de la
caricatura “innoble” de los príncipes
de Asturias, ponían otra vez
de relieve el debate sobre la falta
de libertad de expresión en torno
a las figuras de la Casa Real.

Cuando ya la prensa empezaba a
hablar de “annus horribilis”, el rey
Juan Carlos desembarcó en la XVII
Cumbre Iberoamericana como decano
de estas reuniones. Desde 1991,
año en el que comenzaron a celebrarse-
casi al mismo tiempo que se
iniciaba la penetración de las multinacional
españolas en el continente-
el rey había acudido sin excepción a
todas las citas anuales.

Todavía se acordaba de su primer
viaje a Costa Rica, en 1977, cuando
el entonces presidente del país le dijo:
“Hace 400 años que esperábamos
la visita del rey de España”, según las
conversaciones con el rey transcritas
por Juan Luis de Villalonga.

Después de la cumbre, las cosas
parecían haber cambiado radicalmente
desde ese viaje donde los niños
coreaban: “el rey ha vuelto”. El
presidente de Venezuela, Hugo
Chávez, acusaba al rey Juan Carlos
de “500 años de prepotencia imperial”,
de mandarlo callar “pensando
que todavía eran súbditos del siglo
XVII, [del] siglo XVIII”. Más de un
analista ha señalado las dificultades
abiertas para la diplomacia española,
sobre todo con el rey como
máximo responsable, así como las
dudas sobre su asistencia a las siguientes
cumbres iberoamericanas.
El presidente de Bolivia,
Evo Morales, decía que en la cumbre
se había sentido tratado como
un ‘macaco’ y el vicepresidente de
Nicaragua, Jaime Morales, declaraba
a la prensa: “Por un lado el
rey perdió los estribos, botó la corona,
y nuestro amigo Zapatero
perdió los zapatos”.

El diputado de Los Verdes, Francisco
Garrido, adscrito al grupo socialista,
señaló la “inaudita actitud
de agresividad y nula cortesía” demostrada
por el rey cuando mandó
callar al presidente venezolano.
Además de subrayar que el rey se
“extralimitó” de sus funciones con
sus palabras, Garrido señaló que
España no puede “seguir presumiendo
de estar aumentando el
porcentaje de cooperación cuando
las empresas españolas se han convertido
en auténticas depredadoras
neocoloniales en América Latina”.

“Momento de inflexión”

“Los mejores guionistas de Hollywood
no lo hubieran hecho tan
bien”, escribía Mario Vargas Llosa
sobre una escena que, según él, dijo
más sobre “las relaciones de España
con América Latina que decenas de
sesudos ensayos”. La visión de Vargas
Llosa, curiosamente, fue compartida
por las antípodas ideológicas.
Aunque con interpretaciones
opuestas. Vargas Llosa se refería a la
“América Latina anacrónica, demagógica,
inculta y bárbara” que rechazaba
la oferta de “entrar en el primer
mundo”, en referencia a las palabras
de Aznar a Chávez. Fidel Castro, por
su parte definía la escena en otro artículo
como “un momento de inflexión”
en la discusión sobre el carácter
“iberoamericano” de esos encuentros,
ideados para propiciar la
penetración del capital transnacional,
cuestionando el papel de las
multinacionales españolas.

“El gran error de nosotros los latinoamericanos
es no unirnos para
proteger nuestros intereses. Ése es
nuestro error, y estar sometidos a los
intereses de los europeos, de los yanquis.
¡Ése es el gran error nuestro!”,
comentaba el presidente de Nicaragua,
Daniel Ortega, que propuso
terminar con la Organización de
Estado Americanos (OEA), que definió
como “un instrumento de los yanquis”
para crear una institución de
cooperación entre los países del Sur.
Ortega le espetó a Zapatero: “Vos representás
los intereses del Norte, lo
querrás o no lo querrás, no te podés
escabullir a esa realidad, José Luis,
¿sos o no sos de la OTAN?”.

El discurso de Ortega seguía señalando
a las empresas españolas: “El
inversionista no va a un país empobrecido
a ayudar, ése es el cuento (...)
Llega a hacer dinero”.

El periódico ABC coincidía con
Ortega: “Como si tuviéramos algo
que ocultar, como si ganar dinero no
fuera legítimo (...), como si nuestras
empresas hicieran en ese continente
algo distinto de lo que hacen en
España y que nos ha permitido alcanzar
la media europea de renta per
cápita y llegar a ser la octava potencia
económica”. Todos de acuerdo.


UN VIAJANTE
DE COMERCIO

Casi tanto como la frase “honda
satisfacción” en los discursos de
Navidad, los empresarios españoles
han acompañado al rey Juan
Carlos I en sus viajes por todo el
mundo. En su visita a Argentina
en 2003, el recién elegido presidente
Néstor Kirchner advirtió al
monarca que en su comitiva no
incluyera, como es su costumbre,
a los representantes de la CEOE,
con el director de Relaciones
Internacionales, José María Lacasa,
a la cabeza. La Casa Real respondió
que sólo lo acompañaría
Francisco Luzón, amigo personal
del rey y, curiosamente, brazo
derecho de Emilio Botín. “Los
empresarios españoles me
corrían por todos lados”, decía
Kirchner en Santiago. Mientras el
rey mandaba callar y Zapatero
decía que “nacionalizar no garantiza
nada”, el presidente de la
CEOE, Díaz Ferrán, inauguraba
una cumbre paralela en Santiago
con la flor y nata del empresariado
iberoamericano.

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