ANÁLISIS // DIEZ MULTINACIONALES CONTROLAN LA MITAD DE LAS SEMILLAS QUE SE VENDEN EN EL MUNDO
¿Quién decide lo que comemos?

La escasa presencia de los jefes de Estado del G-8 en la pasada Cumbre de la Alimentación de Roma impide que se avance en la toma de decisiones concretas en la lucha contra el hambre

18/12/09 · 0:00
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La creciente mercantilización
de la agricultura es
una realidad innegable a
día de hoy. La privatización
de los recursos naturales, las
políticas de ajuste estructural, los
procesos de “descampesinización”
e industrialización de los
modelos productivos y los mecanismos
de transformación y distribución
de alimentos nos han
conducido a la actual situación de
crisis alimentaria.
En este contexto, ¿quién decide
lo que comemos? La respuesta
es clara: un puñado de multinacionales
de la industria agroalimentaria,
con el beneplácito de
gobiernos e instituciones internacionales,
acaban imponiendo
sus intereses privados por encima
de las necesidades colectivas.
Ante esta situación, nuestra seguridad
alimentaria está gravemente
amenazada.

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JACQUES DIOUF. El director de la FAO, en el encuentro de Madrid en enero de 2009. Diouf animó a la agroindustria, en otro encuentro en Milán, a explorar nuevos países. Juan Carlos Rojas

El G-8 da la espalda

La supuesta “preocupación” por
parte de gobiernos e instituciones
como el G-8, G-20, Organización
Mundial del Comercio, etc., frente
al aumento del precio de los alimentos
básicos y su impacto en
las poblaciones más desfavorecidas,
que mostraron en el transcurso
del año 2008 en cumbres internacionales,
no ha hecho sino
mostrar su profunda hipocresía.
El actual modelo agrícola y alimentario
les reporta importantes
beneficios económicos, siendo
utilizado como instrumento imperialista
de control político, económico
y social respecto a los países
del Sur global.
Como señalaba el movimiento
internacional de La Vía Campesina,
al final de la última reunión
de la FAO en Roma a mediados de
noviembre, “la ausencia de los jefes
de Estado de los países del G-8
ha sido una de las causas principales
del fracaso total de esta
cumbre. No se tomaron medidas
concretas para erradicar el hambre,
detener la especulación sobre
los alimentos o frenar la expansión
de los agrocombustibles”.
Asimismo, apuestas como el Partenariado
Global para la Agricultura
y la Seguridad Alimentaria y
el Fondo Fiduciario para la Seguridad
Alimentaria del Banco
Mundial, que cuentan con el apoyo
explícito del G-8 y del G-20,
apuntan en esta dirección, dejando
nuestra alimentación, una vez
más, en manos del mercado.
De todos modos, la reforma del
Comité de Seguridad Alimentaria
(CSA) de la FAO es, según La Vía
Campesina, un paso adelante en la
dirección de “democratizar” las decisiones
en torno a la agricultura y
la alimentación: “al menos este espacio
respeta la regla básica de la
democracia, esto es, el principio de
“un país, un voto” y otorga un nuevo
espacio a la sociedad civil”.
Aunque está por ver la capacidad
de incidencia real del CSA.

Monopolios

La cadena agroalimentaria está sometida,
en todo su recorrido, a una
alta concentración empresarial. Si
empezamos por el primero de los
tramos, las semillas, observamos
como diez de las mayores compañías
(como Monsanto, Dupont,
Syngenta, Bayer...) controlan, según
datos del Grupo ETC, la mitad
de sus ventas. Las leyes de propiedad
intelectual, que dan a las compañías
derechos exclusivos sobre
las semillas, han estimulado aún
más la concentración empresarial
del sector y han erosionado de base
el derecho campesino al mantenimiento
de las semillas autóctonas
y la biodiversidad.
La industria de las semillas está
íntimamente ligada a la de los pesticidas.
Las mayores compañías
semilleras dominan también este
otro sector y, frecuentemente, el
desarrollo y comercialización de
ambos productos se realizan juntos.
Pero en la industria de los
pesticidas el monopolio es aún superior
y las diez mayores firmas
controlan el 84% del mercado global.
Esta misma dinámica se observa
también en el sector de la
distribución de alimentos y en el
del procesamiento de bebida y comida.
Se trata de una estrategia
que va en aumento.
La gran distribución, al igual que
otros sectores, cuenta con una alta
concentración empresarial. En
Europa, entre los años 1987 y 2005,
la cuota de mercado de las diez
mayores multinacionales de la distribución
significaba un 45% del
total y se pronosticaba que ésta podría
llegar a un 75% en los próximos
10-15 años. En países como
Suecia, tres cadenas de supermercados
controlan alrededor del
95,1% de la cuota de mercado; y en
otros como Dinamarca, Bélgica,
España, Francia, Holanda, Gran
Bretaña y Argentina, unas pocas
empresas dominan entre el 45% y
el 60% y del total. Las megafusiones
son la dinámica habitual. Este
monopolio y concentración permite
un fuerte control a la hora de determinar
qué consumimos, a qué
precio, de quién procede y cómo
ha sido elaborado.


NEGOCIOS EN TIEMPOS DE CRISIS

En plena crisis alimentaria,
las principales
multinacionales de la
industria agroalimentaria
anunciaban
cifras récord de
ganancia. Monsanto y
Du Pont, las principales
compañías de
semillas, declaraban
una subida de sus
beneficios del 44% y
del 19% respectivamente
en 2007 en
relación con el año
anterior.
En la misma dirección
apuntaban los datos
de las empresas de
fertilizantes: Potash
Corp, Yara y Sinochem,
que vieron subir
sus beneficios en un
72%, 44% y 95% respectivamente
entre
2006 y 2007.
Las procesadoras de
alimentos, como Nestlé,
señalaban también
un aumento de
sus ganancias, así
como supermercados
como Tesco,
Carrefour y Wal-
Mart. Mientras
millones de personas
en el mundo no
tenían acceso a los
alimentos.

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