Economista, ex ministro
de Energía y presidente
de la Asamblea Nacional
Constituyente, Alberto
Acosta se alejó del
Gobierno con críticas a
diferentes puntos de la
política de Rafael Correa.
DIAGONAL: Ecuador posee importantes
recursos naturales, pero ni el
Gobierno de Rafael Correa ha sabido
rentabilizarlos de forma muy diferente
a gobiernos anteriores...
ALBERTO ACOSTA: La fórmula
que se ha aplicado desde hace muchos
años, sustentada en la explotación
de los recursos naturales con
miras a financiar la economía y conseguir
el desarrollo, no ha dado los
resultados esperados. Éste es el
punto de partida de diferentes países
pobres, pero ricos en recursos
naturales. Si repasamos la historia
ecuatoriana nos daríamos cuenta
de que el crecimiento económico
–esquivo muchas veces– no se ha
transformado en un desarrollo social
equitativo, ni se ha consolidado
una democracia.
Frente a esa realidad, la pregunta
es: ¿se pueden esperar cambios sustantivos
haciendo lo mismo con algunos
ajustes formales? No. En términos
más concretos, Ecuador extrae
petróleo, exporta petróleo, pero
importa derivados del petróleo,
es la irracionalidad llevada a su máximo
exponente. Además, los derivados
del petróleo que importa –como
gasoil– los utiliza para generar
electricidad en plantas térmicas.
Todo ello en un país que dispone de
importantes reservas de energías
renovables, una auténtica barbaridad...
Como si un campesino que
produce y vende maíz, después
compra tortitas de maíz en el mercado.
Luego le faltan esas tortitas y
pasa hambre.
La alternativa, en primer lugar,
sería utilizar los recursos naturales,
que ahora son totalmente indispensables,
de una forma muy racional.
Esto implica autoabastecernos
de derivados de petróleo, pero a la
vez generar fuentes alternativas para
no realizar procesos contaminantes
y construir una nueva matriz
energética sustentable.
- EN MADRID. En una de sus últimas visitas al Estado español participó en las jornadas Memorias en transición - Encuentro iberoamericano sobre DD HH y ciudadanía. Edu León
D.: Esto último también entra en
conflicto con la última ley de
Minería...
A.A.: En Ecuador, como en gran
parte del planeta, se mantiene la
creencia de la Ilustración. Desde entonces
se postula que la acumulación
de bienes materiales es el camino
adecuado para el desarrollo
económico. No existirían más fórmulas
para la financiación de la economía
y, por ello, tenemos que utilizar
los recursos minerales.
Hace más de 200 años, cuando la
mayoría de los actuales Estados no
existían, pasó por tierras americanas
un célebre geógrafo y científico
alemán, Alexander von Humboldt,
quien hablaba de forma metafórica
de que estos pueblos eran pobres
sentados encima de sacos de oro.
Esta misma figura sigue utilizando
el presidente Correa.
Sin embargo, hoy sabemos que
quién apuesta por la sola extracción
de recursos naturales para el crecimiento
de su economía no consigue
el desarrollo. Además conocemos
los graves efectos contaminantes
que esto provoca. En cualquier lugar
donde hay minería a cielo abierto
a gran escala, los impactos ambientales
son enormes.
Por esa razón es preocupante la
decisión de dar paso a la minería
metálica a gran escala en Ecuador,
en donde los recursos minerales se
encuentran en zonas de una enorme
biodiversidad e incluso de gran
densidad de población. Los impactos
que provocarían pueden ser
enormes: para extraer una tonelada
de cobre se necesitan hasta 80.000
litros de agua, para una onza de oro,
8.000 litros. Esto nos llevará a una
importante disputa por el agua, además
ésta también se contaminará y
en zonas de alta biodiversidad puede
provocar graves problemas.
D.: ¿Hay relación entre estas prácticas
y las presiones empresariales?
A.A.: Se juntan varios factores. Las
empresas acumulan grandes beneficios.
Los gobiernos obtienen ingresos
fiscales. Y algunos trabajadores
encuentran allí la posibilidad
de atractivos salarios. Por cierto, los
gobiernos ofrecen mantener, e incluso
ampliar, los servicios sociales
financiándolos con la explotación
de los recursos naturales. Todo esto
genera una euforia generalizada
por las riquezas que se avizoran...
La llegada del primer barril de petróleo
a la costa del Pacífico en
Ecuador, se transformó en una fiesta
nacional. Después fue trasladado
a Quito, al palacio presidencial, y de
allí con un gran desfile cívico-militar
al templete de los héroes en el
colegio militar Eloy Alfaro.
Esta fanfarria no se repetiría en la
actualidad... Sin embargo, la ilusión
por la extracción de los recursos naturales
despierta similares entusiasmos
en determinados segmentos de
la sociedad, incluyendo el Gobierno
del presidente Correa. Y esto a pesar
de que se sabe que la explotación
del petróleo no fue el camino
para el desarrollo...
D.: ¿Por qué Correa no ha tenido en
cuenta estos cuestionamientos?
A.A.: Por desgracia, no ha tenido la
capacidad de abrir la puerta al debate
y al dialogo sobre la minería.
No se trata de organizar muchas o
pocas reuniones, si no de escuchar
la opinión, las propuestas, las críticas
de quienes no piensan igual. Así
se hace un proceso participativo. La
ley de Minería no se debatió.
Aunque Correa apuesta por superar
el extractivismo, éste se mantiene
en la práctica. Este mismo
Gobierno plantea la posibilidad de
dejar el petróleo en el subsuelo, una
quinta parte de las reservas nacionales.
Recogiendo una propuesta
construida colectivamente desde la
sociedad civil desde hace varios
años, se quiere proteger la vida de
pueblos indígenas en aislamiento
voluntario, así como una de las zonas
más biodiversas del planeta.
La iniciativa Yasuní-ITT, que la
presenté públicamente cuando era
ministro entre enero y junio de
2007, generó desde el inicio una
abierta pugna con los intereses petroleros.
Una y otra vez ha estado a
punto de fracasar. Las dudas e incoherencias
del presidente Correa
constituyen la mayor amenaza para
su cristalización. Y en los últimos
días, tras las inoportunas declaraciones
presidenciales del 9 de enero,
la iniciativa ha perdido mucha
credibilidad internacional, aunque,
por la disputa desatada, ha ganado
mucha fuerza interna.
Para rescatar nuevamente esta
iniciativa, el presidente debe demostrar
mucha coherencia y consistencia.
Debería incluso comprometerse
a no explotar el crudo de dicha
zona durante su mandato, impidiendo
toda actividad petrolera en los
márgenes de dicha zona.
La gran tarea ahora es recuperar
estas iniciativas que conllevan, en lo
esencial, la necesidad de superar las
visiones extractivistas. Un llamamiento
a la comunidad mundial para
construir otra forma de vida.
POLÍTICA ESQUIZOFRÉNICA
“Como otros proyectos de infraestructura,
las carreteras son importantes
para estimular la economía,
interligar localidades lejanas
y proveer el acceso a servicios
públicos, como escuelas y hospitales”,
reconoce el geógrafo
Arnaldo Carneiro. Sin embargo,
Carneiro recuerda que las carreteras
también han permitido y facilitado
el robo de madera, el surgimiento
de la minería informal y la
apropiación ilegal de tierras indígenas.
Según el Instituto Nacional
de Investigaciones Espaciales
(INPE), cerca del 75% de la tala
se produce en una franja de
hasta 100 kilómetros alrededor
de los caminos abiertos en la
selva. “El Estado brasileño está
presente en la Amazonía, pero
de manera esquizofrénica”, evalúa
Carneiro, subrayando que
mientras el gobierno se esfuerza
para reducir la deforestación,
financia proyectos que ayudan a
destruir la jungla.
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