El autor analiza, a través de la elección de Alfredo Pérez Rubalcaba como secretario general, las contradicciones no resueltas tras el 38 Congreso federal del Partido Socialista.
Sobre el PSOE y su necesaria disolución, por Roberto Herreros
- El actual secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, en un congreso del año 2011. Foto: Federación Socialista Asturiana
El carácter científico social que conforma la politología como disciplina dificulta cuando no impide la posibilidad de desarrollar teoremas científicos stricto sensu. Sin embargo, una norma hipotética pero siempre resuelta en los mismos términos apegados a la explicación de la realidad, casi a modo de axioma, ha sido y es la planteada por Robert Michels en Los partidos políticos (1911). Así, decía este discípulo del reputado Max Weber, que dentro de cualquier sistema, institución u organización siempre termina por constituirse una elite que una vez que ostenta el poder, trata de perpetuarse sempiternamente en él.
Esto es, sencillamente, lo que ha sucedido en el último Congreso Federal del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), en el que la vieja guardia del partido y el conflicto de poder de las elites, se han llevado todo el protagonismo a costa de la que debía haber sido la verdadera urgencia de este encuentro: retomar las riendas perdidas de la socialdemocracia española en la anterior legislatura.
Tanto Pérez Rubalcaba como Chacón pusieron en escena ayer un verdadero ejercicio de “doblepensar”, esto es, como diría Orwell en su obra maestra 1984, de “sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente”. Uno, con su eslogan de “unidad y cambio”; otra, partiendo de su manifiesto “Mucho PSOE por hacer”; y ambos, representando un continuismo nada rupturista con el anterior gobierno de Rodríguez Zapatero que, en el caso de Rubalcaba, se retrotrae incluso a hace tres décadas y a los principios del felipismo.
Dentro de este carácter compartido de no-cambio frente al inminente pasado del PSOE, un partido desdibujado por un viraje hacia el neoliberalismo para lo cual se ha (auto) rasgado las vestiduras de la socialdemocracia, Pérez Rubalcaba representa el máximo exponente del status quo a preservar.
Es por ello que la maquinaria del establishment, anclada todavía en la dialéctica felipista/guerrerista, encontró un punto de imbricación en apoyar y promover el voto a la candidatura del mismo Pérez Rubalcaba, a quienes muchas voces, hasta la tarde del viernes, daban como perdedor frente a la figura de Chacón; mujer, catalana y adscrita al PSC, algo que, en suma, suponía contravenir, además de muchos intereses en juego, muchos años de historia. Concretamente, 132.
Así, llegados a este punto es como mejor se entiende la proclama pronunciada el pasado 4 de febrero por Pérez Rubalcaba en su discurso: “cambiar el PSOE para seguir siendo el PSOE”. En otras palabras, un inmovilismo ideológico y discursivo que reposa sobre la máxima de “cambiar para que nada cambie”.
Buena prueba de la realidad de estas palabras pueden advertirse en el posterior debate de enmiendas y propuestas que se realizó una vez elegido el candidato – algo en contra del orden lógico que hace pensar que tras el debate, debiera procederse a la elección del candidato. Un debate que más bien fue un ejercicio colectivo de “doblepensar” en el que se puso de manifiesto el porqué el viraje ideológico de España el 20 de noviembre resultó, más que por el depósito de confianza en la alternativa del Partido Popular, por el ejercicio de un voto de castigo incontestable al PSOE.
En este debate se discutió, entre otras cuestiones, de laicidad, de la Ley de Libertad Religiosa, de reforma electoral, de reforma fiscal, de gravamen sobre las rentas más altas, del fomento de nuevas políticas de empleo, de la reforma del sistema financiero –negando cualquier atisbo de conformación de una banca nacional– o del rechazo a que el nuevo secretario general del partido resulte de unos comicios abiertos a toda la militancia, algo que imposibilitaría la manipulación del voto de las elites, posible en un congreso federal con las características como el recién celebrado.
Empero, a nadie se le olvide, la reforma electoral es la eterna promesa incumplida de todos los partidos, entre ellos, el PSOE. Igual lo es el trato de favor de la iglesia, a lo que habría que añadir el hecho de que fue en la última legislatura, cuando el propósito de la Ley de Libertad Religiosa cayó por completo en saco roto. La reforma fiscal, en los últimos años, se ha basado en la desaparición del impuesto sobre el patrimonio, el trato de favor a las grandes fortunas y el incremento de los impuestos indirectos sobre el consumo. La reforma financiera ha servido para inyectar más de 30.000 millones de euros a la banca, responsable directa del endeudamiento familiar y de un sistema en crisis del que, siendo su causante directo, ha terminado por constituirse como su gran beneficiario. Se trata pues, de un claro ejemplo de oxímoron literario y de sinsentido discursivo entre lo que se dice que se quiere hacer y lo que finalmente se hace.
De este modo se entiende la desafección, el desencanto y la desideologización en la que se halla inmerso el PSOE. Un PSOE al servicio del capital y del neoliberalismo que ha desvirtuado por completo el sentido de la socialdemocracia en España.
Como decía Juan Carlos Monedero en su blog, por un lado, la victoria de Rubalcaba se lo pone muy fácil al Partido Popular, por tratarse de un blanco fácil en tanto que es la máxima expresión del continuismo y la debacle electoral socialista. Por otro, concede un gran espacio a la construcción de otra izquierda, con nuevas bases sociales y expresiones críticas y contestatarias, como el 15-M, para con un sistema en el que las fuerzas políticas que lo dirigen resultan mucho más próximas y similares de lo que nos quieren hacer ver. Un sistema donde tanto la expresión de la socialdemocracia como de otros discursos de izquierda pasa por escenarios muy diferentes a los que, hoy por hoy, plantea el PSOE en España.
Jerónimo Ríos Sierra es Investigador Doctorando en Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Complutense de Madrid.
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