En los primeros días del golpe, este activista relata para
DIAGONAL las principales acciones de la resistencia, así
como las claves que permiten entender por qué las élites
económicas y políticas eligieron el camino de las armas.
- Jesús Garza, en febrero en la Librería Traficantes de Sueños de Madrid /Noticias Positivas
DIAGONAL: ¿Cuál ha sido la reacción
de los movimientos frente al
golpe? ¿Cómo se está organizando,
con qué apoyos?
JESÚS GARZA: La mayoría de los
movimientos sociales apostaban por
la consulta popular que estaba promoviendo
el Gobierno depuesto. Sus
niveles de actuación son bastante espontáneos,
ninguna organización o
partido ha asumido la vanguardia.
Cada organización está actuando
conforme a su capacidad económica
y logística. Por ello, hasta ahora la
resistencia es más notoria en los ámbitos
regionales que en la propia capital,
donde también se realizan
acciones de oposición. Las principales
acciones han consistido en la toma
de carreteras y puentes, manifestaciones
públicas, marchas ciudadanas
y en algunos casos enfrentamiento
con los militares, como ha
sucedido en Catacamas u Olancho,
donde la población obligó al Ejército
a replegarse y salir de la ciudad.
D.: ¿Y el ciudadano de a pie?
J.G.: A los movimientos sociales
se han sumado una gran cantidad
de personas no organizadas, ciudadanía
común, unos porque sencillamente
consideran absurdo el
golpe, otros porque los argumentos
que esgrimen los golpistas no
les convencen, muchos otros porque
son militantes del movimiento
del presidente depuesto en su antiguo
Partido Liberal. Esto no significa
que la población entera esté
contra el golpe, existen muchos
sectores, especialmente ligados a
los partidos tradicionales y a los
grupos económicos de poder, que
se manifiestan a favor del golpe y
otros que se están pronunciando
para que se busque una salida política
donde ni los golpistas ni el
presidente depuesto asuman el
control del Estado.
D.: ¿Cuál ha sido la actitud de los
golpistas frente a las protestas?
J.G.: Represión en la totalidad de la
palabra. Durante la ejecución del
golpe se anularon las transmisiones
de radio y televisión, se cortaron los
sistemas de televisión por cable, la
luz eléctrica, la telefonía fija.
El domingo 28 se reactivó la comunicación
en torno a las 11 de la
mañana. Sin embargo, las emisoras
nacionales de radio y televisión sólo
transmitían programas musicales y
deportivos, en los sistemas de cable
estaban bloqueadas las señales de
los canales informativos internacionales
como CNN, TVE, FoxNews,
Telesur, CubaVisión, etc. A las 12 del
día, las emisoras nacionales iniciaron
una cadena transmitiendo en vivo
la sesión del Congreso donde leyeron
una renuncia, que nadie cree,
del presidente Zelaya y declarando
presidente a Roberto Micheletti [estaba
fechada tres días antes y aducía
problemas de salud].
Esto complicó mucho las cosas
a los golpistas, porque además de
la burda maniobra legal de la renuncia,
el señor Micheletti había
participado como candidato a la
Presidencia en las elecciones internas
de su Partido Liberal (el
mismo de Mel) donde había sido
abrumadora y categóricamente
derrotado. En ese momento se iniciaron
las protestas.
Varias marchas, en casi todas las
ciudades, han sido reprimidas por la
policía con gases lacrimógenos, detenciones...
El lunes 29 de junio por
la tarde empezamos a ver algunos canales
internacionales, aunque generalmente
sólo permitían sus emisiones
cuando entrevistaban a funcionarios
del nuevo Gobierno o cuando
pasaban imágenes de la concentración
en Tegucigalpa de los adeptos a
los golpistas. Para el martes ya algunos
medios de comunicación nacionales
empezaron a circular informaciones
más independientes y se mantuvieron
las transmisiones de los canales
internacionales. En estos momentos
hay personas desaparecidas,
heridos, presos, órdenes de captura
contra dirigentes sociales...
D.: ¿Qué sectores sociales están detrás
del golpe?
J.G.: Definitivamente son los empresarios
vinculados a todo el modelo
neoliberal de libre comercio. A
ellos se suman los grupos políticos
que detentan la conducción de los
partidos tradicionales de derechas
(Liberal y Nacional, así como la minúscula
Democracia Cristiana) y
algunos intelectuales que se decían
demócratas, pero que no tuvieron
oportunidad de empleo en el Gobierno
de Mel.
Su reacción a la condena internacional
es que realizarán una campaña
para demostrar la justicia de
sus acciones, la legalidad con que
dicen que actuaron.
D.: ¿Qué salida puede tener este
conflicto?
J.G.: Aparentemente los que apoyan
al golpe están unidos, pero también
cada vez están surgiendo voces
de oposición desde sus propios
sectores en contra de la “forma del
golpe”. ¿Cómo terminará esto? Es
difícil predecir, el problema no es
legal, es político. Pienso que la solución
pasa por la restitución de
Zelaya y que de allí se siga con el
juicio por los supuestos ilícitos.
Algunas organizaciones y personas
están planteándose, tímidamente
aún, la posibilidad de un Gobierno
de transición donde no intervenga
ni Mel ni Micheletti, al menos hasta
las elecciones en noviembre.
Todo parece indicar que las elecciones,
pase lo que pase, se realizaran
el último domingo de noviembre,
pero desde mi visión, serán
las de mayor abstención, porque
los líderes políticos nos han defraudado
a todos, a unos porque no
se han pronunciado contra el golpe,
y los otros porque tampoco se
han pronunciado plenamente a favor
del golpe.
“EL GOLPE ES EL PRODUCTO DE LA INTRANSIGENCIA DE LOS SECTORES CONSERVADORES”
_ DIAGONAL: ¿Qué representa
Zelaya para los movimientos
sociales?¿Realmente era una
amenaza para las élites?
JESÚS GARZA: Lo interesante
del fenómeno Zelaya es que no
llegó al poder con el apoyo de
los movimientos populares, sin
embargo, por sus acciones se
fueron identificando poco a
poco con su Gobierno: adhesión
al ALBA, decretar un salario
mínimo, defender la propiedad
del Estado sobre la empresa de
energía eléctrica y la telefónica
(ENEE y Hondutel). Desde el inicio
de su Gobierno entró en contradicciones
con las élites. Lo
primero fue la cancelación de
los contratos de exclusividad en
las licitaciones públicas de los
medicamentos para los hospitales;
esto provocó la oposición de
las principales empresas de
medios de comunicación, vinculadas
también al negocio de los
fármacos. Desde hace varios
años, la empresa privada quería
la privatización total de la ENEE
y Hondutel, pero su Gobierno
fortaleció estas empresas públicas,
es decir, tomó una medida
contraria al neoliberalismo.
Personalmente, creo que estas
medidas no las hizo por un posicionamiento
político frente al
modelo, como les gusta decir a
muchos sectores sociales más
radicalizados, más bien obedecía
a una necesidad de Estado,
pues al no contar con suficientes
ingresos por la reducción de
aranceles en los diferentes tratados
de libre comercio, el
gasto público era sostenido por
los ingresos de estas empresas.
Igual situación puede deducirse
de su adhesión al ALBA, ya que
también entró en contradicción
con los empresarios importadores
de petróleo, estableciendo
un mecanismo de licitación de
combustibles que permitió mantener
precios bajos (en relación
con Centroamérica) de los carburantes.
Estas acciones económicas
causaron el menosprecio
de las élites
económicas, sumadas a su
decisión de aumentar el salario
mínimo. El Consejo Hondureño
de la Empresa Privada siempre
condenó esta medida, no la
aceptó y puso en los tribunales
más de 180 demandas de
amparo por el aumento, pero
las perdieron todas ante la
popularidad de la medida. Ningún
juzgado tuvo el valor de
darles el amparo que pedían.
Es obvio que el golpe es el producto
de la intransigencia de
los sectores económicos y políticos
conservadores que no
aceptan mover ni un ápice de
sus privilegios. A esto agrégale
la actitud de prepotencia del
presidente depuesto y del señor
Micheletti, nombrado como
nuevo presidente. Las grandes
contradicciones económicas y
políticas terminaron por ser una
batalla personal entre Mel y
Micheletti.
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