El autor plantea que la ronda de negociaciones que
estos días se lleva a cabo entre palestinos e israelíes
es una escena más de una película ya conocida.
- El primer ministro israelí,
Benjamín Netanyahu, y la secretaria de Estado
de EE UU, Hillary Clinton, promotores de esta
ronda de negociaciones.
Se acaba de iniciar una nueva
ronda de conversaciones
entre palestinos e israelíes,
pero pese a la atención
de los medios, el interés del
asunto es el mismo que tendría la
presentación de la película Rocky
6. Los directores de la primera entrega
de Rocky sabían que se trata
de un entretenimiento apenas apto
para un público ávido de evasión.
Pero hicieron creer que era la película
de la década.
Para convencer a la opinión pública
se ha presentado ésta como la
que va a “resolver todos los asuntos
del estatus final en el plazo de un
año”, en palabras de la secretaria de
Estado de EE UU Clinton. Aún se
recuerda el cartel anunciador de la
primera película de la saga en 1993:
las Conversaciones de Washington,
conocida desde entonces como la
Declaración de Principios (DP) del
Proceso de Oslo. Más que una película
es una interminable serie, a cuyos
capítulos se les ha ido dando el
subtítulo de la ciudad en la que han
sido rodados: Anápolis, Sharm-el-
Sheij, Taba, Wye River, París, Cairo,
Camp David, etc., hasta hoy que
vuelve a Washington. Los efectos
especiales han funcionado una temporada
tras otra, sobre todo el denominado
Autoridad Palestina, título
oficial que se dio en la DP a una institución
aparentemente de protogobierno,
pero sin legitimidad alguna
entre los palestinos por ser un instrumento
subvencionado y manejado
por los dueños de la industria del
entretenimiento político: el cuarteto
formado por la ONU, EE UU,
la UE y Rusia.
Como una película
En 1993, los sonrientes Bill Clinton,
Isaac Rabin y Yasser Arafat se abrazaban
en la rosaleda de la Casa
Blanca, mientras el mundo extasiado
aplaudía la escena gracias a otro
efecto visual popularizado por la
CNN: “Asista en directo a los acontecimientos
históricos, forme parte
de la historia”. Las apariencias y los
efectos sustituyen a la paz, ya que
sin justicia no se da ésta y con justicia
sobran aquéllos. El proceso se
completa con continuas conversaciones
entre líderes políticos, abultados
estudios de analistas y expertos
y muchos proyectos por parte de
las organizaciones no gubernamentales,
todo pagado por quien organizan
el resto del espectáculo.
Nadie recuerda a los actores que
se negaron a participar en el Proceso
de Oslo y a criticar el rumbo de la
causa palestina: Abdel Shafi y
Edward Said entre otros. Éstos aún
tuvieron suerte, ya que otros que se
atrevieron a criticar a la AP al poco
de su instalación en Palestina, conocieron
las cárceles construidas con
el dinero que aquélla recibe del
cuarteto para mantener sujeta a la
población que malvive bajo la ocupación
israelí. Intelectuales, activistas
y resistentes en general han sufrido
represalias y castigos por oponerse
al proceso de paz. Aunque
también han sido ninguneados por
los medios, pueden considerarse
afortunados, pues los miembros de
Hamás, del Frente Popular (FPLP) y
otras organizaciones de la resistencia
están bajo tierra o en las cárceles
de Israel a millares por considerar
que las conversaciones son “juegos
de niños” y en consecuencia luchar
contra la ocupación israelí.
El público de 2010 es como el de
años anteriores y aunque está algo
resabiado tras casi dos décadas de
proceso de paz, comprará una nueva
entrada para ver la enésima película,
ya que los medios de comunicación
realizan una presentación
atractiva: “¡Se prevé la creación de
un Estado palestino en un año!”, “el
Nobel de la Paz, Obama, decidido a
conseguir la paz en Oriente Medio
para mostrar un éxito en su política
en esta zona”, “en declaraciones a
RNE, Moratinos se mostró esperanzado
y confiado en que esta convocatoria
sea una realidad y volvamos
a retomar la esperanza de paz”.
Mientras se ve la película de las
conversaciones en todo el mundo,
en Palestina se acumulan los muertos,
crece el número de refugiados y
disminuye constantemente el tamaño
del Estado palestino prometido
en 1947, en todo caso ocupado desde
entonces por Israel.
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