PANORAMA // LOS ATAQUES DE GRUPOS ARMADOS Y DE EE UU AUMENTAN LA INESTABILIDAD
Pakistán: vergüenza y gloria

Mientras se multiplican
los atentados y aumentan
la influencia talibán, la
inestabilidad y los ataques
de EE UU, las movilizaciones
ciudadanas han
logrado la restitución del
juez Chaudhry.

15/04/09 · 14:05
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Pakistán ha sido testigo de
la vergüenza y la gloria en
las últimas semanas. El
atentado contra el equipo
de cricket de Sri Lanka el 3 de
marzo constituyó un espectáculo
ignominioso que provocó una
reacción de condena unánime.

Por otro lado, el 15 de marzo se
convirtió en un día de festejo para la
sociedad civil pakistaní, cuando
Lahore, la ciudad más poblada de la
región del Punjab, estalló en una rebelión
que ha obligado al Gobierno
a plegarse al deseo del pueblo de
restablecer en su cargo a uno de los
símbolos de la oposición al general
Pervez Musharraf (1999 y 2008), el
presidente del Tribunal Supremo,
el juez Iftikhar Chaudhry, depuesto
anteriormente.

Ese mismo día, aviones estadounidenses
no tripulados bombardearon
Bannu, como un sombrío
recordatorio de su presencia
en Afganistán. Ésta es la estrategia
de los Estados Unidos para
obligar a Pakistán a acoger la política
de la “guerra contra el terrorismo”
de buen grado. Desde sus
primeros ataques en 2004, este tipo
de bombardeos se han cobrado
500 vidas. Además, las operaciones
con aviones no tripulados
se multiplicaron durante los últimos
meses de mandato de George
W. Bush. “En 2008, los EE UU han
atacado Pakistán en al menos 35
ocasiones diferentes”, declaró en
enero un oficial de defensa, que
añadió que “desde 2004 han atacado
en 50 ocasiones y se han cobrado
más de 450 vidas”.

Pero la Administración Obama
está demostrando ser más letal.
Desde su investidura, siete ataques
han matado a 109 personas.
Irónicamente, Islamabad protesta
tras cada uno de estos ataques,
pero, como ha revelado recientemente
un senador de EE UU, los
aviones tienen sus bases en
Pakistán. Esto refleja el complejo
papel de este país en la “guerra
contra el terrorismo”. Permitiendo
los vuelos desde sus bases,
el Ejército paquistaní evidencia el
dominio estadounidense sobre su
propio país. La dependencia en
ayuda militar asegura la obediencia.
Sin embargo, y reafirmando
veladamente sus intenciones de
controlar Afganistán, el Ejército
sigue tratando a los talibanes con
condescendencia por miedo a
una creciente influencia de la
India en Afganistán. Los talibanes
velarán por sus intereses
cuando los EE UU se hayan ido.

Los talibanes, por su parte, como
resultado de esta esponsorización
que se remonta a los ‘80, han desarrollado
suficiente poder como
para no prestar atención a sus ‘patrocinadores’
militares. Los ataques
de Mumbay, perpetrados por
una célula militante pakistaní,
Laskar-e-Tayyaba, estuvieron a
punto de desatar la guerra entre
India y Pakistán. El ataque pretendía
desviar a la frontera india tropas
paquistaníes estacionadas en
la frontera de Afganistán. Estos ataques
suicidas contra objetivos de
primer orden demostraron la capacidad
de los talibanes para atacar a
voluntad. Ellos también son conscientes
de su fuerza. No colaboran
con el Ejército sólo con meros soldados
de a pie, sino que tienen sus
propios objetivos: la “talibanización”
de Pakistán. Ahora controlan
efectivamente partes de las provincias
fronterizas, donde han implementado
estrictamente el código de
la sharia: desplazar a las mujeres
del sistema educativo y laboral, mutilaciones
como castigos, barbas y
plegarias obligatorias.

Restitución del juez Chaudhry

En medio de esta situación desalentadora,
una larga marcha liderada
por una hermandad legal ha transformado
el paisaje político en cuestión
de días. Todo comenzó en marzo
de 2007, cuando el general
Musharraf destituyó al presidente
del Tribunal Supremo, Iftikhar
Chaudhry, con acusaciones falsas.
Algunas medidas radicales tomadas
por éste habían enojado a
Musharraf. La sumisa judicatura
del país siempre había servido a los
gobernantes militares. Por ello resultó
una gran sorpresa la orden de
Chaudhry de suspender la privatización
de los Altos Hornos Pakistaníes
aduciendo sobornos y violaciones
de los derechos humanos en
el proceso, así como los puentes
tendidos con las organizaciones
sindicales afectadas. En cualquier
caso, sus declaraciones sugiriendo
que Musharraf no debía continuar
ejerciendo como presidente y jefe
de las Fuerzas Armadas lo hicieron
definitivamente intolerable para la
junta militar. Musharraf lo destituyó
y los abogados se levantaron en
protesta.

Tras las elecciones de 2008,
una coalición encabezada por el
PPP de Benazir Bhutto formó un
Gobierno que prometió restituir a
Chaudhry en el cargo. Sin embargo,
han sido exhortados a no hacerlo
por la Administración de
Bush, que les aconsejó cooperar
con Musharraf. Washington considera
a Chaudhry protalibán. El
PPP aceptó el consejo, lo que condujo
en 2008 a una ‘larga marcha’
protagonizada por millones de
personas desde Karachi a Islamabad.
Las exigencias eran la readmisión
de Chaudhry y la dimisión
de Musharraf, que fue anunciada
el 18 de agosto. En su lugar fue
elegido el viudo de Benazir Bhutto,
Asif Zardari. Éste, que se enfrentaba
a numerosos casos de
corrupción, no quiso reinstaurar
a Chaudhry por temor a que éste
no contribuyera a mantenerlos en
secreto. Esto llevó a otra marcha
el 11 de marzo, de Karachi a
Islamabad, boicoteada por las
fuerzas del orden. Pero al llegar a
Lahore, la ciudad estalló en disturbios.
Fue esta repentina ‘intifada’
la que llevó el 16 de marzo
al primer ministro a restituir a
Chaudhry en su cargo.



Más medios para la guerra

G.M.L.
El 27 de marzo,
Barack Obama anunció
una nueva estrategia
estadounidense
para Pakistán y Afganistán,
tras reconocer
que 2008 fue el peor
año para las tropas
ocupantes en este
último país. Tras decidir
el aumento de
21.000 soldados
estadounidenses en
Afganistán y mientras
baraja el posible
envío de otros
10.000, Obama ha
exigido a sus socios
de la OTAN un mayor
compromiso económico
y militar en el país,
lo que se ha plasmado
en la decisión por
parte de los países
miembros de enviar
5.000 nuevos soldados,
de los que 2.000
se encargarán de instruir
al Ejército. Zapatero,
por su parte, se
ha comprometido a
aportar 450 soldados
y nueve millones de
euros para respaldar
la guerra estadounidense
en Afganistán.
Asimismo, Estados
Unidos anunció el
pasado 4 de abril que
destinará 3.000 millones
de dólares durante
los próximos cinco
años para entrenar y
equipar a las Fuerzas
Armadas de Pakistán,
país considerado
tanto por Bush como
por Obama parte del
“frente central en la
guerra contra el terrorismo”.

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