IGLESIA-ESTADO : LA REELECCIÓN DE ROUCO VARELA COMO PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL CONSOLIDA AL SECTOR
Los obispos españoles, rumbo al Medievo

Con el ultraconservador cardenal Rouco Varela de nuevo en
la presidencia, los partidarios de la injerencia de la Iglesia en
los asuntos públicos controlan la Conferencia Episcopal. Los
colectivos de base exigen democracia interna y pluralidad.

20/03/08 · 0:00
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SERGIO FRUTOS

El pasado 4 de marzo el cardenal de
Madrid, Antonio María Rouco Varela,
inauguró su tercer mandato al
frente de la Conferencia Episcopal
(CEE). Con Rouco y Antonio Cañizares,
Carlos Osoro y Juan Antonio
Martínez Camino (arzobispos de
Toledo y Oviedo y portavoz de la
CEE respectivamente) en la comisión
permanente de la CEE, se consolida
la hegemonía del sector ultraconservador.
Otros cambios dan fe
de su poderío: el obispo de Terrassa,
Josep Àngel Saiz Meneses, formado
en el conservador seminario de Toledo,
sustituyó en la presidencia de
la Comisión de Seminarios y Universidades
a Joan Enric Vives, obispo
de Urgell. Vives fue una de las pocas
voces críticas al documento de la comisión
permanente que pedía el voto
para los partidos que rechazaran
el matrimonio homosexual y el
aborto. Además, el arzobispo de Valencia,
Agustín García-Gasco, fue
reelegido presidente de la Comisión
de la Doctrina de la Fe, antigua
Inquisición.

A Arcadi Oliveres, presidente de
Justícia i Pau (sección catalana de la
ONG cristiana de ámbito estatal) la
reelección de Rouco no le sorprende,
“dada la estructura de la Conferencia
con los últimos nombramientos
dictados desde Roma”. En
febrero, el Vaticano nombró obispo
auxiliar de Bilbo a Mario Iceta Gavicagogeascoa,
cercano al Opus Dei y
apadrinado por Rouco Varela y
Cañizares. La designación convulsionó
a la Iglesia vizcaína, ya que
Roma no contó con la opinión del
Consejo Pastoral Diocesano, máximo
órgano laico. Tras la elección de
Ricardo Blázquez como presidente
de la CEE en 2005 el Consejo se quejó
por no ser consultado y se creó un
protocolo para estas situaciones. Sin
embargo, el Consejo supo del ascenso
de Iceta por la prensa y cuatro de
sus miembros se plantearon dimitir.

El 9 de marzo, el secretario, Bittor
Uraga, abandonó el cargo en respuesta
a “una falta de respeto difícilmente
tolerable”, según declaró al
diario Deia. Uraga seguirá en la institución
para “oponerse al despotismo
ilustrado y antievangélico”. En el
Consejo de Presbiterio, consejo de
sabios elegidos democráticamente
por los sacerdotes, también se han
planteado dimitir nominalmente e
incluso en bloque. Blázquez, obispo
de Bilbo, tildó la elección de Iceta de
“regalo de Dios” y apeló a la “comunión
con la Iglesia” para frenar las
discrepancias.

Falta de democracia interna

Jaume Botey es miembro de Cristians
pel Socialisme y Cristianisme
Segle XXI y fundador de Redes
Cristianas, plataforma estatal que reúne
a más de 150 entidades de base.
Para él, “entre Rouco y Blázquez no
hay diferencias más allá de que uno
tenga más capacidad de insultar y
sea más siniestro. Junto con arzobispos
como Cañizares y García-Gascó,
son hijos del pontificado de Juan
Pablo II, que tira por tierra todo lo
acordado en el Concilio Vaticano II y
hace una especie de restauración inspirada
en la vuelta a la Edad Media,
línea que continúa Benedicto XVI.

De fondo está el conflicto entre la jerarquía
de la Iglesia y el Estado y el
seno de la Iglesia”. La corriente
Somos Iglesia critica “la ausencia de
democracia” interna y recuerda que
en el cristianismo primigenio se elegía
directamente a los obispos. Frente
a una Iglesia “jerárquica y piramidal”,
exige “que la participación y la
democracia sean pronto una realidad”
y “que no se confunda la opinión
de los obispos y ciertos sectores”
con la de toda la Iglesia. Eliza
Gara (Somos Iglesia Bizkaia) abrió
una campaña de desobediencia civil,
presentando a la candidata “imposible”,
Elena Sanz, a las elecciones de
la CEE para “generar debate sobre la
falta de democracia y el ninguneo de
las mujeres”. Sanz se pregunta “cómo
se puede elegir el liderazgo de la
Iglesia sin consultar a las bases”.

Según Borja Aguirre, miembro de
Eliza Gara, tanto Rouco como Blázquez
son “conservadores y de línea
rígida, pero Rouco alterna el lobbying
político con la doctrina de la
Cristiandad, acuñada por el emperador
Constantino en el siglo IV, que
concibe el cristianismo como imperio”.
Para Aguirre, “ser cristiano hoy
es una experiencia personal. Pero
hay sacerdotes y laicado que dependen
directamente de la Iglesia, por lo
que disentir es complicado. Los sacerdotes
no tienen experiencia laboral
ni derecho a paro. Muchos comparten
nuestro discurso pero están
atados de pies y manos”. En Eliza
Gara lo saben bien. En 2004, Aitor
Urresti, miembro del colectivo, perdió
su empleo como responsable de
la Pastoral de Juventud de dos parroquias
vizcaínas. Urresti había invitado
a un encuentro diocesano juvenil
en el santuario de Urkiola a un cristiano
que leyó un manifiesto ante el
obispo Blázquez criticando la falta
de democracia de la Iglesia y su actitud
con el papel de la mujer o la homosexualidad.

En el futuro, Oliveres cree que
“Rouco nombrará a gente afín y
fiel, lo que es un perjuicio para la
Iglesia, los fieles y la ciudadanía”.
Javier Baeza es cura de la madrileña
parroquia de Entrevías, que
Rouco amenazó con el cierre porque
sus rituales no se ajustaban al
ordenamiento católico. Cree que
“Rouco es más beligerante desde el
no poder” y ahora “será más dialogante
con el Gobierno. La prueba
es que lo primero que hizo al salir
electo fue ofrecerle diálogo y luego
felicitó a Zapatero por ganar las
elecciones”. Eso sí, “dialoga desde
la autoridad absoluta. Es capaz de
escuchar, pero no cuestiona ni un
ápice su postura”. En Entrevías ganaron
la batalla cuando Rouco les
“concedió” ser centro pastoral. Así,
Baeza cree que más que entenderse,
con Rouco se puede lograr como
mucho “una pax americana”.
Ya veremos cuánto dura.

Voces disidentes al discurso eclesiástico oficial
_ 25 entidades cristianas de
base de Catalunya suscriben
el manifiesto Otra voz
de Iglesia, que afirma que
«la negativa a modificar
los acuerdos entre el Estado
español y el Vaticano
es clave en la tensión»
entre un sector de la jerarquía
eclesiástica y la
sociedad, por lo que piden
al Gobierno que los anule.
Según estos grupos, «las
cuestiones que los obispos
ven incompatibles con la
fe cristiana no cuentan con
el consenso de la comunidad
creyente, la teología
católica, la comunidad
científica, ni siquiera del
mismo obispado». Reclaman
una Iglesia que
«abandone el privilegio
que le otorga el Concordato
y apueste por la autofinanciación
económica».
Del 7 al 9 de febrero el Consejo
Pontificio de los Laicos
organizó un congreso internacional
en el Vaticano
sobre el papel de la mujer
con motivo del XX aniversario
de la carta apostólica de
Juan Pablo II sobre la dignidad
y la vocación de la
mujer. La corriente Somos
Iglesia Internacional criticó
el evento por no tener en
cuenta «el diálogo entre la
teología feminista y el reconocimiento
de la igualdad
de género dentro de las
estructuras eclesiásticas».
Según Somos Iglesia
«hablar de dignidad de la
mujer no es suficiente cuando
se impide la ordenación
de sacerdotisas y se niega
la igualdad de derechos y la
participación en el desarrollo
de la Iglesia». En una
carta remitida al Arzobispado
de Barcelona, Dones en
l'Esglèsia (Mujeres en la
Iglesia) lamentó que la
Santa Sede aún no haya
aceptado la Declaración
sobre la Eliminación de
todas las formas de discriminación
contra la mujer. El
grupo criticó la exaltación
de la feminidad basada en
la maternidad y el servicio a
la familia.

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