ANÁLISIS // APUNTES PARA PREVENIR INUNDACIONES Y SEQUÍAS EN EL ESTADO ESPAÑOL
Una nueva gestión del agua

En plena crisis de sequía, el autor repasa algunas de las soluciones equivocadas y propone alternativas para mejorar la planificación hídrica.

, del Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Zaragoza y presidente de la Fundación Nueva Cultura del Agua
04/04/06 · 0:47
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PEOR EL REMEDIO. España es el país con más embalses por habitante y m2.

Vivimos en un país mediterráneo
en el que sequías y
crecidas son eventos normales
que pueden y deben
prevenirse. Durante gran parte del
siglo XX la estrategia se ha basado
en la construcción de presas, motas
de ribera y escolleras. Se trataba de
desarrollar el paradigma de ‘dominación
de la naturaleza’ que ha presidido,
desde el Renacimiento, nuestra
concepción de la ciencia y de la
técnica. En este camino, sin duda,
han sido muchos los éxitos y beneficios;
pero también han sido notables
los fracasos e impactos ambientales
que hemos provocado y sufrido, lo
que viene motivando, a lo largo de la
última década, la necesidad de revisar
estos enfoques y estrategias.
Desgraciadamente, hasta ahora,
las nuevas crecidas y sequías se han
venido presentando como desgracias
que exigen la construcción de
nuevos embalses, trasvases, encauzamientos
y motas de ribera. Embalses
que, aunque se justifiquen para
laminar avenidas, una vez construidos,
acaban gestionándose a cota
alta (almacenando el máximo de
agua para regar o conseguir la máxima
potencia de turbinado); con lo
cual, cuando llega una nueva riada,
la capacidad de laminación es mínima,
cerrándose el círculo vicioso de
reivindicación del siguiente embalse.

Hoy, bajo la creciente influencia
de la moderna eco-hidrología, más
que “dominar” los ríos se trata de
comprender mejor su funcionalidad
y los servicios que el sabio orden natural
nos brinda. Tras las grandes
inundaciones de los ’90 en el
Mississipi y en el Rin, se han puesto
en marcha ambiciosos planes de recuperación
de espacios de inundación
en estos grandes ríos, haciendo
retroceder o eliminando escolleras y
motas de ribera a lo largo de cientos
de kilómetros. Se asume así la previsión
de amplias inundaciones blandas
en el curso medio (con las correspondientes
compensaciones a los
agricultores de estas zonas) como la
herramienta más eficaz para frenar
las ondas de avenida y evitar males
mayores en las zonas bajas (generalmente
muy pobladas). Más allá de
estas llamativas actuaciones, la clave
debe centrarse en respetar con rigor
el espacio del río como dominio público,
acabando con el desgobierno
imperante pues, tarde o temprano, y
por encima de nuestra poderosa ingeniería
civil, el río acaba volviendo
con sus escrituras bajo el brazo.
En lo que se refiere a las sequías,
proponer como alternativa general
construir nuevas presas, en el país
del mundo con más embalses por habitante
y kilómetro cuadrado, es tan
absurdo como ofrecer un monedero
al mendigo que te pide dinero. Embalses
no faltan en años de sequía;
bien al contrario: sobran. Lo que falta
es agua. La falta de reflexión colectiva
nos ha llevado a aceptar la urgencia
de más embalses cuando, en
realidad, el reto está en cambiar el
régimen de uso de los que ya tenemos.
Se trata de reducir dotaciones
en años normales (modernizando los
sistemas), e incluso restringir la superficie
actualmente regada, con el
fin de asegurar el riego en años de
escasez. Sin embargo, cuando hemos
dispuesto de un nuevo embalse
que podía regar en años medios
30.000 hectáreas, hemos acabado regando
40.000; con ello, sin duda, habremos
conseguido un notable rendimiento
en años generosos, pero el
sistema quebrará en años de sequía,
como ha ocurrido recientemente.
Es importante reseñar que no existen
soluciones generales, sino que es
preciso diseñar planes específicos en
cada lugar. Desgraciadamente, la
Planificación Hidrológica heredada
del anterior Gobierno (tanto a nivel
nacional como de cuenca), presentada
en su día como el marco de resolución
de todos los problemas hídricos,
carecía de planes de sequía.
Hoy, se está abordando la tarea de
elaborarlos, aun desde las dificultades
que comporta hacerlo en plena
crisis de sequía, y se están abriendo
espacio a nuevos criterios y enfoques
(ver columna derecha).

Bancos públicos de agua

Los bancos públicos, siguiendo el
ejemplo de California, permitirían
organizar el rescate de concesiones
desde las Confederaciones Hidrográficas,
a cambio de adecuados pagos
preestablecidos por la Administración.
Tales caudales serían
ofertados a los demandantes en situación
de emergencia, desde precios
igualmente fijados por la Administración.
Ello permitiría redistribuir
el uso del agua en estas situaciones
de forma más flexible y con menos
conflictos, en la medida que se
promueven acuerdos entre usuarios
cedentes y receptores. Se trata de
nuevos marcos de gestión que favorecen
una mejor gobernabilidad y
transparencia bajo el control de las
instituciones públicas, a fin de evitar
fenómenos especulativos e impactos
ambientales indeseados.

Sin embargo, en no pocos lugares,
lejos de desarrollar esas líneas de
sensatez, previsión y modernidad,
asistimos al fomento de nuevos regadíos,
en unos casos bajo el impulso
de las instituciones públicas (como
ocurre en la Cuenca del Ebro con los
nuevos regadíos de Álava, Navarra,
Aragón y Cataluña, en Lérida y Bajo
Ebro), y en otros, desde políticas de
hechos consumados, a menudo incluso
al margen de la ley (como en la
Comunidad Valenciana, Murcia,
Andalucía o La Mancha). Ello tensiona
tanto las capacidades de los sistemas
como la sostenibilidad de nuestros
ríos y acuíferos. Pero sobre todo
fragiliza nuestra capacidad de gestionar
adecuadamente los períodos
de sequía. Nos equivocamos en este
sentido cuando, tanto legalmente como
al margen de la ley, impulsamos
o permitimos este crecimiento del regadío.
La competitividad de nuestra
agricultura no pasa por producir más
sino por producir mejor.
Una buena gestión integrada de
aguas subterráneas y superficiales
puede en muchos casos ser la clave
de eficaces estrategias de gestión
de las sequías. Desgraciadamente,
en muchos lugares despreciamos e
infrautilizamos esos embalses subterráneos,
esperando que nuevas
obras hidráulicas de superficie, bajo
masiva subvención pública, nos
ofrezcan nuevos recursos regulados.
En otros casos, por el contrario,
se da una explotación abusiva de
ciertos acuíferos, lo que quiebra no
sólo su sostenibilidad, sino el margen
que permitiría gestionar adecuadamente
las sequías, cuando la disponibilidad
de aguas superficiales se
reduce drásticamente.

Esperemos que este nuevo ciclo
de sequía, cuya duración está todavía
por delimitar, sea ocasión para
un auténtico debate ciudadano, en
lugar de ser, como en veces anteriores,
cancha para un amarillismo informativo
que acaba siendo usado
para justificar nuevas oleadas de
obra hidráulica, tan ineficientes como
gravosas para el erario público.

Planificación hidrológica, algunas propuestas

- Aumentar la eficiencia de los regadíos y redes urbanas y destinar el ahorro no a nuevos usos, sino a la garantía de suministro.

- Flexibilizar la regulación de los grandes sistemas de regadío mediante embalses y balsas de regulación en tránsito en las zonas de riego.

- Un plan de reestructuración del regadío que permita retirar, con adecuadas compensaciones, las superficies con problemas de salinización o de baja calidad agronómica, dedicando los caudales ahorrados a incrementar la garantía de riego.

- Una revisión concesional que permita amortizar las concesiones obsoletas, flexibilizar y condicionar otras, especialmente las hidroeléctricas, dando prioridad a la previsión y gestión de sequías, y rediseñar la gestión de nuestros embalses bajo criterios de regulación plurianual.

- Planes de uso integrado de aguas subterráneas y superficiales, que hasta la fecha no se han desarrollado en toda su potencialidad.

- Combatir y acabar con el desgobierno de aguas subterráneas, especialmente en los acuíferos sobre explotados, arbitrando estrategias
que permitan usar los acuíferos como reservas estratégicas.

- Combinar las medidas reseñadas con un adecuado sistema de seguros de sequía, que permitan cubrir o paliar los impactos de los
ciclos extraordinarios de sequía de carácter plurianual.

- No sólo revisar, sino reformar el vigente sistema concesional, mediante bancos públicos de agua transparentes y participativos.

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