Pablo López Calle es sociólogo y coautor
de un esclarecedor estudio sobre el
proceso de producción del Volkswagen
Polo en el Estado español (“Los obreros
del Polo”). Recientemente ha elaborado
para CC OO un informe junto a
Rafael Ibáñez sobre la situación del
sector de la automoción en Europa.
DIAGONAL: ¿Es real la crisis de la
automoción de la que se está
hablando?
PABLO LÓPEZ CALLE: Ésa es la pregunta
del millón. Cada vez que se
tienen que negociar los convenios
llegan las amenazas de llevarse la
producción a otro país para que los
sindicatos acepten aquí más recortes.
Pero la amenaza tiene algo de
real, y de hecho gran parte de la producción
de menos valor añadido,
como el cableado, ya se ha llevado
a otros países. Las constructoras
suelen contratar más lejos la producción
de componentes simples de
bajo valor añadido que se pueden
mantener en stock a pesar de los
cambios de demanda.
D.: ¿En qué proporción se han trasladado
los procesos a otros países?
P.L.C.: Es difícil saberlo. Cuando hicimos
la investigación sobre el Polo,
vimos que ni siquiera había datos
sobre las externalizaciones dentro del
Estado. En este caso, descubrimos
que el 80% de los gastos de la empresa
eran compras al exterior, alrededor
de 11.000 piezas que llegan diariamente
a la planta para su transformación.
Pero se haga aquí o en otros países,
el proceso real y completo de
fabricación de un coche excede con
mucho a la fabricación en las grandes
plantas centrales.
D.: ¿Queda hueco para la automoción
española?
P.L.C.: Soy pesimista. Las administraciones
deberían desarrollar una política
industrial propia, no buscar tanto la
instalación de grandes firmas que sólo
crean empleo a corto plazo, que esquilman
los recursos locales y crean
empleo de baja calidad. Pero seguimos
compitiendo en bajos costes laborales,
y ahí no tenemos nada que
hacer con respecto a los países del
Este, China o la India. Por otro lado el
capital es extranjero, y a la vez que
busca menores costes laborales en la
periferia se está replegando para que
los procesos productivos más intensivos
en tecnología y valor añadido se
sitúen en las sedes centrales. Los países
semiperiféricos como Portugal o
España salen perdiendo. Esto podría
suponer, quizá en el periodo de vida
de dos modelos [entre 7 y 8 años],
que parte de la fabricación se siga
trasladando a otros países.
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