CUMBRE DE LAS AMÉRICAS //
Murió el ALCA , viva el libre comercio

Según se mire, la Cumbre de Mar del Plata fue un fracaso para George W. Bush
y su propuesta de implementar el Área de Libre Comercio para las Américas,
o un empate con sabor a triunfo para los defensores del liberalismo.

, Editor de la sección Internacional del semanario Brecha.
09/05/06 · 18:54
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Los miles de activistas y manifestantes
que participaron
en la contracumbre de
Mar del Plata pueden considerarse
satisfechos de haber enfrentado
los planes imperiales y repudiado
la presencia de Bush en
Argentina. La masividad de la contracumbre,
más allá de la mediática
participación de Diego Armando
Maradona y Hugo Chávez, fue un
éxito que debe ser destacado, toda
vez que muestra la vitalidad de los
movimientos y la legitimidad alcanzada
por la protesta social.

Sin embargo, pensar que Bush
salió derrotado de Mar del Plata sería
una simplificación. Ciertamente,
tuvo que soportar discursos como
los de la delegación argentina, que
no fueron de su agrado. Pero no debemos
olvidar que 29 países del
continente apoyan el ALCA contra
cinco que se oponen (Argentina,
Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela).
Por más que estos cinco representan
el 75% del producto bruto
interno de la región, parece claro
que la estrategia de Washington ha
venido avanzando al conseguir sumar
país tras país a su collar de
Tratados de Libre Comercio. Ésta
fue la estrategia adoptada por la
Administración Bush ante el estancamiento
del ALCA que ya lleva
dos años sin registrar avances significativos.

Por otro lado, quienes se oponen
al ALCA no lo hacen porque consideren
que el acuerdo es malo en sí
mismo, sino porque buscan negociar
en mejores condiciones el ingreso
de sus productos a los mercados
del primer mundo. En particular,
el problema de los subsidios a
la agricultura es el tema urticante
para países clave como Brasil, que
tiene expectativas de aumentar sus
exportaciones agropecuarias al primer
mundo.

En tercer lugar, las alternativas al
ALCA no gozan de buena salud. El
Mercosur vive una situación de prolongado
estancamiento del que no
saldrá con la reciente integración de
Venezuela al acuerdo comercial.
Peor aún, la reciente cumbre de la
Comunidad Sudamericana de Naciones
(CSN), realizada en Brasilia,
mostró las enormes debilidades de
la integración regional. La competencia
comercial y política entre
Brasil y Argentina no parece estar
cediendo, y el encuentro se saldó
apenas con acuerdos bilaterales entre
ambos países y Venezuela, que
busca ampliar su marco de alianzas
en base a la denominada “diplomacia
petrolera”.

Durante la contracumbre de
Mar del Plata pudo verse una pancarta
sostenida por un grupo de
activistas uruguayos y argentinos
que rezaba: “con soja no hay ALBA”.
De alguna manera pusieron
el dedo en la llaga: estamos todos
contra el ALCA, pero ¿qué pensamos
del libre comercio?

En un texto difundido poco después
de la cumbre, razonan: “El
ALBA no puede contener la mercantilización
de la vida y los instrumentos
de dominación corporativa
en la agricultura que representan
la agroindustria, la biotecnología
y los patentamientos de
los organismos vivos que conlleva
el neoliberalismo y acuerdos de
TLC (tratados de libre comercio),
como el ALCA”.

En suma, están poniendo a debate
que las propuestas alternativas al
ALCA no han conseguido debatir si
la integración se realizará en base al
libre comercio o a formas nuevas que
supongan relaciones de otro tipo entre
pueblos y países. Un buen ejemplo
es que mientras se viene desarrollando
una amplia campaña continental
contra el ALCA, no se habla
de la Iniciativa para la Integración de
la Infraestructura Regional Suramericana
(IIRSA). Ésta surgió en la
reunión de los doce presidentes sudamericanos
realizada en Brasilia, en
septiembre de 2000, y se propone dar
un nuevo impulso al proceso de integración
regional en base al desarrollo
de la infraestructura de transporte,
energía y telecomunicaciones con
financiamiento del Banco Interamericano
de Desarrollo (BID) y otros
organismos.

Es cierto que Bush no salió contento
de Mar del Plata, pero nada
nos autoriza a agitar las campanas
de la victoria porque el libre comercio,
al que se suscriben los gobiernos
progresistas de la región, goza
de muy buena salud.

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