Intercambian experiencias y se unen para cubrir
unas necesidades que van desde lo afectivo a lo
económico. Son mujeres que crean redes frente a las
distintas crisis del neoliberalismo patriarcal.
“La banca quiere generar un capital
y un beneficio, pero nosotras vamos
más allá. Nuestras relaciones se basan
en la solidaridad, en lo familiar”.
Así define Lucía el sistema de micropréstamos o comunidades de
autofinanciación (CAF) en el que
participa junto a otras ocho mujeres.
El sistema de las CAF es sencillo
y organizado. Se guían por unos
estatutos que han ido adaptando.
“Para comenzar, cada una tuvimos
que comprar cinco acciones, a diez
euros cada una, es decir 50 euros”,
comenta Marisol, una de sus fundadoras.
“Lo primero que reunimos
fueron 350 euros y a partir de ahí
comenzaron los préstamos”.
Cada préstamo se devuelve con
un 1,5% de interés y los beneficios
van al grupo y se reparten. Se reunen
una vez al mes para hacer
cuentas y las tareas están bien repartidas:
presidenta, contable, cajera…
“Nos prestamos pequeñas
cantidades. Para los libros de tus
hijos e hijas, un plazo de la hipoteca
o la operación de un familiar en
nuestros países de origen. Es una
buena alternativa, porque sería un
proceso muy largo y difícil en un
banco normal. Y hay cosas muy urgentes”,
continúa Marisol.
- "ENCUENTROS". LA comunidad de autoafirmación se reúne una vez al mes. Izaskun Sánchez
Apoyo mutuo
Las reuniones se celebran en un
ambiente distendido, a veces en
torno a suculentos platos colombianos.
“Para nosotras también es
un espacio de encuentro después
de la semana, un momento de
acercamiento, compartimos cosas,
hablamos. Hay muchas mujeres
que usan estos espacios como terapia”,
continúa Lucía.
Lo cierto es que el apoyo mutuo
es uno de los principios que guía
esta CAF. “Cuando varias personas
piden un crédito a la vez, se evalúa
la urgencia y se reparte”, cuenta
Lucía. Esto es lo que se busca en
las comunidades de autofinanciación:
“Que nadie se vaya sin resolver
una parte del problema.
Recuperar un trato más humano,
más sencillo respecto a los problemas
de las demás”. Este sistema de
trueque se remonta muchos años
atrás. Lucía afirma que concretamente
a la “cultura indígena y solidaria
que se perdió en la colonización”. Es lo que en Colombia se conoce
como cadenas, pasanacos en
Bolivia o ruedas en Ecuador.
Este grupo de mujeres conoció la
iniciativa hace ya tres años a través
de una asociación a la que muchas
pertenecen: La Gaitana. Alcira, una
de sus componentes, cuenta cómo
nada más crear la asociación comenzaron
a formarse. “Así conocimos
Transformando, un cooperativa
de acción social que nos contó
esto de los microcréditos. Una iniciativa
que ya se estaba llevando a
cabo en Barcelona. Unos meses
después, a finales de 2007, ya
habíamos formado un grupo de siete
mujeres”. Alcira afirma que, a pesar
de que son tiempos complicados,
“hay que ser propositivas”.
Las proposiciones nacen a través
de distintas organizaciones o colectivos
de mujeres como el centro de
Día de Mujeres Iberoamericanas,
Pachamama (Madrid). Un centro
que forma parte de la Red de Centro
y Recursos de Atención a Mujeres
de la Dirección General de la Mujer
y que está gestionado por Candelita.
En torno a Pachamama se reunen
mujeres como María, que lleva 11
años trabajando como interna en
una casa y que, junto a dos compañeras,
acaba de montar una de las
primeras cooperativas de empleadas
del hogar. “Llevamos años luchando
para que nos cambien de régimen,
para conseguir más derechos, pero
parece muy complicado, sobre todo
mientras no haya representación en
los sindicatos”. Explica que a lo largo
de los años se han hecho muchos
cambios en otros sectores pero el de
las empleadas del hogar no llega.
“La cooperativa nos da la posibilidad
de cambiarnos al Régimen General
de la Seguridad Social”. Además
significa algo muy importante:
nómina y contrato. “Algo que te puede
cambiar la vida frente a muchos
trámites, no sólo bancarios sino
también a la hora de solicitar la reagrupación”,
afirma María.
Como cooperativa de iniciativa
social se invierten las tornas. “Vamos
a tener como clientes a los que
eran nuestros empleadores y empleadoras.
Y además podremos exigir,
ya que vamos a presentar un
contrato de trabajo con unas normas
específicas de las empleadas,
algo que ahora no existe”.
La cooperativa ya tiene nombre,
Las Victorias, y no es para menos
ya que la iniciativa supone mucho
esfuerzo, trabajo y papeleo. “Y sacar
muchas horas del poco tiempo
libre que tenemos”, afirma María.
La idea nació a finales de 2009,
cuando la cooperativa Abierto hasta
el Amanecer ofreció una charla sobre
el tema en Pachamama. “Algunas
mujeres empezamos a interesarnos
y al final nos lanzamos”, dice.
Para María sería un triunfo que
hubiera un cambio en la ley de empleadas
del hogar pero mientras,
Las Victorias, es también una gran
conquista: “Estamos creando una
red y en el momento que otras mujeres
la vean funcionando, entonces
crecerá. Se podrán unir a la
nuestra o crear la suya propia”.
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