DEPENDENCIAS MUTUAS Y LA REPRODUCCIÓN DE LA VIDA
Mujer no significa cuidar

¿Qué son los cuidados? ¿Quiénes se benefician de ese trabajo invisible? ¿Qué dependencias se crean en torno a ellos? Aquí, algunas respuestas.

06/06/11 · 17:30
Edición impresa

En el trabajo y en las migraciones
son los cuerpos
los que están en juego.
¿Cómo son esos
cuerpos del cuidado y a quiénes
pertenecen? ¿Cuáles son sus itinerarios
geográficos, sociales y económicos?
Esta exposición intenta
visibilizarlos, romper estereotipos
y presentar a estas mujeres como
agentes de contestación que cuestionan
modelos preestablecidos.

Atiende a una apuesta urgente del
feminismo actual:
poner los cuidados
–y no los mercados– en el
centro de los análisis sociales, políticos
y económicos: un ejercicio
de subversión
que movería demasiados
cimientos. Su título cuestiona
los límites conceptuales entre
autonomía y dependencia, público
y privado, trabajo y vida,
egoísmo y altruismo, económico y
no económico, material e inmaterial.

Llamamos cuidados a una
amplia gama de procesos necesarios
para la sostenibilidad de la vida
humana, muchos de ellos altamente
especializados. Son imprescindibles,
pero la sociedad en
su conjunto no los valora ni se responsabiliza
de ellos. Mientras son
obviados por sus mayores beneficiarios
–los hombres, las empresas
y el Estado–, las mujeres siguen mayoritariamente
haciéndose cargo
de ellos, organizando una transferencia
de los mismos hacia otras
mujeres: dentro de la familia, siguiendo
un eje generacional, o externalizándolos
de forma privada.

Dependencias Mutuas alude a
ese complejo entramado de interdependencias:
Entre el patriarcado y las mujeres,
y entre los hombres y las
mujeres.
Entre unas mujeres y otras, según
ejes de poder, de clase, etnia,
lugar de origen.
Entre la institución arte y las
artistas, que hacen “el trabajo sucio”
y son las peor pagadas en muchas
ocasiones: la artista como
“chica de la limpieza”.
Entre el feminismo y las prácticas
artísticas y políticas.
Hay algo nuevo en la vieja
Europa: la llamada “crisis de los
cuidados”.

La creciente sociedad
de consumo, junto a la incorporación
de las mujeres al mercado de
trabajo, han sacado a la luz el trabajo
que venían realizando “naturalmente”
madres, esposas, hijas
o vecinas, haciéndose visible en
los circuitos de mercado. Trabajo
de cuidado en todas sus dimensiones
que debe ser abordado como
una responsabilidad social.
Estos trabajos han sido naturalizados
como propios del género
femenino y se realizan en condiciones
de desigualdad. Sin embargo,
mujer no es sinónimo de
cuidar y, de la misma manera que
todas las mujeres debemos tener
el derecho a elegir cuidar o no cuidar,
el trabajo de cuidados tiene
que ser valorado como lo que es:
la base invisible de la sociedad y la
economía.


CADENAS
GLOBALES

Desde Territorio Doméstico se preguntan:
“¿Cómo es posible que
haya dinero para rescatar bancos
y no para incluir el empleo del
hogar en el régimen general?
¿cómo es posible que se haya
permitido la entrada de contingentes
internacionales de trabajadoras
migrantes a las que a día de
hoy se les niega la regularización?
¿Cómo es posible que el gran sostén
de la sociedad siga siendo el
trabajo invisible de las mujeres?
¿Cómo es posible vivir en una
sociedad que pone la búsqueda
de beneficio por encima de las
personas? Occidente ha exportado
su crisis y muchas mujeres
migrantes realizan estos trabajos
en injustas condiciones laborales.
En lo que llamamos cadenas globales
de cuidados es una migrante
la que hace el trabajo de asistencia
que deja al descubierto la
incorporación al mercado laboral
de una mujer autóctona.

 

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Dependencias mutuas (Foto: Natalia Iñiguiz)
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