Unos activistas consiguen que una empresa done varios miles de paquetes de galletas para niños enfermos.
En la ciudad de Hanover tiene su centro una conocida empresa de galletas. Allí, sobre su fachada, a unos cinco metros de altura, cuelga una galleta de oro macizo de unos 20 kilos desde hace más de un siglo. Es el símbolo del fabricante de galletas, una de las mayores marcas de alimentación alemanas.
El 21 de enero, unos desconocidos robaron la galleta de oro. La empresa ofreció un rescate de mil euros a quien encontrase el símbolo o aportase datos sobre su paradero. Los secuestradores, por su parte, mandaron una carta al periódico local Hannoverschen Allgemeinen Zeitung pidiendo un rescate a cambio. En la carta incluían una foto de una persona disfrazada del monstruo de las galletas con la galleta de oro bajo el brazo y un mensaje redactado con palabras recortadas del periódico, al más puro estilo secuestrador.
A cambio de devolverla, el monstruo pedía a la empresa alemana que donase galletas a un hospital infantil que atiende a niños y niñas en la ciudad de Hanover. Galletas de las cubiertas de chocolate con leche, “no de las secas”, pedía el monstruo. Dicha carta fue remitida asimismo al fabricante de galletas. Una portavoz de la empresa aseguraba que “no se trata de una campana de marketing, jamás haríamos algo parecido”.
El fabricante aseguraba desde el principio no dejarse presionar por las amenazas de destrucción del caro símbolo de la casa. Sin embargo, pocos días después, la empresa anunciaba en Facebook: “Querido monstruo de las galletas, vamos a donar 52.000 paquetes de galletas de chocolate con leche a 52 organizaciones benéficas si nos devuelves nuestra galleta dorada”.
El 5 de febrero la galleta era devuelta. Amaneció colgada de la estatua de un caballo en una plaza de la ciudad frente a la Universidad. “Hemos devuelto la galleta, pero recuerda, que sean con chocolate”, escribían de nuevo los desconocidos al jefe de la empresa.
Los secuestradores de la galleta de oro concedieron poco después una entrevista en exclusiva. Tres hombres y una mujer aparecen en el vídeo emitido por la televisión alemana RTL. Uno de ellos, disfrazado de monstruo de las galletas y los otros tres con trajes blancos desechables aislantes, del tipo de monos utilizados en las manifestaciones antinucleares. Sus ojos cubiertos por coloridas gafas de sol. En el vídeo aseguran que “un montón de gente debería alegrarse de que todo haya concluido de esta forma, ya que ha salido ganando todo el mundo”. La policía continúa buscando a los responsables del robo y devolución de la galleta de oro, uno de los cuales declaraba en el vídeo: “No creo que vayamos a la cárcel por esto, tal vez tengamos que pagar una multa o hacer trabajos para la comunidad”.
Porqués de la acción
Si la acción fue un acto absurdo o artístico, o por el contrario se trata de un acto político es algo que los secuestradores de la galleta no han hecho notar. Los datos sobre pobreza y desigualdad en Alemania podrían llevar a pensar en la última de las hipótesis: los activistas habrían tratado de este modo de hacer visible la situación de miles de menores. Según UNICEF, un millón y medio de niños crecen en relativa pobreza en Alemania. Uno de los métodos de medición considera que existe la pobreza cuando los padres ganan menos del 60% del salario medio, que en Alemania se sitúa entre los 750 y los 900 euros al mes, dependiendo de los métodos de medición empleados. La pobreza relativa sería cuando se gana menos del 40% de lo que gana la media. Uno de cada 20 niños, por ejemplo, no recibiría una comida caliente con carne, pescado o el correspondiente sustituto vegetal al día. Casi un 4% sólo tiene un par de zapatos y un 3% no recibe ropa nueva nunca. Otro 3% vive en hogares sin internet. Casi en la mitad de los casos de pobreza más acusada, los padres están desempleados. El problema con estos cálculos es que la media cada vez representa a un grupo menor, ya que la clase media está perdiendo peso, dejando paso a un mayor precariado y a unas rentas altas cada vez más acusadas.
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