Pese al apoyo de la ONU al
relanzamiento del diálogo
entre las partes afectadas,
Marruecos interpreta la
resolución del 30 de abril
como favorable a su plan de
autonomía para el Sáhara.
- MADRID. Manifestación de apoyo al
Sáhara el 21 de abril pasado. / Victoria Herranz
Tras cuatro años de parálisis, una
nueva fase de esperanza se ha abierto
en el contencioso de la ex colonia
española. A partir del 15 de mayo,
enviados especiales del secretario
general de la ONU viajarán a Argelia
y Marruecos con objeto de discutir
con el Frente Polisario y el
Gobierno alauita las bases de un
nuevo proceso de diálogo sobre el
futuro del Sáhara Occidental. Se trata
del primer resultado de la Resolución
1754 aprobada por el
Consejo de Seguridad de la organización
multilateral el pasado 30 de
abril, que esta vez no se contentó
con renovar, otros seis meses, el
mandato de su misión en la zona.
Haciendo suyo el último informe de
Ban Ki-Moon, el Consejo “pide a las
partes que entablen negociaciones
de buena fe, sin condiciones previas,
teniendo en cuenta los avances producidos
en estos últimos meses, con
vistas a llegar a una solución política
justa, duradera y mutuamente
aceptable que permita la autodeterminación
del pueblo del Sáhara
Occidental”. De igual manera, “ruega
al secretario general que organice
estas negociaciones bajo sus auspicios”
y le pide “que presente, de
aquí al 30 de junio de 2007, un informe
sobre el estado” del diálogo.
Tanto el Polisario como el reino cherifí
se han felicitado por la nueva resolución
y se muestran dispuestos a
sentarse a discutir, pero, ¿bajo qué
presupuestos?
Rabat ha interpretado el texto de
la ONU como un apoyo a su plan de
autonomía, aunque el Consejo sólo
se limita, en el preámbulo, a “tomar
nota” de esta iniciativa y a reconocer
“los esfuerzos serios y creíbles
hechos por Marruecos”, “tomando
nota igualmente de la proposición
del Frente Polisario”. Este último,
por su parte, destaca el hecho de que
la resolución reafirma, en su articulado,
su compromiso con el principio
de autodeterminación, algo que
sólo se puede desarrollar con una
consulta popular que recoja la opción
de la independencia. “Para el
Polisario y la comunidad internacional,
la línea roja de estas negociaciones
se halla en la cuestión de la soberanía
y del futuro del Sáhara
Occidental, un derecho inalienable
del pueblo saharaui”, aseguró el 2
de mayo el representante saharaui
ante Naciones Unidas, Ahmed
Bujari. Con este punto de partida, el
Polisario tiene serias dudas de que
Marruecos acuda a las negociaciones
y, de hacerlo, teme que envíe a
emisarios “de segunda”, con “objeto
de dilatar, como ha hecho otras veces,
el proceso”.
A pesar de que la Resolución
1754 no hace referencia explícita
al referéndum de autodeterminación,
los saharauis la han valorado
de forma muy positiva pues supone
un fracaso de la intensa campaña
desplegada por Marruecos los
meses previos a la reunión del
Consejo. Según fuentes del Polisario,
los máximos valedores de la
monarquía alauita, Francia y
EE UU, con el apoyo sin fisuras de
España, trataron de imponer al
Consejo una resolución que diese
más relevancia al plan de autonomía
y estableciese un tipo de negociaciones
completamente abiertas
bajo el patrocinio de EE UU.
En el Congreso de EE UU
_ Dos días antes de que se
hiciera pública la Resolución
1754, 160 congresistas
estadounidenses,
republicanos y demócratas,
instaron a Bush a que
aprobara el plan marroquí
y presionara para lograr
su aceptación internacional.
Según The Guardian,
la iniciativa es obra de
«grupos de presión compuestos
por descendientes
de cubanos dirigidos
por Alberto Cárdenas y
otros grupos pro Israel
encabezados por el número
dos del Consejo Nacional
de Seguridad, Eliot
Abrams, cuyo nombre
está unido a los escándalos
del mercado de armamento
o al Irangate».
«Marruecos -asegura el
diario- ha gastado cerca
de 30 millones de dólares
en comprar las posiciones
de los miembros del Congreso
para apoyar su plan
sobre el Sáhara Occidental,
territorio que ni siquiera
conocen».
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