ENTREVISTA // LEONARDO BOFF, TEÓLOGO Y ESCRITOR
“Lula no deja de ser un elemento del sistema”

Cuando apenas quedan unos días para las elecciones generales en Brasil, Leonardo
Boff, teólogo franciscano y militante social desde décadas, profundiza en la situación
social de Brasil y las promesas e ilusiones defraudadas por el Gobierno de Lula.

07/10/06 · 17:17
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CONTINUIDAD ECONÓMICA. Lula da Silva y Paul Wolfowitz, presidente del Banco
Mundial y teórico de George W. Bush, se dan la mano./ Fernando Bizerra / World Bank

DIAGONAL: Casi ya cuatro años
del Gobierno de Lula, con las próximas
elecciones presidenciales en
vista... ¿Qué deja esta experiencia?

LEONARDO BOFF: Fui uno de los
más entusiastas cuando se dio la
elección de Lula. Escribí más de
diez artículos sobre la revolución
brasileña que sería inaugurada por
él. Fue mi ilusión y desilusión. Tuve
que enfrentarme al ‘realismo’ de la
política de lo posible en el cuadro
histórico en que se mueve la sociedad
brasileña.

Nunca hay que olvidar que estamos
sentados sobre el pasado colonial;
sobre el genocidio de los indígenas -eran seis millones cuando
vinieron los portugueses, hoy son
apenas 800.000-; sobre el esclavismo
(12 millones de negros fueron
arrancados violentamente de África
y traídos a Brasil y hoy son 60 millones
de afrodescendientes); y sobre
una elite que tiene, según datos del
Banco Mundial, los más altos niveles
de acumulación del mundo. Un
rico común en Brasil es mucho más
rico que un inglés o un norteamericano.

Al lado de todo esto, existe
una masa enorme de ‘empobrecidos’
que sólo a partir de la mitad del
siglo pasado logró organizarse en
movimientos sociales y sindicatos
libres, que fueron acompañados por
sectores importantes de la Iglesia
Católica. Cambiar esta realidad histórica
tan condicionante exigiría
una revolución. Lula, a mi juicio,
no tenía la consciencia suficientemente
clara de su misión histórica.

Su preocupación inicial fue la de
salvar al país de un desastre económico
inminente en detrimento de
las grandes reformas estructurales
que podrían, éstas sí, salvar la nación
del desastre. Se desperdició
una oportunidad. Él pertenece a la
parte más izquierda del sistema imperante,
pero no deja de ser un elemento
del sistema. Por eso los grandes
organismos económicos mundiales
y los principales Jefes de
Estado están tan felices con él. Se
pospuso la tan temida revolución
desde la periferia...

D: ¿Esta reflexión implica un balance
más negativo que positivo?

L.B.: A pesar de estos límites, Lula
ha hecho lo que ningún Gobierno
antes había intentado: dar mucho
más énfasis a los temas sociales. En
esa esfera, de hecho, el Gobierno
fue innovador con los programas
‘Bolsa de Familia’ y ‘Luz para todos’;
el apoyo a la agricultura familiar
y otros proyectos sociales. Con
estos planes se han beneficiado cerca
de 11 millones de familias lo que
equivale a unas 40 millones de personas.
Pero hay que ver este avance
en el contexto de la política global.
Mientras transfiere diez mil millones
de reales -un dólar equivale a
2,12 reales- a los proyectos sociales,
otorga 140 mil millones de reales
al sistema financiero que le presta
el dinero necesario para llevar
adelante su política y le permite pagar
las cuentas gubernamentales.

Esta contradicción es dolorosa y
muestra como la macroeconomía
neoliberal sigue chupando la sangre
del pueblo, mientras selectivamente
atiende sólo las exigencias
de una pequeña porción de la población.
Así los operadores de la
macroeconomía tranquilizan su
mala conciencia, y al mismo tiempo
Lula se muestra fiel a algunas raíces
de su biografía personal.
D: Saliendo del plano estrictamente
brasileño y teniendo en cuenta las
enormes expectativas que el Gobierno
del Partido de los Trabajadores
(PT) creó en amplios sectores
del continente... ¿En qué medida
una experiencia de esta naturaleza
fortalece o debilita al movimiento
social en su conjunto, en sus apuestas
estratégicas de cambio?

L.B.: A mi juicio, una de las limitaciones
del Gobierno de Lula fue descolgarse
de los movimientos sociales
que eran su base real de sustento
y apoyo. Prefirió optar por una base
de apoyo parlamentaria articulada
con partidos que no tenían nada que
ver con el ideario del PT. Hay que
reconocer que Lula no criminalizó
los movimientos sociales como se
hacía sistemáticamente antes, aunque
no les dio la importancia que les
correspondía porque consideraba
que ya estaban de su lado. Entre
ellos hay mucha decepción y hasta
rabia. Pero tienen inteligencia política.
Dicen: “Lula es nuestro, viene de
nuestro lado, conoce nuestras tribulaciones”.

Por más errores que haya
cometido no vamos a entregarlo a la
burguesía. Al revés, vamos a presionarlo
para que se reconvierta a sus
antiguos sueños y, como el hijo pródigo
del Evangelio, redescubra el camino
de vuelta hacia los movimientos
sociales. Votarán por Lula pero
con el propósito de cobrarle las antiguas
promesas y de algún modo,
atenuar o cambiar la propuesta macroeconómica
del Gobierno.


LULA, EL FAVORITO ENTRE LA DESILUSIÓN

EDUARDO PÉREZ

El 1 de octubre Brasil vivirá la
primera vuelta de las elecciones
presidenciales. Las encuestas
sitúan como favorito claro a Luiz
Inácio Lula da Silva, del Partido
de los Trabajadores (PT) y
actual presidente. Hace cuatro
años Lula también era favorito,
pero ahora la atmósfera política
ha cambiado en el gigante sudamericano.
En 2002, el ex sindicalista
se situaba como favorito
tras una campaña en la que
había suavizado su discurso
reformista de izquierdas, sustituido
por el eslogan “Lula paz y
amor”. A pesar de ello, la victoria
de Lula generó una esperanza
de cambio tanto dentro como
fuera de Brasil.
Hoy, la esperanza es poca después
de comprobar el continuismo
de Lula en materia económica
y fiscal, la escasa
incidencia de sus planes sociales
y los casos de corrupción
que le estallaron al PT en las
manos en 2005.
La decepción llegó también a las
filas del partido. Los sectores
petistas críticos con el Gobierno
pagaron su disidencia con la
expulsión. La más sonada se dio
en diciembre de 2003, cuando
la senadora Heloísa Helena y
otros parlamentarios acabaron
fuera del partido tras votar contra
las decisiones de la cúpula.
Heloísa Helena es ahora la candidata
del Frente de Izquierda,
una coalición de partidos que
ronda el 11% de intención de
voto en las encuestas y señala
las similitudes de Lula con los
candidatos de la derecha tradicional.
Sin embargo, la mayor
parte de la desilusión no es recogida
por los partidos, sino por la
hostilidad hacia éstos. La propia
Heloísa Helena ha declarado que
“el voto nulo es más respetable
que reelegir la corrupción”. Las
previsiones de voto nulo y en
blanco rondan el 10%, el triple
que en 2002.

Otros sectores sociales han
puesto en marcha tácticas más
expeditivas que el voto protesta.
Varios barrios de las ciudades
de Nova Iguaçú, Japeri y
Magé han prohibido la entrada
de políticos, debido a las “promesas
no cumplidas”.
Éstas son algunas de las opciones
que surgen entre la pasividad
ante las elecciones.
Según una encuesta elaborada
por el Instituto Brasileño de Opinión
Pública, el 68% de los consultados
está “más o menos”,
“poco” o “nada” interesado en
las elecciones. El estudio mostró,
además, que si el voto no fuera
obligatorio en el país, el 57% del
electorado no acudiría a las
urnas. Un 52% atribuía el desinterés
a los escándalos de corrupción
protagonizados por el
Gobierno de Lula.

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