Los CIE son la cara más visible y extrema de un sistema basado en la segregación.
1. Los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) son la cara más cruel de la política de fronteras que se aplica en territorio europeo. Estos centros representan la forma más dolorosa de segregación, pero no son especialmente útiles desde el punto de vista de la expulsión de la población indocumentada: “tan sólo” el 53% de las personas que ha sido internada allí es expulsada, según un estudio de la ONG Pueblos Unidos y según ha reconocido un propio representante del Gobierno en el Congreso. Si son centros de permanencia temporal hasta la expulsión y no expulsan, cabe preguntarse entonces el sentido de estos centros. Aún hace falta repetir que esta política, un auténtico fracaso desde el punto de vista del control de las entradas, tiene en realidad otro objetivo: la separación, en función del origen, del acceso a los derechos en el trabajo, en la sanidad o en la educación.
Una manera de combatir los discursos contra la austeridad es que el propio cuerpo que sostiene las luchas sea mestizoNo fue, por ejemplo, la simple existencia del CIE ni de la ley de extranjería lo que hizo que el activista ‘sin papeles’ senegalés Alassan Ka fuera expulsado la semana pasada, junto con 50 personas más, después de su internamiento en el CIE de Aluche (Madrid). Ka había pasado por dos detenciones en controles policiales racistas en apenas un mes; la última reforma de la justicia le obligaba a juntar 800 euros en tasas para el recurso contencioso administrativo contra su expulsión, un recurso que de todas formas tenía dificil presentar -incluso mediante justicia gratuita- dado que la orden de expulsión la recibió estando detenido. Ka fue expulsado por no poder pagar su propia defensa. Por tanto, no hay separación entre la lucha contra los CIE y las luchas contra las políticas de la deuda.
2. Crear e impulsar luchas mestizas por los derechos ya es darle un golpe a esa política de fronteras, y por tanto a los CIE. Por simple inercia demográfica, esas luchas mestizas tienen que llegar: pese a que con respecto al conjunto de la población la gente de origen extranjero suponga sólo el 11%, eran el 21% de la fuerza de trabajo (de la población en edad laboral) en 2012. En muchos barrios, la mayoría de la población por debajo de 50 años es de origen extranjero.
Algunos precedentes de luchas mestizas, como las propias plataformas de afectados por la hipoteca o los grupos de acompañamiento en sanidad contra la exclusión de la tarjeta sanitaria, son buenos ejemplos de que es posible combatir las falsas salidas que ofrece el discurso de la austeridad: Esos que dicen, “si 'hay poco', hay que conformarse con menos, y si es entre los de aquí de toda la vida, mejor”. Una manera de combatir esos discursos es que el propio cuerpo que sostiene las luchas sea mestizo, algo que, más de diez años después de que la inmigración comenzara a ser un fenómeno masivo en España, sigue siendo una dificultad para los movimientos.
La política de fronteras no es fija, se mueve en función de las relaciones económicas entre el centro y la periferia. Puede ser oportuno entender la actual crisis europea como una reorganización de esos centros y esas periferias dentro del proyecto mismo de la UE. ¿Cómo entender, si no, el ofrecimiento del Gobierno de Angela Merkel en Alemania de contratar a 5.000 jóvenes españoles cualificados por año? Esto tiene un nombre que le suena a cualquier persona familiarizada con las políticas de extranjería: se llaman contingentes laborales. Aunque todo indica que, salvo catástrofe, la libertad de movimiento para los nacionales de los países firmantes del tratado de Schengen continuará siendo un derecho formal, el contenido práctico de esos derechos ya está siendo puesto en entredicho en Reino Unido (que no está en Schengen) o la propia Alemania, y es de esperar que esas tensiones populistas aumenten en caso de que la crisis afecte plenamente a los países centrales del euro.
Esta situación, lejos de motivar interpretaciones catastrofistas, abre posibilidades y alianzas inéditas para los movimientos contra la troika y la austeridad: no habrá una Europa distinta que no tenga en cuenta la composición migrante, mestiza y postnacional que caracteriza hoy a muchas metrópolis europeas. Los cierres en falso nacional-populistas pueden revelar, como ya sucede en Grecia, su unión perversa con las políticas proausteridad. La posibilidad de una alianza mestiza se abre también al propio continente europeo. En los últimos meses hemos visto la activación de la población migrante de nuestro país allá dónde habita al grito de “No nos vamos, nos echan”. Lo que vemos como una potencia hacia fuera, tiene que serlo también hacia dentro. La política será mestiza… O no será.
Artículo publicado originalmente en el blog Madrilonia.org
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