ANÁLISIS: CRISIS TRAS LA MUERTE DE PIERRE GEMAYEL
Líbano y la espiral inconclusa del crimen

El asesinato del ministro Pierre Gemayel, uno más en la larga lista de crímenes
políticos en Líbano, confirma la grave crisis en que se encuentra sumido el país.
Siria, inmediatamente acusada, no parece ser la más beneficiada por el crimen.

03/12/06 · 15:54
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BEIRUT. Manifestación antisiria en la Plaza de los Mártires. / Christopher Allbritton

El asesinato de Pierre Gemayel,
ministro de Industria
libanés, confirma la
grave crisis institucional
en que vive sumido el país del cedro
desde el asesinato del antiguo
primer ministro Rafiq al-Hariri.
Además, se produce en un contexto
de gran tensión, ya que la polarización
entre las fuerzas del 14 de
marzo, mayoritarias en el Parlamento
y el Gobierno, y las del 9 de
marzo, en la oposición, ha llegado
a un punto de no retorno.

Como era de prever, los partidarios
del ministro asesinado acusaron
a Siria de inmediato. Las acusaciones,
explícitas o veladas,
incidían en la “obsesión” de
Damasco por evitar la independencia
real del Estado vecino. Las
potencias occidentales con mayor
implicación en la zona, Estados
Unidos, Gran Bretaña o Francia,
con la incorporación inevitable de
los portavoces israelíes, abundaron
en la misma dirección; y así,
muy pronto quedó fijada la impresión
de que Siria había orquestado
este atentado, el último en una
lista que incluye a Georges Hawi,
Samir Qasir o Yubrán Tuini, para
impedir la formación de un tribunal
internacional y la estabilidad
del Gobierno de Fuad Señora.
Todo sin esperar al resultado de
las pesquisas policiales.

Si, en efecto, el régimen de
Bashar al-Asad está detrás del asesinato
habría que concluir que su
estupidez supera cualquier registro;
y, a decir verdad, del
presidente al-Asad y su abigarrada
nomenclatura de servicios secretos
militares y policiales se pueden decir
muchas cosas -que son criminales,
represores y tremendamente
codiciosos- pero no que sean
tontos. Un análisis objetivo puede
llevar a pensar que los militares sirios
han orquestado la eliminación
física de numerosos líderes políticos
y sociales libaneses, desde
Kamal Yunblat en 1977 hasta el periodista
y activista Yubrán Tuini en
fechas más recientes. Se puede incluso
debatir la implicación de
aquéllos en el brutal atentado que
costó la vida a al-Hariri y varias personas
más; pero si ya el principio
del qui prodest no ayudaba a despejar
las incógnitas principales de
aquel magnicidio, que en pocos
meses derivó en la oprobiosa salida
de las tropas sirias del país, ahora
no se entiende qué obtienen con
el deceso de Gemayel. Y otro mismo
deberían preguntarse los sectores
‘prosirios’, desde Hezbolá a la
familia cristiana de los Frangie,
cuyos esfuerzos para cercar al Gobierno
y evitar el tribunal internacional
han sufrido un golpe terrible.

Precisamente, la víspera del
asesinato, la oposición se aprestaba
a salir a la calle para reclamar
un gobierno de unidad nacional o,
en su defecto, la caída del actual. El
suceso también ha perjudicado al
general maronita Michel Aoun, el
más antisirio durante lustros de los
líderes libaneses, que se ha convertido
tras su alianza con Hezbolá
en un leviatán para numerosos
sectores cristianos. Y, en igual medida,
erosiona a la formación de
Hasan Nasrallah, que no ha podido
disfrutar de los réditos de su
victoria militar del verano pasado
sobre el Ejército israelí.

Todavía en clave interna libanesa,
el atentado ha desbaratado la
estrategia de la oposición tras demorar,
con la dimisión de los ministros
de Hezbolá y Amal y la amenaza
de movilizaciones, la creación
del tribunal internacional para investigar
la muerte de al-Hariri y
otros. Precisamente, el Consejo de
Seguridad de la ONU había retrasado
una sesión especial para dar
la luz verde definitiva al tribunal,
movido, en apariencia, por un escrito
del presidente de la República,
Emile Lahud, destacado prosirio,
en el que se rechazaba la legitimidad
del Gobierno para presentar
una solicitud formal en este sentido.
La iniciativa de Lahud no habría
tenido efecto de no mediar la
visita del ministro de Exteriores sirio
a Bagdad para debatir una solución
efectiva a la crisis iraquí, poco
después de que Estados Unidos y
su fámulo británico se mostraran
dispuestos a permitir la intervención
siria para remediar el
desastre de la ocupación.

Podrían aportarse más argumentos
para reflejar que Siria es,
en este momento, la que más tiene
que perder. No resulta descabellado,
pues, suponer la implicación
de otros actores regionales, como
el régimen de Tel Aviv, cuyo currículo
de asesinatos y crímenes en
Líbano no le anda a la zaga al sirio;
o internacionales, con oscuros
conflictos de intereses entre ‘palomas’
y ‘halcones’ en el seno de la
Administración estadounidense; o
la pervivencia de tensiones contrapuestas
en el seno de la oligarquía
política libanesa. En todo caso, el
Gobierno no puede escudarse ya
en la “larga mano” de Siria y la corrupción
de las fuerzas de seguridad.

Los altos mandos de éstas han
sido sustituidos por personas afines
a la mayoría parlamentaria, y
a ellos correspondería salvaguardar
el orden. Probablemente nunca
sabremos quién asesinó a Gemayel,
del mismo modo que sólo
disponemos de sospechas sobre la
autoría de tantas otras muertes.
Por ahora, sólo sabemos que Líbano
seguirá en estado de crisis estructural
mientras no se debatan
sus grandes problemas institucionales,
sociales y políticos.

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