Txente Rekondo, perteneciente al Gabinete Vasco de Análisis Internacional
(GAIN), repasa la revuelta popular que acorraló al rey Gyanendra y el inmenso
poder obtenido por la guerrilla maoísta en los últimos 10 años de guerra.
- VICTORIA POPULAR. Las calles se
tiñeron de banderas rojas.
Hace algunos meses buena
parte de los medios
de comunicación occidentales
nos han estado
bombardeando con las llamadas
‘revoluciones de colores’ en distintos
países de lo que fue el llamado
espacio soviético. En realidad eran
fórmulas calcadas que se enmarcaban
dentro de la estrategia diseñada
desde Washington para
propiciar un ‘cambio de régimen’
y lograr gobiernos acordes con los
intereses de EE UU y sus aliados.
Y mientras tanto, en Nepal hemos
asistido a una verdadera revolución
popular que ha puesto en jaque
a la monarquía gobernante y
que ha superado incluso en su protagonismo
a los partidos políticos
tradicionales del país. Las movilizaciones
populares se han sucedido
durante tres semanas, a pesar
de la violencia gubernamental y las
medidas represivas adoptadas.
Nepal camina hacia un cambio
imparable y desde nuestras latitudes
parece que no se quiere aceptar
esa realidad. Los análisis y comentarios
desde occidente están
llenos de prejuicios, presentando la
sociedad nepalí en función de tópicos
preestablecidos y despreciando
‘la madurez política’ de su pueblo.
Para entender mejor el movimiento
que ha sacudido los cimientos
del poder en el país hay que valorar
el papel de las organizaciones
civiles y de los medios de comunicación
independientes que han venido
desarrollando sus redes por
todos los rincones de Nepal. Y, paralelamente
también hay que resaltar
el papel del Partido Comunista
de Nepal (Maoísta), que en estos
diez últimos años de guerra popular
(Jana, yuddha) ha acabado con
las prácticas feudales en buena parte
de Nepal. Hay que recordar que
en la actualidad más de la mitad del
país cuenta con la formación de
‘gobiernos paralelos’ impulsados
por el PCN (M), y que las medidas
que adoptan son bien acogidas por
la población local, como la prohibición
de consumir alcohol en las zonas
bajo su control, medida popular
entre las mujeres campesinas
que afirman que gracias a ello ha
disminuido la tasa de alcoholismo
y la violencia de género.
El movimiento popular de estos
días tiene sus bases en la propia población,
y han sido capaces de poner
en marcha buena parte de su
potencial para acabar no sólo con
la monarquía, sino probablemente
también con las elites políticas tradicionales
y, por lo general, asociadas
a la corrupción.
Resulta curioso que en Nepal, el
término ‘democracia’ tenga al menos
cuatro expresiones. Por un lado
está prajatantra (gobierno del
rey) frente a ganatantra (república),
pero también encontramos janatantra
(gobierno del pueblo) y
janbad. Por eso en las protestas de
estos días se ha hecho especial hincapié
en la demanda de una república
sin rey (loktrantik ganatantra),
evidenciando que la mayoría
de la población ya ve a la monarquía
como un verdadero obstáculo
para el cambio que está buscando.
En las próximas semanas asistiremos
a todo tipo de movimientos
por parte de los principales protagonistas
de la escena local e internacional
en Nepal. Los tres pilares
nepalíes, monarquía, partidos políticos
y guerrilla maoísta, se van a
ver inmersos en diferentes estrategias
para lograr avanzar según sus
intereses. Hace algunas semanas,
un dirigente maoísta declaró que
“la nueva realidad exigirá a dos de
los pilares, las fuerzas parlamentarias
y las revolucionarias, a trabajar
en común para desplazar definitivamente
al tercero, la monarquía”.
Todos los protagonistas son conscientes
de la incertidumbre que depararán
las próximas semanas o
meses, y las fichas que mueva cada
uno irán en función de sus estrategias
particulares. Todos estos protagonistas
no deberían olvidar el
papel que ha desempeñado la población
nepalí, superándoles en
muchas ocasiones y adquiriendo la
voz cantante del proceso.
Y es en ese contexto donde mejor
se puede comprender la participación
extranjera en este proceso.
Hace ya tiempo que tanto India como
China han intentado decantar
la balanza nepalí hacia su lado, en
clave con la pugna que ambos sostienen
por hacerse con la hegemonía
del continente asiático. India
sabe que en estos momentos su
máximo garante era el monarca,
pero que la reacción popular ha podido
terminar por quemar esa ficha,
de ahí que no haya perdido el
tiempo y sus maniobras más recientes
han ido encaminadas a buscar
un acuerdo entre todas las partes
que garantice una cierta estabilidad
a Nepal. Los dirigentes indios son
conscientes que la rebelión maoísta
puede servir de efecto dominó
para la guerrilla maoísta india que
en los últimos meses ha ido aumentando
su peso y su accionar armado
por varios estados indios.
Washington tampoco ve con calma
un resurgir maoísta en la región,
al tiempo que quiere evitar a
toda costa que el papel de China siga
aumentando en Asia. Por ello,
estas fuerzas apoyarán a los partidos
parlamentarios, y buscarán que
éstos logren algún acuerdo con la
guerrilla maoísta, para impedir que
la transformación del país sea más
profunda. El monarca puede tener
los días contados, y si todavía algunas
fuerzas extranjeras apuestan
porque conserve un papel, a la vista
de los acontecimientos más recientes,
es más que probable que tengan
preparada su maleta para que
se traslade al extranjero. El sistema
feudal y monárquico está ante un
colapso inevitable, su materialización
sólo es cuestión de tiempo.
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