Imposiciones: los bancos pasan de ser paraísos fiscales a estar invervenidos por la Troika
La quita a Chipre y el ajuste de la Troika encienden las alarmas

El corralito a los chipriotas y la exigencia de recaudar 5.800 millones de euros a través de duros recortes públicos somete a la isla a la voluntad de la troika.

, Nicosia (Chipre)
04/04/13 · 8:30
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Nicos Anastasiadis. A la derecha el recién elegido presidente de Chipre. / EPP

¿Cómo es posible que Chipre, un país de poco más de 800.000 habitantes, haya estado a punto de hacer desaparecer el euro tal y como lo conocemos? Esta isla mediterránea –en rigor, el sur de la misma, pues el norte es un Estado no reconocido dependiente de Tur­quía desde la invasión militar de 1974– ha de hacer frente a un agujero financiero de 17.000 millones de euros: 7.000 para hacer funcionar la maquinaria estatal, y otros 10.000 millones como inyección al sistema bancario. Una cantidad equivalente al 100% del PIB del país.

La llamada troika –la entente de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Mone­tario Internacional– aportará un rescate de diez mil millones, pero a cambio exige que el Estado chipriota recaude otros 5.800 y lleve a cabo toda una serie de duras reformas que no han gustado nada en la isla.

El último requerimiento es el despido de 2.000 trabajadores del Ministerio de Educación, y la reducción de un 5% de los salarios públicos.

El anterior Gobierno, liderado por Dimitris Christofias, del AKEL, el partido comunista chipriota, se negó a acatar las directrices de Bruselas, por lo que el problema ha pasado al nuevo Ejecu­tivo de Nicos Anastasiades, de la demo­cristiana Alianza Demo­­crá­tica, DISY, que accedió al poder el último día de febrero. En este mes no lo ha tenido nada fácil, obligado a hacer frente tanto a las presiones populares como a las de la troika.

El modelo económico chipriota era, hasta ahora, el de un paraíso fiscal. El sistema bancario es siete veces superior al PIB (aunque las medidas de ajuste pretenden reducirlo a tres veces y pico, la media europea, para 2015), y las facilidades ofrecidas, con intereses muy bajos y medidas muy favorables para el depositario, han hecho tradicionalmente de la isla un lugar muy atractivo donde colocar grandes capitales. Es, además, un importante punto de blanqueo de dinero.

A la isla le ha favorecido también su situación estratégica en un vecindario complicado, que le ha permitido beneficiarse de la llegada de fondos que huían de otros países durante las guerras del Líbano y del Golfo, las revueltas árabes o, especialmente, la caída de la Unión Soviética. Gran parte de los depósitos extranjeros son de origen ruso.

Y he aquí por qué es tan problemática la doble exigencia de Bruselas de recaudar 5.800 millones de euros sin tocar los depósitos inferiores a 100.000 euros, que están protegidos bajo la legislación europea. La quita, entonces, deberá hacerse necesariamente a las grandes fortunas. Los bancos chipriotas poseen depósitos por valor de más de 68.000 millones de euros, de los cuales más de la mitad superan los 100.000 euros (es más: hasta un 42% son de más de 500.000 euros).

El corralito chipriota

Así, la quita hace temer a los chipriotas una fuga masiva de capitales, liquidando efectivamente el sistema bancario del país. Por ello, el Gobier­no chipriota impuso a mediados de marzo un severo ‘corralito’, cuya máxima expresión ha sido el cierre de los bancos durante casi dos semanas, mientras se decidía qué hacer.

Esta imposición europea, liderada por Alemania, es vista por muchos chipriotas como un maquiavélico plan para someter a Chipre mediante la deuda. “Es una cuestión geopolítica. Alemania quiere romper la buena relación entre Chipre y Rusia: si se aplica la quita, el capital ruso se marcha, y los bancos alemanes están en condiciones de beneficiarse. Hemos visto que han empezado a enviar mails y anuncios especializados diciendo: ‘Traed vuestro dinero a Alemania, es un mercado seguro’”, afirma Thekla Kittou, cineasta y activista, coordinadora del comité ciudadano Seisachtheia (Sacu­dir­se el Yugo en griego).

Una quita progresiva

La primera iniciativa del Gobierno de Anastasiades consistía en una quita progresiva, que dejaba exentos a los pequeños ahorradores, tasaba al 6,75% los depósitos superiores a 20.000 euros, y al 9,9 % a aquellos por encima de 100.000 euros. Pero la medida fue rechazada por el propio Parlamento chipriota.

Las otras medidas propuestas –un nuevo préstamo de Rusia, o la creación de un Fondo Solidario de Inversión respaldado por los yacimientos de gas recién descubiertos y por los planes de pensiones de los funcionarios– fracasaron, o fueron vehementemente rechazadas por Bruselas, que, el pasado domingo 24 de marzo, llegó a mostrarle a Chipre la puerta de salida de la Eurozona.

Al final, el Gobierno ha acordado una reestructuración bancaria de las dos principales entidades del país, convirtiendo el Banco Popular (o Laiki, en griego) en un ‘banco malo’ que absorba los activos tóxicos y los préstamos morosos. Los depósitos inferiores a 100.000 euros serán transferidos al Banco de Chipre. Los depósitos superiores a dicha cantidad serán utilizados para la liquidación de la entidad, por lo que sus propietarios perderán cantidades muy importantes de dinero, es posible que casi todo.

Así las cosas, muchos chipriotas se preguntan ahora si no habría sido mejor aprobar la quita progresiva y salvar su sistema financiero. La Unión Europea pretendía desmantelar este paraíso fiscal, pero el reajuste, temen, va a ser brutal.

Sin dinero para comprar la comida

Durante casi dos semanas, hasta la reapertura del pasado 28 de marzo, los chipriotas se han visto obligados a funcionar sin bancos. El cerrojazo a las entidades, sumado a la imposición de límites cada vez mayores a la retirada de dinero de los cajeros automáticos, ha provocado numerosos problemas, especialmente para aquellos que carecían de tarjeta de crédito y no tenían forma de acceder a sus ahorros.

La falta de efectivo generó una reacción en cadena que, durante varios días, amenazó el funcionamiento de la economía chipriota. Tiendas, gasolineras y supermercados dejaron de aceptar tarjetas de crédito, puesto que sus proveedores sólo aceptaban pagos al contado. Pero los clientes tampoco tenían acceso a grandes cantidades de efectivo, por lo que muchos dejaron de acudir a los establecimientos. En Larnaca, la tercera ciudad del país, el Ayuntamiento tuvo que repartir alimentos a 1.200 familias que se habían quedado sin dinero con el que pagar sus compras.

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