La otra cara de la paz

No hace falta ser profeta
para pensar que estamos
cerca de un periodo que
podríamos llamar post-
ETA. Esta organización nació en pleno
franquismo y en el contexto de
unos movimientos de liberación que
atravesaban el mundo. Todo eso ha
desaparecido. Sumemos a ello la informatizada
eficacia policial, el deseo
de buena parte de la militancia
abertzale de hacer política propia, el
ejemplo del IRA desarmándose o el
contraejemplo del 11-M. Contemplaremos
así un más que probable

03/04/06 · 0:28
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No hace falta ser profeta
para pensar que estamos
cerca de un periodo que
podríamos llamar post-
ETA. Esta organización nació en pleno
franquismo y en el contexto de
unos movimientos de liberación que
atravesaban el mundo. Todo eso ha
desaparecido. Sumemos a ello la informatizada
eficacia policial, el deseo
de buena parte de la militancia
abertzale de hacer política propia, el
ejemplo del IRA desarmándose o el
contraejemplo del 11-M. Contemplaremos
así un más que probable
paisaje en donde habrá desaparecido
la actividad de ETA. Lo ingenuo,
sin embargo, es pensar que de esta
manera se cierra el proceso de violencia
y se inaugura uno de simple
paz. Y es ingenuo porque los problemas
políticos de la comunidad vasca
seguirán intactos. Será entonces el
tiempo de las reivindicaciones pendientes,
de las exigencias de radicalidad
democrática al gobierno central,
que ponen en solfa la idea de
una España intocable. A esta cuestión
central habría que añadir que
los procesos de paz tienen vaivenes,
avanzan y retroceden y que, en consecuencia,
el cese de la violencia por
parte de ETA no será un camino ancho
sino, por el contrario, un pasillo
estrecho. Si echamos un vistazo a
los acuerdos de Viernes Santo en los
que se sella la paz en Irlanda del
Norte notaremos que tienen lugar
casi después de un año del anuncio
del cese total de la violencia por parte
del IRA. Se necesita, por tanto,
tiempo. Y en medio se padeció algún
atentado brutal a modo de remate
de todo el proceso. Si continuamos
mirando a Irlanda, no habría que olvidar
que el Parlamento inglés creó
una Comisión encargada de estudiar
la excarcelación de presos tanto del
IRA como unionistas. Pronto todos,
o casi todos, salieron de la cárcel.
Primero, dejando en la calle a los que
habían cumplido un tercio de la condena.
Después, rebajando, a los que
tenían cadena perpetua, su condena
a un tercio y, así, enseguida se encontraron
libres. Volvamos a nuestro
país. Hablar de que no habrá concesiones
políticas o no se pagará precio
alguno suena extraño; antes de
nada, por razones pragmáticas. Lo
hemos visto en Inglaterra; y en otros
lugares de este planeta. La paz siempre
tiene un precio, por lo que es de
suponer que con los presos se sigan
procesos similares a los que acabamos
de citar. Por otro lado, la legalización
de Batasuna caería como fruto
maduro. Y, finalmente, trasladar
todo lo que ha sido confrontación armada
a un campo en el que se pueda
negociar a pecho descubierto pondrá
en un primer plano algo que, se
quiera o no, ha de presidir el futuro
inmediato al fin de ETA: la libre determinación
de los vascos. Ahí se
medirá la capacidad democrática de
unos y de otros. Y que los vascos decidan
libremente.

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