La intervención militar de la OTAN en Libia oculta años de entendimiento de los
países occidentales con el régimen de Gadafi. El control de los depósitos de
hidrocarburos y minerales, factor clave de la intervención de los aliados.
El 22 de febrero, dos pilotos libios
huyeron a Malta en sus cazas negándose
a seguir las órdenes de
Gadafi de bombardear a la población
y a los rebeldes. Pilotaban dos
Mirage, aviones producidos por la
empresa armamentística (y mediática)
francesa Dassault. Entre 2005
y 2009, Francia, la misma que se
ha apresurado a reconocer al
Consejo Nacional Libio, formado
por los rebeldes, como único poder
legítimo en Libia, vendió armas
a Gadafi por valor de 210 millones
de dólares. Se desconocen
las cifras de 2010. Además de
Francia, también Italia, Reino
Unido, España y otros países de la
UE que participan ahora en la “intervención
humanitaria” proporcionaron
armamento, en total por
un valor de 835 millones de dólares.
Y Estados Unidos, además,
destinó 333.000 dólares en 2008 y
350.000 en 2009 para entrenar a
militares libios dentro del programa
International Military Education
and Training.
En esos momentos poco importó
el informe de Human Rights Watch
de 2008 en el que se denunciaban
“los continuos arrestos y encarcelamiento de prisioneros políticos,
algunos de ellos ‘desaparecidos’; la
tortura de los detenidos; la ausencia
de una prensa libre; la prohibición
de organizaciones independientes
y la violación de los derechos
de mujeres y extranjeros”. Es
precisamente con las armas y con
los militares entrenados por
Occidente con los que Gadafi cometía
las violaciones denunciadas
en este informe, y también con los
que aplastó las protestas populares
que estallaron el pasado 15 de febrero
en Libia.
Hasta hace dos meses, Gadafi
era el guardián de la frontera sur
de Europa, y tan sólo entre 2003 y
2005 deportó, con ayuda económica
de Italia y la connivencia de la
UE, a 145.000 subsaharianos sin
papeles, muchos de ellos demandantes
de asilo, a sus países de origen,
en algunos de los cuales podían
sufrir persecución y tortura.
El petróleo de Gadafi
El régimen de Gadafi también era
proveedor de crudo a Europa, que
recibe el 85% de las exportaciones
petroleras de Libia, un país que tiene
las mayores reservas probadas
del continente africano, mientras
las petroleras ENI, Total y Repsol,
entre otras, se beneficiaban de
gran parte de la producción de gas
y petróleo. Es en esta maraña de
intereses energéticos y de control
de fronteras donde se atascan hoy
las “razones humanitarias” esgrimidas
por la coalición de países
que hace poco se beneficiaban de
sus relaciones con Gadafi y hoy
bombardean Libia para “proteger
a la población”.
“Si esta revolución fuese suprimida
con violencia en, digamos,
Mauritania, no creo que exigiéramos
zonas de exclusión aérea. Ni
en Costa de Marfil, pensándolo
bien. Ni en ningún otro lugar de
África que no tuviera depósitos de
petróleo, gas o minerales o careciera
de importancia en nuestra
protección de Israel”, escribía el
periodista Robert Fisk.
El lado correcto
De hecho, mientras la OTAN tomaba
el control, el 27 de marzo, de todas
las operaciones militares sobre
Libia, el ministro de Defensa británico,
Liam Fox, analizaba los avances,
no en clave de defensa de los
derechos humanos, sino de control
de los suministros petroleros: “Según
avanzan por la costa, los rebeldes
van controlando los puntos de
exportación de petróleo, y si siguen
avanzando hasta Ras Lanuf pronto
controlarán todas las exportaciones
petroleras”. También la Agencia
Internacional de la Energía afirmó
el 15 de marzo que una zona de
exclusión aérea protegería “la principal
zona de producción y exportación”.
No en vano, la preocupación
europea había aumentado
desde que a finales de febrero la
producción libia de petróleo cayera
a un cuarto de lo normal, el precio
del barril de Brent aumentó
hasta los 120 dólares y la salida de
gas se suspendió. “Para los poderes
occidentales, fuera de juego
por la marea revolucionaria árabe,
la intervención en el conflicto
libio les ofrece la oportunidad tanto
de colocarse en el ‘lado correcto
de la historia’ como de asegurar
sus intereses petroleros en un
terreno profundamente incierto”,
escribía el analista Seumas Milne
en The Guardian.
Y mientras el Gobierno de Gadafi
habla de decenas de muertos
civiles en los bombardeos y el general
estadounidense Carter F.
Ham afirmaba que “no estoy seguro
de poder decir que que no ha
habido víctimas civiles”, desde
Stop the War Coalition se denunciaba
que se han lanzado sobre el
país bombas con ojivas de uranio
empobrecido, una sustancia altamente
radiactiva ya utilizada en
Iraq y Yugoslavia, responsable de
malformaciones fetales y cánceres
entre la población y cuya actividad
se mantiene durante 4.000 millones
de años.
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