MINEROS | LAS COMARCAS DE LAS CUENCAS MINERAS SE JUEGAN SU FUTURO TRAS LOS RECORTES EN LOS PLANES DE AYUDAS
La mina, otra vez (y las que haga falta)

Las cifras, por sí solas, no dicen
mucho. Hay que poner
delante de cada cifra un rostro,
y delante de cada rostro
un nombre y, a su lado, una familia
entera en la mayoría de los casos. Las
cifras del carbón hace tiempo que dejaron
de añadir ceros a nuestra cuenta
de bajas, sin embargo esos rostros
tiznados siguen apareciendo y mostrándonos
la cara cruda de una injusticia

perpetrada sotto voce. En términos
cuantitativos, son muchos más
los puestos de trabajo que las comarcas

24/07/12 · 0:00

Las cifras, por sí solas, no dicen
mucho. Hay que poner
delante de cada cifra un rostro,
y delante de cada rostro
un nombre y, a su lado, una familia
entera en la mayoría de los casos. Las
cifras del carbón hace tiempo que dejaron
de añadir ceros a nuestra cuenta
de bajas, sin embargo esos rostros
tiznados siguen apareciendo y mostrándonos
la cara cruda de una injusticia

perpetrada sotto voce. En términos
cuantitativos, son muchos más
los puestos de trabajo que las comarcas
mineras han perdido en las últimas
décadas que los que quedan aún
y pueden perderse. También entonces,
hace 20, 25 años, había gobernantes
que exigían sacrificios.

En
nuestro caso, poblaciones enteras de
decenas de miles de habitantes iniciaron
un trayecto humillante a través
de un páramo de prejubilaciones
que calmaron los ánimos e inyecciones
millonarias de fondos europeos
en proyectos inviables y, en muchos
casos, tan superfluos como la Ciudad
del Tenis que agoniza –era de esperar–
en mi pueblo. Cuando yo nací,
había en Turón cuatro pozos mineros
y 20.000 habitantes que vivían, directa
o indirectamente, de la mina.
Hoy tenemos una Ciudad del Tenis
que no pisa ninguna de las escasamente
4.000 personas que allí quedan.

Un disparate tras otro, pero ese
fue el pacto: asumir una muerte lenta,
con paliativos,manteniendo algunas
explotaciones a medio gas por su
valor estratégico, y con el futuro planificado,
pautado en plazos predefinidos.

De repente, quienes impusieron
ese sacrificio deciden reinventar
las reglas del juego y acortar los plazos
del cierre total. Supongo que
cualquiera habría podido anticipar
las consecuencias: si al enfermo agonizante,
sedado hasta las trancas, le
cortas el gotero de morfina, comienzan
las convulsiones. Así han empezado
a agitarse otra vez esas regiones
oscuras, horadadas, pobladas
por gente que sabe, por pura experiencia,
que la definición de “traidor”
es “aquel que abandona a un compañero”.
Es gente que se siente traicionada
y estafada en sus tres puntos
cardinales: el pasado, el presente
y el futuro.

Es gente que recupera
sin apenas pensárselo gestos atávicos,
tácticas y estrategias de un combate
que no había concluido sino que
había quedado aplazado. Gente, en
ocasiones muy joven, que no vivió
los conflictos de hace 20 o 25 años,
pero que es capaz de recordar lo
que la memoria colectiva ha custodiado:
cómo cortar una carretera,
cómo enfrentarse a un contingente
armado, cómo defender lo poco que
uno tiene. Está en el aire, en el polvo
del carbón que cubre las cunetas,
las orillas de los ríos. Está en el
orgullo de clase que se ha respirado
desde la cuna. Y no está en venta.

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