ANÁLISIS // EL RECORTE PERMANENTE
La mala verdad y el cambio

La autora explica cuál es la lógica de los recortes
sociales y plantea los principios de una sociedad
que debe comenzar a trabajar en la recuperación
del sentido de la convivencia.

- 18 de septiembre, día para la defensa de los servicios públicos

19/09/11 · 10:51
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Aguirre y Rajoy. La presidenta de la Comunidad de Madrid ha privilegiado la gestión privada de los servicios públicos. Foto: David Fernández.

No hay que tener mucha
imaginación ni erudición
ninguna para saber
cómo puede ser
nuestra vida recortada, amputada
de efectivos derechos sociales,
sin un Estado que mire por la
suerte de todos y todas cuando
los diferentes gobiernos liberales
–porque ya no se les puede llamar
socialdemócratas–, sucumbiendo
al mercadeo de capitales,
lo están debilitando en su acepción
de social, de Estado del
bienestar. Un cierto bienestar
que ha sido para la gran mayoría,
por primera vez en la historia
de Europa, resultado de dos
guerras mundiales masacrantes
para la clase trabajadora y que
nació como antídoto para esa
misma clase que podía ver la alternativa
en el comunismo soviético.

Efectivamente, la Guerra
Fría acabó con la caída del muro
de Berlín hace ya tiempo, pero la
creación de los Estados sociales
o del bienestar –único fruto de
verdadero progreso en esa
Europa capitalista triunfante de
los ‘50–, ha hecho desde entonces
de contrapeso al reino único
de los dineros y ahora está en peligro
en muchos de nuestros países.
Desgraciadamente, no es difícil
pensar en cómo nos quedaremos
la gran mayoría de la gente
que vivimos de nuestro trabajo,
si a la falta precisamente de éste,
le unimos unos servicios públicos
demediados. Y, para colmo,
sin partir de cero en la cuenta de
los recortes.

Habitamos, desde hace tiempo,
un país donde la educación y
la sanidad pública, entre otros
servicios públicos esenciales para
la convivencia digna y pacífica,
son golpeadas en favor de lo
privado. Donde se han inventando
un tercer género, el servicio
concertado, que la mayoría ciudadana
subvenciona a favor de
los menos que tienen dinero y
que se justifica en las cabezas de
la clase trabajadora con la ladina
promesa de que ellos también
podrán ir a colegios y hospitales
donde no vayan los verdaderos
pobres –los inmigrantes–, y así
puedan soñar con ser clase media.

Desde hace un tiempo, en algunas
regiones, los dineros públicos
se han ido desviando a la
prestación privada de los servicios
esenciales incluso en las
propias infraestructuras públicas.
Han conseguido una buena
carambola y es beneficiarse de lo
público en condiciones de privado
para una privilegiada minoría
y además lucrarse con ello. Y tenemos
un país donde, por suerte,
un montón de gente lucha por
compensar los desaguisados del
poder económico y político con
su trabajo diario y con su compromiso
de educar, de curar, de
hacer justicia, de transportar a la
gente, de informar, de limpiar las
calles, de intentar proteger y cuidar
a quienes lo necesitan. ¿Qué
cosas puede haber más importantes
que esas para nuestra vida?

¿Por qué los poderosos no
ceden y siguen avanzando en la
destrucción de lo pacíficamente
humano, del planeta?

Afortunadamente, no es difícil
imaginar la alternativa a tanta
pérdida de civilización. Me resulta
bien pensable un Estado que
no sea una abstracción sino la
verdadera relación política entre
mujeres y hombres de un espacio
físico manejable y global a la
vez, que sitúe al ser humano en
el centro de la convivencia y el
cuidado del planeta en el centro
del desarrollo; donde la democracia
signifique exactamente lo
que es, es decir, donde los pueblos
actúen y se comprometan
con su buena vida a través de instrumentos
políticos saneados y
nuevos: la política en primera
persona como base y su expresión
en un colectivo que no
aplaste la singularidad ni tenga
vocación sólo de representar sino
de proyectar una voz común y
consensuada; donde el bienestar
y la felicidad de la ciudadanía sean
el horizonte y para eso se reparta
el trabajo que hay y se siga
protegiendo a quien no puede
trabajar; se recupere el tiempo
de vivir; se procure salud y cultura;
y donde las mujeres sean la
otra mitad de la humanidad ¿Eso
cabe en la decadencia del sistema
capitalista? Claro que cabe,
porque este sistema no lo ocupa
todo y, además, porqué está precisamente
en destrucción.

Vamos construyendo dentro, en
los márgenes, en las casas, en la
plaza pública, pero tenemos que
hacerlo sabiendo qué queremos
conservar de lo existente, como
los sistemas de protección social
y los servicios públicos esenciales,
y qué queremos mejorar e inventar.
Ahora, en tiempos de crisis
y recortes, la mala verdad del
orden dominante y la fuerza del
cambio están en la calle.

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comentarios

1

  • |
    anónima
    |
    20/09/2011 - 11:58pm
    Me temo que todo lo denunciado no va de "lucha de clases", sino que es cuestión de matemáticas (Obama dixit, en contexto diferente, pero perfectamente ambivalente). Nuestras sociedades viven por encima de sus posibilidades, y los recortes, aún siendo indeseables, son tan inevitables como lo es la ley de la gravedad. Podemos pensar que no hay derecho a estrellarse contra el suelo una vez nos precipitamos desde una altura, pero eso no le importa a la realidad.
  • Aguirre y Rajoy. La presidenta de la Comunidad de Madrid ha privilegiado la gestión privada de los servicios públicos. Foto: David Fernández.
    Aguirre y Rajoy. La presidenta de la Comunidad de Madrid ha privilegiado la gestión privada de los servicios públicos. Foto: David Fernández.
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