La primera y principal característica del Foro de Caracas es que ha sabido responder al sentimiento y la conciencia antiimperialista que está renaciendo en América Latina.
La primera y principal característica del Foro de Caracas es que ha sabido responder al sentimiento y la conciencia antiimperialista que está renaciendo en América Latina. Una amplia representación de “todo lo que se mueve”, de las y los activistas y militantes que están empujando el giro a la izquierda que atraviesa el continente, ha venido a Caracas porque ha considerado que el encuentro era útil para sus luchas: ésta es el alma del FSM y, en este sentido, el proceso sigue estando vivo, afortunadamente, porque sigue siendo necesario.
El trabajo enorme que ha desarrollado el equipo organizador y sus 2.500 voluntarios, afrontando por primera vez un esfuerzo de esta magnitud, merece el mayor reconocimiento. Posiblemente ha habido menos participantes que otras veces, pero incluso según los cálculos más pesimistas han sido muchos (70.000) y, además, la costumbre de basar el éxito de los foros en batir récord de asistencia conviene que se vaya abandonando, para que los balances se orienten a cuestiones más importantes. Y precisamente en estas cuestiones aparecen desde hace tiempo problemas serios, que han estado presentes también en Caracas.
Se ha dicho una vez más, para señalar la tarea del Foro, que “es la hora de las alternativas”. Pero al menos desde el segundo FSM del año 2002, esta tarea viene estando sobre la mesa, con diversas formulaciones, sin que se vean logros significativos. No cabe duda de que aquí hay un problema, además muy relevante porque con frecuencia se ha basado el sentido del Foro en representar y construir “alternativas al neoliberalismo”. En vísperas del Foro de Caracas, algunas de estas formulaciones han sido especialmente contundentes. Por ejemplo, el sociólogo brasileño Emir Sader ha hablado de “la marginalidad” del foro “respecto a los grandes combates que se están dando contra la hegemonía imperial y el neoliberalismo” y del riesgo de “intranscendencia” que le amenaza. Ignacio Ramonet, en una dirección similar, ha escrito en Le Monde Diplomatique que el foro corre el riesgo de “de despolitizarse y folklorizarse. Y de transformarse en una especie de feria internacional de asociaciones, un Salón Mundial de la sociedad civil, donde la preocupación central sería la ‘buena gobernanza’, lo mismo que en Davos, pero animado de mejores intenciones”.
A mi parecer, el problema no está bien enfocado. En Caracas, como antes en Porto Alegre, lo interesante, lo que da vida al foro es la posibilidad de conocer y compartir experiencias de lucha y organización y la voluntad de llegar a compromisos de acción comunes de todo el movimiento “antiglobalización” y de los movimientos más activos en el FSM. Por ejemplo, en Caracas han funcionado muy bien los seminarios sobre deuda externa, “bienes comunes”, comunicación alternativa... los que buscan dar continuación a la movilización contra la OMC después del fracaso de Hong Kong o preparar los foros alternativos a la próxima Cumbre Unión Europea-América Latina de Viena, etc. Las ideas y experiencias vinculadas con esos objetivos han aportado novedades y propuestas que pueden ser útiles para el futuro: entre ellas, la convocatoria de una jornada internacional antiguerra los próximos días 18/19 de marzo.
El foro responde así a una vieja definición del dirigente del MST Joao Pedro Stédile, que es la mejor que conozco: la tarea es “compartir experiencias para articular luchas”. La “transcendencia” del foro se juega aquí y no en la producción de manifiestos con firmas ilustres aunque incluyan muchas ideas, buenas, aunque normalmente no nuevas. Más aún, este carácter activista es el que justifica el marco de consenso “antineoliberal” muy amplio que define al Foro, que en mi opinión sigue siendo valioso pese a que el concepto “antineoliberal” pierde sentido crítico a marchas forzadas y aparece cada vez con más frecuencia como una expresión opuesta a “anticapitalismo”. Pero si hablamos en serio de “alternativas”, el lugar para debatirlas y elaborarlas no puede basarse en un consenso tan amplio y tan ambiguo. Hay procesos apasionantes de construcción de alternativas, plurales, contradictorios, conflictivos a veces..., por ejemplo, en México, en torno a la Otra Campaña, y en Venezuela, en torno a la ‘revolución bolivariana’. El consenso del primero es anticapitalista. El del segundo apunta hacia “el socialismo del siglo XXI”. Esto tiene sentido y ojalá que aparezcan otras experiencias semejantes y encuentren un marco de convergencia internacional. El FSM puede servir para muchas cosas útiles y necesarias, pero no para esto. En mi opinión el problema principal que hay que resolver es que no se están articulando luchas en la medida necesaria. Por eso, es la hora de aterrizar.
P.D: El 27 por la mañana hubo una manifestación de organizaciones indígenas, ecologistas, de comunicación alternativa, campesinas comprometidas a fondo con el proceso “bolivariano” pero críticas con algunas de sus políticas. Una de las pancartas decía: “Sólo la calle nos da voz, rostro y nombre”. Buen lema para que tenga futuro el FSM.
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