El 27 de septiembre los alemanes acuden a las
urnas con el impacto de la crisis, la energía nuclear,
la educación y la intervención militar alemana en
Afganistán como algunos de los principales debates.
Todo parece indicar que los democristianos
(CDU / CSU) obtendrán
una amplia ventaja. La mayoría de
encuestas les conceden porcentajes
que oscilan entre el 31% y el
37% de los votos, mejorando los resultados
de 2005. Según estas mismas
encuestas, los socialdemócratas
(SPD), en coalición de Gobierno
con la CDU, continuarían con su caída
libre, ya que perderían entre ocho
y doce puntos con respecto a las
elecciones anteriores. Por su parte,
los liberales de la FDP, liderados por
el polémico Guido Westerwelle, y el
partido de La Izquierda (Die Linke)
mejorarían sus resultados.
Pese a los pronósticos favorables
para el partido de Oskar Lafontaine,
La Izquierda aún no ha logrado asentarse
en el oeste del país. El discurso
deslegitimador de conservadores y
socialdemócratas sigue calando en
el electorado alemán. Desde hace ya
casi dos décadas, la estrategia de estos
partidos mayoritarios es la de
identificar Die Linke (antes PDS)
con el partido único de la antigua República
Democrática, el SED. Éste
sigue siendo el mayor reto que Die
Linke tiene por delante: lograr ‘normalizar’
la imagen de un partido que,
aún a día de hoy y a pesar de su fusión
con el WASG, mantiene una
imagen asociada a los Estados que
surgieron en el este de Alemania tras
la reunificación y que, de manera a
veces un tanto condescendiente, son
conocidos como “nuevos Estados”.
Principales debates
La ubicua crisis económica es una
de las principales preocupaciones
del ciudadano alemán. Al sentir de
cerca la crisis, se pregunta si tendrá
consecuencias en las conquistas sociales
de su historia reciente. Los
principales observatorios económicos
del país no prevén un inicio de
recuperación hasta mediados del
próximo año. Para entonces, fenómenos
derivados de la crisis, como
la pérdida estimada de un millón de
puestos de trabajo, la pérdida de capacidad
adquisitiva y el descenso
del volumen de exportaciones, deberían
suavizarse. Se cree que para
entonces la recesión habrá ocasionado
un déficit del 5,5% y una pérdida
de 135.000 millones de euros.
Sin embargo, pocas cosas polarizan
tanto a la sociedad alemana como
la energía nuclear. El Gobierno
de Gerhard Schröder fijó el año
2020 como el del final de un proceso
escalonado de desmantelamiento
de todos los reactores nucleares
del país. No obstante, unas recientes
declaraciones del ministro de
Economía, Michael Glos (CDU),
cuestionando la viabilidad del calendario
han reabierto el debate y
reavivado las protestas.
Otro de los asuntos más candentes
es el de la enseñanza común en
todo el país. En la actualidad, sólo
existe un sistema educativo común
hasta la edad de cuatro años, debido
a su complejidad y a las múltiples
opciones que se presentan a partir
de ese momento. Tanto Die Linke
como la SPD se muestran proclives
a prolongar el período educativo común,
algo a lo que los conservadores
se oponen con vehemencia.
Afganistán es otro de los puntos
que ha centrado la precampaña. La
presencia de tropas alemanas en
Afganistán ha puesto al descubierto
el viraje de Die Grünen (Los Verdes)
hacia posiciones centristas: la postura
oficial del partido es la de mantener
a los militares en la zona de conflicto.
Le acompañan los conservadores
y sus socios de Gobierno
(SPD) y los liberales.
Otros artículos relacionados en este número:
[ENTREVISTA A HELMUT SCHOLZ, PORTAVOZ DE DIE LINKE EN EL PARLAMENTO EUROPEO->8900], por Mariano Pastrana Sepúlveda
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